Capitulo 17

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Vanesa volvía a su casa con la cabeza a punto de estallar. Estaba demasiado molesta como para pensar en algo siquiera.

En su camino a gran velocidad estaba dando empujones a quien se atravesara, sin importarle de quien se tratase.

—Idiota —bufó jalándose los cabellos rojizos—. Estúpido, estúpido. —Max había seguido insistiéndole por mucho que Vanesa le hubiera advertido que no estaba interesada en lo absoluto en sus proposiciones.

Ella había ido con simples intenciones de arreglar algunas cuentas pendientes y él se había precipitado intentando robarle un beso al despedirse.

Cuando llegó a su casa golpeó la puerta con fuerzas. Había olvidado llevar llaves y estaba suponiendo que no había nadie en ella.

—Vamos, mamá —murmuró y golpeó una vez más.

Esperó unos minutos hasta que finalmente la única puerta que se abrió fue la de la casa que estaba al lado de la suya.

Decidió que lo mejor era sentarse a esperar.

Se arrepentía de no haber acompañado a Natalie, así sabría en donde ésta vivía y se mantendría con ella hasta que su madre llegara.

A las siete de la tarde Vanesa había comenzado a cabecear contra la puerta principal mientras sus ojos se cerraban.

Estaba abrazada a su bolso y comenzaba a haber un poco de viento, así que se cubrió con un polar que se había quitado durante el día en la escuela.

.

—Hija, Vanesa. —La pelirroja fue sacudida de repente y se acomodó para seguir durmiendo—. Vanesa, despierta.

—No, déjame.

El tiempo había vuelto a transcurrir, y cuando ella abrió los ojos, pudo notar que ya había anochecido.

Las calles estaban desiertas y hacía frío.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Olvidé las llaves. —Se reincorporó para dejar que su madre abriera la puerta.

—¿Estuviste aquí toda la tarde?

—No… después de la escuela pasé a otro lado. —Vanesa pensó unos segundos en si era o no buena idea contarle a su mamá que Maximiliano estaba en la cuidad—. Es que… Max me llamó hoy.

—¿Max? —Diana se mantuvo pensativa un rato, intentando recordar dónde había oído ese nombre antes. Cuando por fin pudo recordarlo, abrió la boca sorprendida—. ¡Max! ¡Sí! ¿Max? —Frunció el ceño—. Hace mucho tiempo que no veo a ese chico. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no dijiste que estaba aquí?

—Me ha tomado por sorpresa. Llamó hoy y me avisó que pasaría por mí a la salida.

—¿De verdad? Me alegra mucho que aún se acuerde de ti. Eran buenos amigos y tú lo tenías olvidado. —Vanesa suspiró.

Entendía que su madre hablara así. Ella no sabía nada acerca de todo lo que ambos habían vivido y cómo habían acabado por apartarse el uno del otro.

—¿Por qué no lo has invitado a cenar?

Pensó unos segundos en una respuesta.

Era claro que no lo había llevado porque no había querido. Lo único que intentó a cada momento había sido apartarlo de ella y hacer que se marchase lo antes posible, pero Max parecía no comprender.

Solo quería acercarse más y más.

—Tenía cosas que hacer. Acaba de llegar y no podía tardar.

—Oh, ya veo —contestó Diana—. Será para la próxima, supongo. —Vanesa asintió desganada. Ojalá y su madre no tuviese razón—. ¿Y Tom? —En el instante en que la pelirroja oyó aquel nombre se sonrojó e intentó ocultarlo dándose media vuelta y fingiendo buscar algo dentro de su bolso.

—Tom… no lo sé —rascó tras su oreja, y antes de que su madre fuese a preguntar cualquier otra cosa, subió hasta su habitación.

Ya estando dentro acomodó sus cosas y se quitó la ropa para darse una ducha.

Al día siguiente, de seguro Tom y, por qué no, Georg, no dejarían de acosarla hasta que les contara todo lo que había sucedido.

La pelirroja no necesitaba pensarlo demasiado para darse cuenta que Tom no iba a poder dejar la boca cerrada tratándose de su mejor amigo.

Supuso que estaba bien, después de todo,no tenía ningún problema con que él también se enterara la clase de persona que era Max. Peor para él.

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