Capítulo 21.

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—Estoy aburrida de sus acosos. —Vanesa se sentó en el borde de su cama mirando a Natalie, que estaba frente a ella media recostada en el suelo, afirmando su cabeza sobre un montón de ropa que ella misma había tomado de la cama de su amiga.

—Aléjate de él.

—Es lo que he estado haciendo desde que llegó. Le he gritado cosas que a cualquier persona le bastarían para no querer acercarse más a mí. ¡Pero no entiende!

—¿Y crees que con lo de ayer ha sido suficiente? —Vanesa negó rotundamente, moviendo exageradamente la cabeza de un lado a otro, entonces la sonrisa que Natalie formó en sus labios le dijo que algo estaba planeando y se le pusieron los vellos de punta con el solo hecho de imaginarse lo que podría ser.

.

—No aceptará. —Vanesa arrugó el papel que tenía entre las manos y lo lanzó al basurero de color negro ubicado en un extremo de la sala, junto a la puerta de color verde.

—Yo creo que sí.

—No. De hecho, creo que pensará que lo estoy utilizando. —Natalie se encogió de hombros.

—Es lo que harás.

—No... yo solo quiero pedirle ayuda. —Una sonrisa enorme se dibujó en los labios de la pelirroja—. Que lindo suena, ¿no? Mira esto. —Le enseñó a su amiga el corazón dibujado en la última hoja de su cuaderno de matemáticas, en donde llevaba dos nombres escritos en el centro—. Vanesa y Tom. Tom y Vanesa. —Se dejó caer sobre la mesa con resignación.

Mientras el profesor se dedicaba a revisar algunas pruebas, ellas se tomaban la hora libre.

—No, en realidad no suena bonito.

—¿Y qué tal suena Natalie y Georg?

—Eso sí suena bonito —dijo la rubia, riendo mientras tomaba un lápiz de color azul para anotar en una hoja cualquiera de su libro—. ¿Lo ves?

—Sí lo veo, pero creo que sus nombres son feos. En cambio, Tom... Tom es un nombre muy bonito. —Vanesa se estremeció, sintiéndose tonta de pronto—. Creo que me acabo de sonrojar. —Se llevó las manos a las mejillas y, en efecto, su cara ardía sin poder controlarlo.

—Puedo notarlo —comentó Natalie, arrancando de inmediato la hoja rayada y lanzándola al basurero de la misma forma que Vanesa lo había hecho.  

—¿Qué tal si le pido el favor a Georg?

—¡No! —Gritó Natalie, llamando algunos segundos la atención de los demás, quienes pronto se giraron y regresaron a lo suyo—. Él es solo mío. ¿Te queda claro? —Vanesa rió, y mientras asentía buscaba un lápiz color rojo para así poder darle color a su corazón un tanto deforme, pero que para ella, resultaba especialmente hermoso.

Se preguntaba qué pensaría Tom si alguna vez llegase a encontrarlo.

.

—¿Por qué te mueves tanto? —Vanesa bufó y se recostó sobre su cama con la simple intención de no seguir viendo a Tom a la cara.

Cuando comenzaban a aparecer los nervios se volvía un tanto torpe. Se mostraba ansiosa y las oraciones salían de su boca como indescifrables trabalenguas.

Odiaba lo que él estaba provocándole. No quería que llegase el momento en que ya no pudiese ocultarlo más... o no quisiese hacerlo.

—No es nada —contestó cerrando los ojos y tomando aire con fuerzas.

—Entonces deja de moverte así. Me pones nervioso.

—Cállate —gruñó—. Trato de pedirte algo y... es muy difícil. —Tom frunció el ceño y se levantó de la silla en la que se había mantenido sentado durante algunos minutos.

—¿Pedirme algo?

—Sí. Y Max tiene que ver con esto.

—Si quieres que vaya y lo golpee para que te deje en paz, definitivamente no cuentes conmigo —dijo con desagrado, pero luego se rió—. Con una sola patada en el culo me lanza cinco metros por el aire. —Vanesa frunció el ceño y lo miró de reojo.

Quizás tenía razón.

—No es eso.

—¿Entonces? —Tom se paseó de un lado a otro, manteniendo sus manos dentro de los bolsillos de su holgado pantalón, uno que Vanesa nunca le había visto pero que parecía haber estado hecho para él, a pesar de no ser su talla—. Estoy inquietándome.

—No te muevas así. Ahora tú me pones nerviosa.

—Habla.

—Es que a Natalie se le ha ocurrido que... —comenzó a hablar, un tanto avergonzada por no saber cómo hacerlo—. Dijo que una de las formas de que Maximiliano se... digamos. —Tom cruzó sus brazos con impaciencia—. Que Max se aburra de mí. ¡Es que no entiendes! —Acabó gritando, molesta por no sentirse capaz de hablar y ser más clara.

Lo estaba confundiendo demasiado, podía verlo en su cara.

—No. Si tú no me dices obviamente yo no puedo entenderte.

—Max dice que quiere, digamos, recuperarme. —Tom frunció el ceño como por quinta vez—. Siempre me dijo que yo le gustaba y esas cosas. —Él asintió, por fin comenzando a entender de qué se trataba todo, aunque aún no sabía qué era lo que ella intentaba pedirle y  por qué le costaba tanto—. Yo solo lo consideré mi amigo, por su puesto.

—¿Pero?

—Pero ahora regresó y... no me gusta. Tú ya sabes por qué no quiero seguir estando con él, no tengo que volver a repetírtelo. Es solo...

—¡Vanesa! —Gritó Tom comenzando a desesperarse.

—¡¿Qué?!

—¡Que hables de una vez! —bufó sin saber ni siquiera hacia qué lado moverse.

—Que Natalie dijo que una buena idea sería decirle a Max que estoy saliendo con alguien. Que tengo novio, ¿entiendes?

—¿Ya?

—Uy, Tom —gruñó ella—. Y yo había pensado en ti. —Vanesa apretó fuertemente los labios, entonces vio su rostro relajarse de a poco. Quizás estaba mal interpretando las cosas—. Solo ante los ojos de Max, claro —concluyó, ocultando su rostro bajo una almohada.

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