Capítulo 66

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—¿Debemos entrar? —Michelle no se atrevió a empujar la puerta, sabía que Tom y Vanesa estaban en el interior de la cabaña. No quería interrumpir nada, pero ella y Georg estaban muriendo de sueño, así que quisiesen ellos o no, debían ingresar.

Para la suerte de todos, ambos ya estaban dormidos. Georg volvía a perder el hilo de la historia, no comprendía nada, aunque para Michelle ya estuviese todo más que claro.

El castaño prefirió no hacer preguntas simplemente porque no deseaba despertar a sus amigos, quienes dormían en la cama de Vanesa más apegados de lo que solían estarlo la mayoría del tiempo.

Michelle no podía negarlo, Vanesa y él hacían una pareja interesante. Ella siempre lo había defendido, desde que puso un primer pie en la escuela, cada vez que podía sacaba a Tom de algún aprieto sin importarle absolutamente nada lo que pensaran los demás.

—Lo único que puedo decir —Georg se cubrió con las mantas, preparándose para dormir—, es que estoy muy orgulloso de mi amigo.

Michelle se dio el trabajo de apagar la única lámpara encendida en esos momentos.

.

Cuando amaneció, Tom esperó que Vanesa acabara de abrigarse para ir a tomar el desayuno juntos. Ella no le había dirigido demasiadas palabras, pero de todas formas estaba bien así.

Tom estaba un poco avergonzado aún, no sabía cómo debía tratar a su amiga luego de eso, pero simplemente no resistió la tentación de abrazarla cuando estuvo lista. Después, ambos caminaron hasta donde estaba el resto.

—Quiero regresar ahora —se quejó ella, dejándose abrazar por su amigo, sintiendo su cuerpo cómodamente alrededor de su espalda.

—Son las nueve, a la cinco ya tenemos que tener todo listo.

Nadie lo pudo evitar, todo el mundo sabía que Vanesa y Tom eran amigos muy cercanos, pero desde que ambos se conocían, ninguna persona los había visto tan juntos. Ellos no parecían amigos, parecían más novios que cualquier otra cosa, por lo menos, así se mostraban esa mañana.

Tom estaba muy distinto ante la vista de todos. El único que aún se atrevía a meterse con él era Adam, pero no lo había hecho después de lo acontecido en los baños.

Todos sabían que si se metían con Tom, también se metían con Vanesa, y la pelirroja sabía defenderse mejor que cualquier otro. Ahora tenían un grupo de amigos que podría contra cualquier persona que quisiese meterse con ellos.

Por otro lado, Tom se veía diferente. Según Georg, ahora su cabello le hacía ver mejor, incluso más guapo. No como él , claro, pero era un avance al menos. Quizás era porque poco a poco Tom había comprendido que no tenía nada de malo ser él mismo, que no tenía por qué seguir al pie de la letra algunas reglas estúpidas de las escuelas que hacían cambiar la verdadera esencia de algunas personas. Tom solo había querido ser responsable y cumplir un reglamento que le había traído más problemas que beneficios. 

Y Elisa estaba ahí, entre el montón. Ella ya suponía lo que había sucedido la noche anterior, y le dolía porque ni siquiera había podido intentarlo con Tom. Definitivamente era un caso perdido porque él nunca iba a corresponderle, habían pasado años y él no se había fijado nunca en ella. No iba a hacerlo ahora.

A medio camino, Vanesa pudo percatarse que ambos estaban siendo muy obvios, así que se detuvo. El rubio la observó confundido un rato, pero decidió que era mejor apartarse un poco de ella cuando pudo notarlo también. Decidió mejor seguir avanzando manteniendo una distancia prudente. Ellos aún no solucionaban todo y realmente no querían levantar prontas sospechas.

Todos comenzaron a murmurar cuando ambos se sentaron en silencio. El desayuno estaba listo, un café caliente y waffles. 

Las manos de Tom comenzaron a temblar, deseaba ponerse de pie y preguntarle a todo el mundo qué sucedía, que porqué los miraban así. Pero es que ya lo sabía, él ya no podría ocultar lo que le sucedía cada vez que estaba cerca de su amiga.

Aunque de todas formas, eso no tenía nada de malo.

—Vanesa...

—¿Qué?

—Nada, olvídalo. —Él prefirió concentrarse en su tazón humeante, pero no podía, no era tan fácil. Vanesa no insistió, pero la situación se comenzó a volver molesta—. Vanesa.

—¿Qué?

—¿Es idea mía o están mirándonos? 

La pelirroja alzó la vista y los enfrentó con la mirada, pero no sucedió nada, ni una palabra, ni una risa, nada, así que prefirieron desayunar rápidamente y salir de ahí enseguida.

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