No era justo, no se suponía así fuesen las cosas. La nieve estaba bien, si llovía tampoco es que le complicara tanto, pero esa mezcla entre lluvia, truenos y relámpagos siempre le habían aterrado, o por lo menos así había sido desde que un rayo golpeó fuera de su ventana.
Vanesa sentía que no había exagerado cuando dijo que había pensado que ese era su último maldito día de vida. Tenía trece años y su papá había puesto esos extraños artefactos que acabaron atrayendo al rayo desde el cielo. Ella estaba leyendo una novela infantil a las una de la madrugada porque no lo había hecho antes y tenía prueba de ella al día siguiente.
Se había orinado sobre sus sábanas nuevas, había hecho trisas el libro y luego de que el destello de luz que iluminó su habitación se marchara, había salido llorando como una pequeña de cinco años y había corrido por toda la casa sin saber en dónde ocultarse.
No fue consciente de qué era lo que había golpeado su ventana, pero el miedo había sido tal que no le importó luego enterarse de que no había ningún alienígena deseando abducirla, ella odiaba cualquier cosa que proviniera del cielo.
Y ahora… Diana no estaba para protegerla.
Deseaba bajarse de la cama y ocultarse bajo esta durante toda la noche. Las relajadas respiraciones de sus amigos le eran molestas, porque ella no había sido capaz de dormir ni un solo poco.
La habitación se iluminó cuando un fuerte relámpago rompió su concentración.
Vanesa se lanzó al suelo y se ocultó bajo su cama. Aún así, no podía sentirse segura. Estaba temblando de miedo y quizás estaba exagerando, lo sabía, pero nunca antes se había sentido tan cerca del cielo.
—Michelle… —Sacando su cabeza, llamó a la chica sobre su cama, quien dejaba colgar un brazo.
No sabía qué iba a necesitar de ella, en qué podría ayudarle, pero así no se sentiría tan sola.
Michelle no reaccionó y un trueno resonó con mucha potencia, Vanesa lloriqueó y salió disparada de su lugar.
—Ya, ya, ya. Vanesa, cálmate. —Se alentó y sentó sobre su cama nuevamente. Hacía mucho frío, no lo había notado mientras hablaba con Michelle.
Y un trueno más la lanzó sobre la cama de su amigo. Se removió llena de desesperación hasta que estuvo bajo las mantas y bien agarrada a su brazo. No permitió que ni un solo cabello sobresaliera de las mantas.
—Tom, Tom, despierta. —Ella lo sacudió y enterró sus dedos en cualquier parte de su cuerpo para llamar su atención. El rubio se removió asustado, y cuando trató de descubrirla y Vanesa no se lo permitió gruñéndole, pensó por momentos que tenía bajo las mantas a un animal salvaje.
—Maldición —se quejó y restregó sus ojos pesados, queriendo volver a dormir.
—Quiero volver, quiero volver ahora ¡ya!
—Pero… ¿Qué te pasa?
—Los truenos, tengo miedo. —Tom se cubrió la boca para no reír.
—¿Y por eso estás así? Solo son truenos.
—Truenos, relámpagos, odio estos temporales. ¡Debería estar nevando!
—Siempre es igual. Pasa en un rato y luego vuelve a nevar. —Pero para Vanesa eso no era ningún consuelo.
Quería salir corriendo y no regresar más a ese espantoso lugar. Necesitaba su casa y cama para así sentirse aunque fuese un poco más segura. En una cabaña era imposible que eso sucediese.
—Tom, entiende, me aterran los truenos.
—¿Por qué a todas les sucede eso?
—¡¿Acaso ves a Michelle quejándose?! ¡Cállate y sé buen amigo!
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Mi Nerd Favorito.
RomanceTom no era el típico chico popular de la escuela que tenía cientos de amigos y chicas rendidas a sus pies. Él tenía un algo que lo hacía especial y muy diferente a todos quienes lo rodeaban. Lo único malo era que eso simplemente Vanesa podía notarlo...