Capítulo 32

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—Nat, ve a buscar a alguien. —La rubia asintió ante orden de su amiga y se marchó corriendo del lugar sin mirar atrás, dejando a Vanesa aún atrapada entre los brazos del enorme chico, quien no la había soltado a pesar de sus insistencias.

—¡Maldito hijo de puta! ¡Te voy a matar! ¡Te vas a arrepentir! —Vanesa dejó a todos descolocados antes sus palabras, el rostro de Adam se tornó pálido y salió también para luego ser seguido por los demás.

Ella no se atrevió a mirar a Tom, e intentó recobrar la respiración apenas su cuerpo fue liberado.

Estaba aterrada, y de reojo pudo ver cómo su amigo se levantaba y encerraba en un baño, comenzando a sollozar.

No iba a dejar las cosas así, no iba a permitir que otra vez le pusieran una mano encima a Tom.

No sabía realmente qué planearía luego, pero algo tendría que ocurrírsele.

Él no merecía que todos fueran tan injustos, que lo pasaran a llevar e incluso le golpearan cuando nunca había hecho nada por lastimar a otra persona.

Vanesa sintió como su estómago daba vueltas y su cabeza comenzaba a doler. Una pena horrible se alojó en medio de su pecho y se volteó para solo ver el espacio vacío en el suelo y los pies temblorosos bajo la puerta.

No se atrevió a hablar hasta que llegó junto a él, siendo aún separados por un trozo de melamina pintada.

Tom no respondió a su llamado, y Vanesa se arrodilló para ver de qué manera iba a entrar ahí.

Apretada, pudo pasar su cuerpo por el pequeño espacio que había bajo la puerta.

—Tom. —Él simplemente se cubrió el rostro con más fuerzas y dejó que su llanto lo ahogara.

Vanesa restregó sus ojos eliminando sus propias lágrimas para no empeorar las cosas; pero no podía contenerse.

Ella odiaba verlo llorar, y en aquella ocasión, Adam y sus estúpidos amigos se habían excedido.

No sabía por qué Tom le había golpeado, pero debía haber alguna muy buena razón detrás de ello, si no, él nunca se hubiese arriesgado a recibir esos golpes por parte de ellos.

Vanesa contuvo la respiración e intentó mostrarse más fuerte, pero no podía, simplemente algo dentro de ella estaba enormemente herido, e intentando descubrir el rostro de su amigo con sus manos, también comenzó a llorar.

—Mírame —exigió, frustrada por no saber qué hacer.

Tom seguía negándose a enseñar su rostro, y movió sus manos solo cuando ella rebuscó entre sus brazos para poder abrazarlo.

Natalie, junto al primer profesor que había encontrado vagando por el pasillo, entró rápidamente al baño.

La rubia oyó los sollozos de ambos y se inclinó para ver sus pies debajo de una de las tantas puertas.

Observó al alto hombre con angustia.

—¿Quién ha sido el responsable de este desastre?

—Adam, Adam —ella no dudó en responder—. Él y sus amigos han hecho esto y lastimaron a Tom.

—Realmente no me sorprende nada.

Vanesa podía oír las voces de los nuevos acompañantes, pero no se apartó de su lugar en ningún momento, aun luego de percatarse de lo mojado que estaba el rubio y de que no llevaba puesta su camiseta, la cual de seguro ya estaba destruida por ahí.

—Vanesa. —Natalie por fin se decidió a llamar y golpeó suavemente la puerta, esperando a que alguien le respondiera.

Tom intentó contenerse cuando la oyó, pero aunque no deseaba hacerlo, contuvo la respiración y apretó su cuerpo al de su amiga, intentando liberar su frustración.

Suspiró pesadamente y se quejó cuando un dolor punzante se alojó en su costado, en donde se había golpeado accidentalmente al tropezar cuando Fred lo había empujado por orden de Adam.

El pelinegro parecía tener bajo su poder a todos sus amigos, y no entendía cómo ellos podían dejarse manipular por un infeliz que lo único que sabía hacer era fastidiar la vida de quienes le hacían sentir inferior. Porque, cada día que pasaba, Vanesa se convencía más de que la única razón por la cual Adam lo odiaba, era porque sabía que Tom era mucho mejor que él, y no podía hacer absolutamente nada contra eso. 

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