Capítulo 67

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—Novios.

—¿Qué? Claro que no.

—¿Por qué no? —Vanesa no sabía, pero no podía imaginarse a ella misma saliendo con Tom. Era extraño, ya sentía que había llegado demasiado lejos y todavía no lograba asimilarlo. Hablar de una relación era algo mucho más complicado.

—Simplemente no. Conociéndolo, dudo mucho que quiera tener una relación conmigo. Hay que dejarlo respirar un poco, hemos pasado por muchas cosas y estoy abrumada. Son demasiadas emociones, déjame asimilar esto por favor.

Michelle frunció el ceño.

—Yo pienso que él muere por que seas su novia. Dime, ¿no has pensado lo lindo que se sentiría saber que él y tú están juntos? No sé, podrían tomarse de la mano cada vez que pudieran, podrían andar como dos enamorados frente a los demás sin que comiencen a salir rumores, además podrías besarlo cuando se te dé la gana y donde se te dé la gana sin que sea algo extraño.

—No digas esas cosas —se quejó Vanesa.

Obviamente ella deseaba algo así, estaba enamorada de Tom y  besarlo era lo único que le gustaba hacer cuando estaba a su lado. Le gustaba sentirlo cerca, muy cerca, le gustaban sus abrazos, sus besos y su calor. Pero Tom no era de esos, era aún demasiado tímido y Vanesa no estaba completamente segura de que él de verdad le correspondiera del todo. Quizás sí la quería pero sus emociones eran demasiado recientes y le habían caído encima como un saco de papas sobre la cabeza.

—Podrías pedírselo tú.

—¿Qué? No, eso si que no. ¿Me ves con cara de poder atreverme? Quizás hay que esperar un tiempo.

—¿Tiempo? —Michelle rió—. ¿Acaso no te basta con todo el tiempo que llevan siendo amigos?

—A mí me basta estar con él. Yo no voy a presionarlo, estoy bien por ahora.

Michelle asintió. Podía comprender a Vanesa, y quizás ella tenía razón. Además, aún no los conocía bien para poder opinar acerca de lo que tenían. Había que darle tiempo al tiempo y si las cosas tenían que funcionar bien, lo harían. 

.

Georg había obligado a Tom a bañarse, él se había negado, no tenía ánimos, pero finalmente había cedido y ambos estaban dentro de una pequeña piscina en la cual el agua casi superaba los cuarenta grados. Entrar en ella para Tom había sido un horror, pero ya se había acostumbrado a la temperatura y comenzaba a parecerle incluso agradable, aunque en un comienzo no hubiese podido ni siquiera moverse.

—Lo sabía.

—De qué hablas, ni siquiera yo lo sabía.

—No, tú estabas ciego, pero por fin abriste los ojos. 

Tom suspiró. Su amigo no quería dejarlo tranquilo.

—Estás loco.

 —No, es que yo podía notarlo, siempre estuviste enfermo por ella, pero eres tan cobarde que no quisiste comprenderlo. Seguro pensabas que Vanesa iba a rechazarte.

 —¡No pensaba eso!

—Sí, pero como estabas ciego, no querías verlo. 

Tom no volvió a quejarse porque sabía que quizás Georg tenía razón. A él no le había comenzado a gustar su amiga de un segundo a otro, el haber besado a Elisa simplemente le había hecho darse cuenta que prefería, por sobre todo, los besos que la pelirroja le daba.

Ella había llegado en el mejor momento, era como un perro guardián. Las últimas semanas, especialmente después de lo sucedido con Adam, Vanesa era la sombra de Tom y estaba lista para saltar a morder a cualquiera que se acercara con malas intenciones. 

No iba a durar mucho, él sabía que no importaba adónde se fuese, siempre seguiría pensando en ella. Pero estaba inseguro, no sabía que sentiría ella si él se iba a otro lugar, si lo llamaría, si se acordaría de él, si le pensaría.

No había pensado en ello.

—Georg, qué pasará el otro año cuando yo...

—No pienses en eso —interrumpió de inmediato el castaño—. Te prohíbo que ahora pienses en ello, aún no es nada seguro, Tom. Quizás luego cambias de opinión y decides quedarte.

—Sabes que eso no sucederá —Tom suspiró—. Pero tienes razón, todavía falta mucho.

Georg asintió y cerró los ojos hundiéndose bajo el agua caliente. Tom se quedó en silencio y prefirió no decir más. Solo quería marcharse luego a casa.  

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