Entre líneas 4

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Izumi Ako fue a dormir. Los días de entrenamiento ya habían comenzado y todo parecía estar yendo de maravilla: entrenaba con una maga impresionante de nombre Dion Fortune y a veces con Eva, así que sentía que se estaba volviendo más y más fuerte. Tal vez lo suficiente como para estar a la altura de Negi; claro, no como peleadora, sino sólo para estar en el mismo escenario. La última vez, ella, Akira y las otras terminaron envueltas en todo el asunto de mundo mágico y no fueron capaces de estar a la altura de las circunstancias; si no fuera por el resto, que eran tan impresionantes, no habrían sobrevivido siquiera.

Como fuera, el día estuvo cansado y ella, apenas tocó la almohada, cayó dormida.

—Este lugar es...

Ahí no había nada. Ni luz, ni sombras; ni blanco, ni negro; ni arriba, ni abajo... Posiblemente, la única distinción que podía hacer era lo otro y yo.

—¿Qué estoy...?

Hola, niña. Parece que de momento eres el lazo más fuerte que tiene ese pequeño.

—¿Ese pequeño? ¿De quién hablas? ¿Quién eres tú?

Por más raro que parezca, Ako no sentía miedo aunque tampoco se sentía especialmente valiente. De alguna forma, ni siquiera a sus propias emociones podía ponérsele un nombre apropiado.

Mi nombre no importa —su voz era parecida a una flauta transversal—. Que puedas entrar a este lugar es muestra de que el Niño de los Mil Mundos y sus lazos aún no desaparecen por completo.

"Niño de los Mil Mundos"... ¡...! ¿¡Hablas de Armando-san!?

Así es, hablo de Dai. Por eso quiero encomend....

Estática. Al mismo tiempo, una enorme llamarada de color azul recorrió todo el espacio, tiñendo de color y dando sentido al mundo. Ahora sí había una clara distinción entre abajo y arriba, blanco y negro, sombras y oscuridad. El paraje se volvió luminoso y una sombra delgada y apenas visible se extendió desde sus pies. En la parte donde debía estar su cabeza, una sonrisa azulada alargada, como una luna menguante, le habló.

—Así que le gustan este tipo de chicas... Bueno, tienes el estilo de Mel, no debería ser extraño.

Ako cayó de espaldas por la impresión. Se dio la vuelta e intentó levantarse para correr, pero, en cuanto levantó la vista, se encontró con ella.

—Hola —levantó la mano a un lado de su cara.

Era una linda niña sonriente. Sus ojos se pintaban color sakura y su piel, de blanco como la nieve, su cabello era puntiagudo y enmarañado, de un color dorado como el amanecer, y su ropa era un vestido negro y largo.

—¿Quién...?

—Ya me conoces. ¿O conoces a la otra yo? ¿Al otro yo...?

Estaba tonteando, sólo quería confundir más a Ako. Aunque, por supuesto, ella no sabía.

—Nicolle-san... —ese nombre salió solo de sus labios.

—¡Acertaste! —Se hincó de golpe—. Ah, pero no soy la misma Nicolle que tú conoces, que te quede claro.

—¿No eres la misma Nicolle-san? ¿Qué estás...?

—No —puso su mano entre las dos—. No estoy aquí para hablarte de eso. ¿Recuerdas lo que te platicó Armando?

—¿La historia sobre nosotros y cómo desapareció?

—Sí, sí, todo eso —caminaba en círculos, con las manos a la espalda, dando brinquitos.

—Sí...

En cierto sentido, esa niña se sentía mucho más pura que la Nicolle mayor, era una pequeña después de todo. Pero la piel de Ako no paraba de darle señales de peligro. Ni siquiera la mujer de voz de flauta la asustó, entonces...

—¿Qué es lo que quieres? —Un coraje parecido al que sintió en aquellos días de aventuras en Mundus Magicus la invadió—. ¿Por qué tomaste la forma de Nicolle-san?

Llevó sus manos a sus caderas y suspiró.

—Te estoy diciendo que soy Nicolle Baldrich.

Ako se puso de pie.

—¿¡Entonces por qué no te ves como Nicolle-san!? ¡Ni siquiera das la misma sensación que ella, te pareces más a...! ¡También eres Armando-san!

La pequeña rio y aplaudió.

—Bueno, para lo poco que sabes del mundo que hay tras bambalinas, eres bastante perspicaz. Y debo decirte que tienes razón, pero no estás del todo en lo cierto.

—...

La pequeña detuvo sus pasos.

—Ako, Helena quiso engañarte para sembrarte como una bomba contra Armando; por eso me metí.

—¿¡Esa voz tan hermosa era de Helena-san!? —Llevó sus manos a su cabeza—. El líder de los enemigos me puso en la mira —ahora sus piernas estaban temblando—. ¿¡Qué debería hacer, Nicolle-chan!?

—¿Ahora soy Nicolle-chan? —Se rio entre dientes.

—Bueno, ahora que sé que tienes algo de Armando, no me das tanto miedo. Por cierto, ¿tú qué eres?

—Ya te dije que esas cosas no importan. Si te vuelves consciente de quién soy, la carga sobre tu mente podría ser demasiada.

Una grieta de colores apareció en lo alto de ese lugar que parecía infinito. Atravesó todo el "cielo".

—No nos queda tiempo —extendió su mano, apareció una esfera como de cristal sobre su palma—. Estos son tus recuerdos, los que Armando cortó cuando fue a la nada. ¿Los quieres de regreso?

Ako se quedó helada en su lugar. ¿Qué pasaría si tomaba esas memorias? ¿De verdad existían? No, algo le decía que todo lo que ese chico le contó era cierto, pero...

—¿Él estará feliz con eso?

—Eres su amiga, no hay manera de que esté feliz sabiendo que te hizo dar un paso en su dirección. Pero Helena te tendrá como su objetivo siempre que no entiendas quién fuiste alguna vez, en un mundo que ya no existe...

—Un mundo que ya no existe...

Lo entendió. Hacerlo era como dar un paso hacia el vacío. No habría vuelta atrás, era posible que no volviera a ser la misma de antes y tal vez su vida se arruinaría. Tener recuerdos de algo que nunca pasó, incluso en las infinitas posibilidades que hay en otras líneas temporales y en otros universos, significaba vivir en algo peor que una ilusión. ¿De verdad haría eso por alguien a quien acababa de conocer en un restaurante familiar? ¿En serio sería capaz de ponerse en una encrucijada por un tipo al que le tiró jugo de naranja encima? La respuesta era obvia.

—Sí los quiero.

To aru Majutsu no Kodomo Kyoushi: Imaginary TomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora