Capítulo 30

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—¡¿Que tú hiciste qué?! —Georg comenzó a correr en círculos por todo el baño de hombres, el mismo al cual Vanesa había ingresado el primer día de clases por equivocación.

Tom sonrió al recordarlo.

—Me has oído. —Georg no se detuvo y regresó a Tom para, ésta vez, girar en torno a él como un verdadero loco.

—¡¿Que tú qué?!

—¡¡Georg!! —Exclamó el más bajo, dándole un empujón a su amigo.

El castaño se tambaleó un poco, pero funcionó para que se detuviera y se ubicara frente a él, avergonzándolo y haciéndolo sentir pequeño.

—Estás bromeando, esto es incluso más extraño que si ella hubiese querido enseñártelas. —Tom frunció el ceño—. Digo… ¿Tú realmente pudiste ser quien la besara y no ella a ti? Bueno, de todas formas eso también sería extraño… Estoy confundido.

—Sí.

—¿Y dos veces?

—Sí, en serio. ¿De verdad estás tan sorprendido o estás intentando burlarte de mí? Porque si es así, olvídalo y vámonos de aquí.

—No, no, Tom. —Georg se afirmó en la pared de cerámica y cerró los ojos—. Debes haber sido un asco en eso. —El rubio se cruzó de brazos, un poco confundido.

Georg estaba comportándote de manera bastante extraña.

Tom entendía que estuviese impresionado, pero ni si quiera él mismo había reaccionado de esa manera cuando meditó bien sobre lo que había sucedido con Vanesa.

—Explícate.

—Digo, tú no le das besos ni a tu mamá. ¿Cómo lo hiciste? ¿Y con esas cosas pegadas en los dientes?

—¿Qué? Oh, cállate —gruñó y sintió como sus mejillas se sonrojaban al recordar de pronto lo pésimo que había hecho todo.

Había sido un fiasco como besador, pero le quedaba el consuelo de saber que había sido el primero.

Él no tenía ninguna experiencia.

Se extrañaba que Vanesa no se hubiese sentido asqueada o se hubiese reído de él.

De cierta forma, eso le provocaba algo que no podía explicar bien, pero agradecía infinitamente que ella hubiese reaccionado para poder detenerlo cuando intentó marcharse.

Había querido correr lejos, y quizás ni se hubiesen saludado durante la mañana solo por la vergüenza que sentía. Por eso había sido mejor quedarse al lado de ella, conservando la calma.

Suspiró aliviado.

—¿Cuándo fue la última vez que una chica te gustó? —Tom lo miró aturdido.

Ni siquiera se acordaba.

—Um… deja de preguntar cosas que no voy a poder responder.

—Dime.

—No sé… unos dos años quizás. —Tom hizo memoria—. Vamos, tú sabes. Pero no entiendo a qué se debe todo. Vanesa no me gusta… así. —El castaño sonrió y nuevamente caminó alrededor de Tom.

Ésta vez se movió con calma.

—¿Así?

—Sí, no así como tú estás pensando. Es mi amiga y ya… y yo quería ayudarla y fue lo único que atiné a hacer en ese momento. ¿Qué querías que hiciera?

—Cuando tú “atinas”, no reaccionas de esa manera, Tom. —El rubio se dio media vuelta, dispuesto a marcharse—. ¡Ey!

—No tengo nada más que contarte, Geo.

—No te enojes, Tom, pero entiende que no puedo creérmelo aún.

—No lo hagas y ya. Vamos, no quiero que nos regañen por llegar tarde.

Georg no volvió a protestar.

Ambos salieron del baño en silencio y avanzaron por el pasillo repleto de jóvenes apresurados. Niños pequeños jugando y corriendo de un lado a otro, chicas observando al castaño detrás de Tom, chicas que lo único que causaban en Georg era rechazo. Mientras más intentaran acercarse de aquella forma a él, menos atraído e interesado por ellas él se sentía.

—Niñas locas —se quejó,corriendo para alcanzar a su amigo—. Tom, camina más rápido… Estoy viendo en sus ojos cómo ellas desean comerme.

—Quién como tú —ironizó el rubio, fingiendo sentir envidia.

Georg lo empujó con fuerzas, apresurándolo.

Ambos avanzaron lo más rápido hacia la salida. El patio siempre estaba más despejado y durante el último descanso los dos preferían mantenerse apartados del resto.

Claro, si es que alguien más no llegaba hasta ellos.

—No he visto a Nat por ningún lado. —Georg observó a su alrededor antes de dejarse caer sobre el césped junto a Tom.

—¿Qué te traes con ella? —Georg rió tranquilamente y se encogió de hombros.

—Lo reconozco, es la única que pareciera no querer tener sexo conmigo, y si fuera así, sabe disimularlo muy bien. Tiene lindo cabello…

—No… —Tom lo interrumpió—. Es su color de cabello. Tienes una especie de obsesión con las rubias.

—Bien, pero ella sí tiene lindo cabello, y es tan suave, así como el mío.

Tom se mantuvo en silencio esperando a que su amigo continuara contándole, pero no dijo nada.

—Quieres decirme algo, lo sé.

—Sí, pero es que es extraño que yo diga esto. —Georg se dejó caer de espalda, acomodando su brazo bajo su cabeza para no dañar su cabello—. Me gusta estar con ella.

—Te gusta —agregó Tom sin mirarlo.

—Sí, o eso creo. No es como Emilie… Sigue estando buenísima, es guapa, pero a pesar de ser una chica divertida, nunca pude sentirme cómoda junto a ella, por eso decidí que era mejor que termináramos.

—Díselo. —Georg cerró los ojos.

—Mierda, nunca me había dado tanto miedo enfrentarme a una chica que llamara mi atención, esto es nuevo. —Tom asintió y no dijo nada más porque de cierta forma, podía comprender perfectamente a su amigo.

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