To aru Majutsu no Kodomo Kyoushi: Imaginary Tome

Uniendo corazones Dragon's_Seed: Parte 2

En un universo distinto, un muy muy lejano universo.

Una chica de rosado cabello amarrado en una coleta por un delgado listón rojo cosechaba los tomates de la huerta de su padre. El pobre hombre había sufrido un accidente días atrás, durante el cumpleaños de aquella chica, porque sus amigas se pusieron algo intensas; por eso le tocaba a ella cosechar.

Sin embargo, ella no pensaba en nada de eso. Su papá no era tan débil como para que se preocupara; el desastre de sus amigas resultaba algo típico; y cosechar los jitomates no la molestaba en lo absoluto... Entonces... ¿Por qué se sentía intranquila?

¿Se trataba de un problema con el cielo? ¿Por qué el cielo azul la mantenía con el corazón al filo de un acantilado? ¿Por qué sentía que algo malo le pasaba a alguien importante? Tal vez sólo era un ataque de ansiedad, porque el pecho le dolía y todo, pero...

—¿Por qué...?

Sus ojos se posaban del rojo del tomate al azul del claro cielo una y otra vez. Sangre y las alas de un bello colibrí, era lo que venía a su mente de forma intermitente al hacer esos cambios. ¿Por qué exactamente sangre si el rojo es un color tan común en el mundo de las frutas y las flores? ¿Por qué un ave si hay muchas cosas que vuelan? ¿Por qué un colibrí si hay muchas aves en el mundo? ¿Por qué «recordar» a ese colibrí le dolía tanto en el pecho?

Mientras se perdía en aquellas interrogantes y sentimientos continuos de tristeza y arrepentimiento inexplicables, la puerta de su casa fue abierta con un golpe estrepitoso.

—¡Madoka-chan!

—¡Madoka!

Las voces de dos buenas amigas la asaltaron sin compasión alguna. Aunque el problema no era ése, sino la puerta: ciertamente habían roto la puerta de la entrada.

—¡Homura-chan! ¡Rilet-chan! ¡Ustede...!

Su reclamo quedó a la mitad. ¿Por qué? Bueno: Ni Homura usaba sus usuales trenzas o anteojos, ni Rilet mantenía su cabello atado en una cola de caballo como ella; ambas lo llevaban suelto. Sus miradas, de morado y naranja respectivamente, se notaban algo cambiadas: más serias, más adultas, más... sucias y heridas. Ambas se paraban de una forma completamente distinta, era como si fueran orgullosas guerreras, como si no pudiera tirarlas ni empujando con todas sus fuerzas. No se trataba de la Rilet ni de la Homura que ella conocía. La castaña y la pelinegra frente a ella no eran sus amigas de toda la vida.

—¿Chicas? —Instintivamente dio un paso hacia atrás—. ¿Qué les...?

—¡Mi pato está...! ¡El Pato tiene problemas!

—¿Pato? ¿Rilet-chan tenía un pato?

Akemi Homura dio un paso hacia el frente al notar que Rilet no tenía, de momento, la capacidad para explicar claramente la situación.

—Madoka, no me agrada la idea, pero debes recordarlo —apretó ambas manos con fuerza—. Tienes que recuperar tus recuerdos: sobre las puella magi, sobre Kinomoto Sakura, sobre el hombre que nos dio esta tranquila vida y salvó a todas las puella magi... Dai está en problemas.

Kaname Madoka de 17 años de edad no tenía ni idea de qué le hablaban aquellas dos buenas amigas suyas, por eso debía preguntar.

—¿Puella Magi? Homura-chan, ¿de qué hablas? ¿Quién es Kinomoto Sakura-san? ¿Quién es Dai...?

Sus labios pronunciaron esas palabras, entonces todo tuvo sentido. Un muchacho ligeramente mayor que ella. Él llegó en un pasado distante y las ayudó a luchar contra el destino. Intentó salvar a las puella magi, pero todo terminó en una tragedia y ella se convirtió en una diosa. Kinomoto Sakura, una chica mágica de otro mundo, también intentó ayudar, pero, incluso dándolo todo, nada salió como debía salir. O así debió ser, incluso Homura decidió tomar cartas en el asunto y al final intentó «bajarla» de su pedestal divino. Pero el que revirtió toda esa situación, el que les dio un mundo en el que podrían vivir en paz y sin preocuparse por las brujas o la entropía, el chico del que ella se enamoró... era Armando Luna, Dai. Al final, de verdad las salvó a todas a cambio de su propia existencia.