Recuerdos felices Phantom_Links: Parte 7

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El río del pueblo donde estaba la pizzería de la familia Prestanizzi era alimentado por cientos de riachuelos que bajaban de una montaña cercana y se unían en una cascada de algunas decenas de metros de alto. Ruperco huyó hasta una cueva situada en medio de la caída de la cascada; era el lugar perfecto para esconderse de los ojos curiosos, pero alguien que no funcionaba con sus ojos podría encontrarlo rápidamente.

—¡Aaay! —Frotó sus brazos con ambas manos—. ¡No puedo creer el frío que hace aquí!

—Yo no puedo creer que me encontraras...

—No digas eso —caminó por aquel congelador oscuro en forma de cueva—, me esforcé bastante, ¿sabes?

Ruperco estaba de espaldas, viendo hacia la oscuridad del fondo de la cueva; no se molestaría en voltear, no cuando tenía tantas cosas en las que pensar. Gray, imaginando un poco lo que había en su corazón, no reclamó más la actitud y se sentó a su lado; por su puesto, nuestro apuesto chico se alejó ligeramente de ella.

—La gente nos llama "elegidos", pero es bastante duro, ¿no?

—Tú pareces pasártelo bomba por el espacio...

—Porque es la única manera de vivir feliz con esta maldición —apretó sus rodillas contra su pecho—. No puedes tener amigos, no puedes tener novios... incluso encariñarte con un paisaje o un lugar causará problemas... —su voz no dejaba de sonar cantarina e infantil, pero ese ligero temblor con el que terminaba cada palabra le rompía el corazón a Ruperco—. Y si no quieres eso...

—Debes unirte a la Policía Galáctica o a la Armada Láctea —apretó sus manos—. ¡Esos malditos saben cómo acabar con esta situación y de todas formas...!

Gray asintió. Después quedaron en silencio un buen rato; tal vez fueron unos pocos segundos, pero se sintieron muy largos.

—Ruperco... ¿Qué fue lo que te sucedió?

—Cuéntame tú primero... —su rostro se puso rojo, así que lo volteó en otra dirección—. No quiero que después te burles porque sea una cosa de críos.

—¡Eres demasiado cuidadoso, no me voy a burlar de ti!

—¡Que comiences, zopenca!

La figura de Ruperco, escondiendo su rostro e intentando hacer que su espalda fuera más pequeña, era como la de un niño tratando de esconderse de la oscuridad. Viéndolo en esas condiciones, suponía que no podía sino ayudarle a ese pobre chico. Recortó la distancia entre ambos y recargó su cabeza en el hombro del chico.

—¿¡Qué...!?

—Yo tampoco quiero que veas mi cara —dijo, casi susurrando—, quédate como estás.

—V-vale...

Un suspiro se escapó de los labios de esa chica; más que escucharlo, Ruperco pudo sentirlo por la sensación de la cabeza en su hombro.

—Yo... tengo un forfor de repulsión —se rio un poco, casi en silencio—. No lo entiendo muy bien, pero creo que los recuerdos de los que me rodean desaparecen si me quedo demasiado tiempo en un lugar, sí me encariño con ellos...

La sangre se le heló.

—¿"Creo"?

—Ajá... No tengo muchos recuerdos porque cuando estoy sola —Ruperco buscó el rostro de la chica, estaba llorando: labios temblorosos, ojos rojizos, mejillas húmedas...— mis recuerdos se separan de mí.

Tal vez fue instintivo o una costumbre, ser un Don Juan ya estaba grabado en su cuerpo, pero la tomó entre sus brazos y la dejó esconder su cara en su pecho.

—Está bien, no tienes por qué llorar.

—¡Pero tengo miedo! —Sorbía mocos y se limpiaba las lágrimas con la camisa del muchacho—. ¡No quiero desaparecer, no quiero...!

«Así que esto es lo que pasa con las personas con forfor repulsivo... », pensó, apretando sus dientes, sintiendo cómo se le abría un hueco en el corazón—. «¡Comparado con eso, yo...!»

—Entonces sí iremos con Gray al espacio, estoy ansiosa...

—¿¡Eh!?

Las miradas de Ruperco y Sagitaria se encontraron. ¿Qué hacía ella ahí en primer lugar?

—¿Al espacio? ¿Cómo...? ¿¡Qué!?

—Si vamos al espacio con ella cumplimos tres de nuestros objetivos: se le alegra el corazón a Ruperco, Gray ya no tiene que sufrir en soledad ni perder sus recuerdos y yo puedo salir con ambos —mostró su pequeña y casi imperceptible sonrisa—. Todos ganamos.

—¡Pero...! —Levantó su cara y un hilo de moco se estiró desde el pecho de Ruperco hasta su nariz—. ¿¡De verdad vendrán conmigo!?

—¡Qué suciedad, quítate! —La empujó lejos—. ¿De qué hablas? ¿No perderíamos nosotros también nuestros recuerdos? —Negó con la cabeza—. ¡Podría terminar matándolas!

La chica con cabello como de galaxia dobló las rodillas y tocó las mejillas de ambos.

—Les voy a decir un secreto que sólo sabemos los Starchilds y la gente del ejército —los Starchilds eran una especie de extraterrestres que vivían cerca del centro de la Vía Láctea, todos tenían cabello como el de Sagitaria, fue la primera especie en aprender acerca del forfor y contactar con otra civilización—: si juntamos a alguien con repulsión —señaló a Gray—, con atracción —se señaló a sí misma— y con fusión —señaló a Ruperco—, se anulan los efectos negativos.

Los dos se quedaron con la mirada en blanco.

—¿Dije algo raro? —Ladeó su cabeza.

—¿Así de fácil?

—¿¡De verdad voy a dejar de perder mis recuerdos!?

—Sí, ninguno de los dos tendrán que sufrir más. Podrán sonreír siempre que estemos juntos —se rascó la mejilla—; bueno, podríamos quedarnos en este planeta, pero...

Gray limpió sus lágrimas y mocos con las mangas de su camisa.

—¡No, tengo que buscar a mi hermano mayor!

Esa chica con sangre Starchild asintió.

—De todas formas, es raro que en un planeta aparezcan suficientes usuarios de forfor... Habríamos tenido que salir a la galaxia para encontrar a nuestro tercer compañero, Ruperco.

—¿¡Ya me estabas contando!?

—Sí, eres mi amorcito después de todo.

—¡Que no estamos saliendo, maldición!

—Pero el trato era darte esta valiosa información a cambio de comenzar a salir... —frunció el ceño; era la primera vez que Ruperco la veía hacer tal cosa—. Mentiroso... infiel...

—¡Pero yo jamás hice un trato contigo!

Gray los veía discutir desde su lugar en el suelo de la cueva. Eran lindos, ambos; y Sagitaria había dicho que quería salir con ella también, así que tal vez su vida se volvería mucho mejor ahora que ellos se unirían al viaje. Volteó su rostro hacia la cascada, el flujo del agua era rápido y la luz del sol que se difractaba al pasar se veía como un arcoíris en el suelo.

—¿Y yo era la que lo iba a ayudar? —Se rio de sí misma—. Soy tan tonta...

To aru Majutsu no Kodomo Kyoushi: Imaginary TomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora