Capitulo 10

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—¡Tom! —Vanesa no podía creer que el rubio no se atreviese a tocar la puerta y preguntar. ¿No era esa la casa de su tía?—. ¡Ve! ¿Por qué no quieres?

Éste la empujaba desde la espalda, pero Vanesa se resistía sin comprender mucho.

—Luego te explico. ¡Ve tú!

—Yo no la conozco.

—Vanesa —rogó Tom—. ¡Por favor! Luego te explico, pero no me hagas enfrentar a esa gente. ¿Sí?

—¿No es tu familia?

—¡Sí! ¡Pero tú no sabes cómo son! —Tom seguía sacudiéndola del brazo intentando convencerla de ir—. Te lo compensaré, lo juro, lo juro. —Parecía un verdadero niño pequeño mientras le suplicaba colgándose de ella—. Te regalaré un helado el doble de grande del que tenía pensado comprarte.

—¿Se puede saber qué te pasa? Es como si tuvieses miedo de ella. ¿Acaso tu tía te ha dicho o hecho algo? —Tom se mantuvo pensativo, y Vanesa supuso que tenía que ver con eso—. Tom.

—Te lo explicaré luego, ¿vale? —Tom juntó sus dedos índices y jugó con ellos, un tanto avergonzado por el escándalo—. Por favor… —Vanesa bufó.

—Está bien.

—¡Gracias! —Tom dio un saltito haciendo reír a la chica, quien tomó un respiro y lo cogió del brazo.

—Yo iré contigo, pero tú te encargarás de hablar…

—Pero…

—Nada de peros.

Tom bajó la mirada.

 —No te irás, ¿cierto? Me acompañarás y no me dejarás solo con esa loca. —Vanesa asintió, sin saber bien a qué se refería él—. Y me ayudarás si ella insiste en que me quede ahí. —La pelirroja volvió a asentir—. Bien…, vamos.

Ambos caminaron hasta la entrada principal de la casa, y Vanesa golpeó viendo que Tom no estaba dispuesto a hacerlo.

—Igualmente me debes un helado más grande. —Él asintió y dio un paso atrás cuando la puerta de entrada se abrió. Una mujer de cabello castaño y aspecto jovial salió al encuentro.

Miró a la Vanesa totalmente confundida, pero cuando se percató de quien estaba detrás de ella sonrió con falsa emoción.

—¡Qué no es Tom! —exclamó ignorándola y acercándose al chico para apretar sus pómulos con mucha fuerza.

—Tía…, hola —él la saludó. La mujer lo jaló del brazo inmediatamente, haciéndolo pasar.

Tom entró en pánico y se agarró de Vanesa, llevándola con él.

—Supongo que has venido por las cosas de Simone, ¿no? —Tom asintió con la mirada perdida en el suelo, entonces la mujer se fijó por fin en ella—. ¿Nueva amiga?

—Vanesa. —Se presentó mientras la mujer sacudía su mano con desagrado.

—¿Qué pasó con Georg? —preguntó la tía de Tom, y él se aferró más a su amiga.

—Hace una… tarea en casa de un amigo.

—Bien, ¿por qué no toman asiento? Yo voy por la caja. —Tom quiso negarse, pero no tuvo más alternativa que aceptar.

—¿Te molesta que sea demasiado cariñosa contigo? —Tom negó mientras ambos se sentaban resignados sobre el sillón—. ¿Entonces?

—Ella es la esposa de mi tío. Es una mujer realmente desagradable y…, bueno, su hija también lo es.

—¿Tu prima? —Tom asintió.

—Es como si hubiesen nacido para burlarse… de mí —dijo Tom, esto último con algo de vergüenza. Vanesa frunció el ceño—. Ya te darás cuenta.

La mujer bajó a los minutos con una caja pequeña. De seguro todo estaba en su interior, así que Tom se puso de pie, seguido de Vanesa, para tomar la caja entre sus brazos.

—Gracias —dijo él, indicándole a la chica que lo siguiera hasta la entrada.

—¿No se quedarán a cenar? —Tom sacudió la cabeza de un lado a otro.

—Tenemos otras cosas que hacer.

Pero, al parecer, a la tía de Tom poco le importaba aquello. Se limitó a sonreír los primeros cinco segundos. Era tan falsa y escalofriante que a Vanesa se le pusieron los vellos de punta.

—¿En serio? Nunca te había visto con esta chica… —Señaló a Vanesa—. Si no fueras tan feo creería que es tu novia.

Tom se encogió como si le hubiesen dado un fuerte golpe en el abdomen, entonces Vanesa se sintió totalmente aturdida. Su rostro se desfiguró por la sorpresa. No estaba segura de haber oído bien.

—Tía. —Tom apretó sus labios y miró a su amiga—. Por favor, ahora no. —La mujer se rió.

—¿Qué? Vamos, Tom, ¿qué sucede ahora? No te avergüences. Es muy normal que te veas así, aunque a veces me pregunte por qué, cuando tu madre es una mujer tan bella. —Vanesa sintió como si alguien le hubiese lanzado un balde de agua fría encima. Estaba totalmente indignada y furiosa. ¿Qué se creía esa mujer? —Pero tienes que saber que ésta chica es muy linda para ti. Aunque supongo que nunca habrá alguien lo suficientemente mediocre y feo para estar a tu altura. —Vanesa pudo notar como Tom resistía nuevamente esas ganas de romperse a llorar como un niño pequeño e indefenso. Quería matar a esa mujer por lo que decía. La aborrecía como a nada más—. Así que…

—¡¡Ya!! —exclamó la pelirroja mientras sacudía los brazos. La atención de los únicos dos presentes se concentró en ella—. Señora, por favor deténgase ahora. Si no tiene nada bueno que decir mejor cierre su puta boca. Tom y yo no queremos seguir escuchando toda su mierda, así que le agradecería lo dejase en paz. Nosotros ya tenemos que irnos, muchas gracias.

—¿Qué demonios dices? —La mujer no podía asimilar que ella le hubiese hablado así.

Tom bajó la mirada solo para que su tía no viera su sonrisa.

—No pienso repetirlo cuando sé que oyó muy bien lo que dije. Además, no tiene por qué sacar conclusiones apresuradas. Tom y yo… —Vanesa se aclaró la garganta— sí somos novios, así que está muy equivocada.

Decir que la mandíbula de la mujer se había desencajado sería poco, y Vanesa no podía creer que acabara de decir eso. Había valido la pena, de todas formas, especialmente porque Tom estaba incluso más sonrojado que ella.

—Eso es… —La mujer miró a Tom—. ¿Tú y ella? ¿Cómo…?

—Hasta luego, señora —Vanesa la interrumpió y empujó a Tom desde la espalda hasta la salida.

Cuando la puerta se cerró y ellos volvieron a quedar solos todavía no conseguían comprender qué había pasado.

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