Esa semana había estado cargada de exámenes finales, sentía que la cabeza iba a explotarme en cualquier momento y yo no tenía a nadie que me pudiese brindar un poco de ayuda.
Natalie estaba igual de estresada que yo, Georg ya tenía otras responsabilidades y sabíamos que sus trabajos en la universidad eran tres veces más complejos que los nuestros. No podíamos molestarlo demasiado, menos cuando estaba acercándose fin de año. Aún así, necesité un alma bondadosa que me explicase la materia de matemáticas. Por suerte, me fuese como me fuese, yo ya estaba fuera de la escuela en un par de semanas.
Se suponía que debía de sentirme igual, pero en esta ocasión no fue así. De pronto, el peso de un año más se instaló sobre mis hombros y me di cuenta de que le próximo año ya debía de cambiar mis responsabilidades. No quería hacerlo, sentí que aún no estaba preparada para ello, y por eso Diana y papá entendieron cuando les había informado que tenía decidido posponer por un año mis estudios universitarios.
Todavía necesitaba tiempo, Natalie y Michelle eran diferentes a mí. Yo aún seguía siendo igual de irresponsable que siempre, y no quería cambiar, quería acabar la escuela y estar en casa el resto de mi vida olvidándome completamente de que un día los números me atormentaron.
Esa tarde, mientras preparaba mi bolso para ir a casa de Gisela, mi prima mayor que se había mudado a Hamburgo hacía más o menos cinco meses, llegó un mensaje a mi móvil de un número desconocido.
Fue extraño, pero no le di mayor importancia.
Esa tarde me quedé en casa de Gisela. También lo hice las tres tardes que le siguieron. Incluso mis tíos decidieron acomodar una habitación especial para mí en su casa, que realmente más bien era una especie mansión. Ellos tenían dinero, mucho dinero, y Gisela y yo nos aprovechamos de eso todo lo que pudimos.
La última tarde que estuve con ella mi móvil comenzó a sonar. El número era desconocido así que lo dejé pasar olímpicamente para seguir en lo mío. Fueron un poco insistentes, me marcaron cinco veces y a la sexta contesté.
—Deja de llamar, está equivocado —dije y corté sintiendo el corazón en la garganta. Gisela pareció realmente confundida cuando apagué el móvil, pero no me preguntó nada.
—¿Estás bien?
—Sí, solo tuve un mal presentimiento. Eso es todo.
—Este fin de semana podríamos hacer algo entretenido, ¿qué te parece? —preguntó mi prima—. Hace tiempo que no organizamos nada y creo que es necesario antes de terminar el año, ¿qué opinas?
—Puede ser una buena idea —mascullé sin demasiados ánimos.
—Vamos, todavía está pendiente la celebración de tu cumpleaños.
—Eso fue hace meses —dije riéndome. Ella siempre tenía excusas para ir de fiesta.
—Vamos, dime que sí. Puedo pedirle a papá las llaves de la casa en el campo. Tengo unos amigos nuevos, quizás te agraden —insinuó ella.
—¿Qué pretendes? —pregunté—. A toda costa quieres que me revuelque con alguno de tus amiguitos. ¡Qué asco!
Gisela se reacomodó sobre la cama y encogió los hombros. Mi prima era un caso especial.
—No tienes por qué acostarte con nadie —dijo—. Pero vamos, no has conocido a nadie en mucho tiempo. ¿Crees que vas a estar toda la vida esperando a un Tom que nunca llegará?
—Cállate —dije y la fulminé con la mirada—. Odio cuando sacas ese tema. Yo ni siquiera sé si está vivo, y no me importa.
—Después de un año, se nota que aún no puedes superar nada.
Mi prima se levantó y abrió una lata de cerveza que tenía sobre el escritorio. Me ofreció una pero la rechacé.
—Eso no es verdad.
—¿Por qué te cuesta hablar tanto acerca de eso entonces? Yo solo bromeo.
Fruncí los labios y acabé aceptando una cerveza finalmente. Estaban muy heladas.
—Porque ahora puede ser un poco gracioso —susurré—. Pero tiempo atrás no lo fue.
Entonces mi móvil comenzó a sonar otra vez. Ya estaba molesta, tanto que lo tomé, miré la pantalla y lo lancé por la ventana abierta del segundo piso. Mi prima me miró como si estuviese loca de la cabeza. Quizás sí lo estaba.
—Bien, parece que mañana tenemos panorama. ¡Celular nuevo!
...
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Mi Nerd Favorito.
RomanceTom no era el típico chico popular de la escuela que tenía cientos de amigos y chicas rendidas a sus pies. Él tenía un algo que lo hacía especial y muy diferente a todos quienes lo rodeaban. Lo único malo era que eso simplemente Vanesa podía notarlo...