Capítulo 56

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—Me confundo y duele, duele demasiado.

Michelle apoyó su barbilla en el borde de la piscina y observó a la otra, sentada sobre una manta en el espacio que rodeaba el lugar sin rastro de nieve. Vanesa se cubría la espalda con una gruesa manta tratando de entrar en calor.

—¿Por qué no eres más directa? Deberías ir y decirle, Tom, me gustas. Punto, lo que suceda luego él lo decidirá.

—Me aterra, me aterra incluso más que ir y besarlo, más que cualquier otra cosa que pueda hacer. No quiero sentir su rechazo. Soy una cobarde, no quiero decir esas palabras, sería como exponerme y me siento vulnerable. No quiero que me rompa el corazón.

—Él no te rechazará.

Vanesa se encogió de hombros mirando a lo lejos a sus dos amigos sentados tranquilamente mientras comían. Tom estaba pensativo, y pudo percatarse de lo largo que estaba llevando su cabello.

Tom solía ser muy cuidadoso y sabía que por normas de la escuela debería de habérselo cortado desde hacía ya bastante tiempo, pero no lo había hecho. Claramente su largo no estaba ni cerca al de Georg, el cual casi sobrepasaba sus hombros, pero aún así, su cabello ya cubría sus orejas y era demasiado. Pero se veía bien.

—Tú qué sabes.

—Lo he visto besarte, he visto como te corresponde. Si él no te quisiera, nunca se hubiese tomado la molestia de acompañarte al baño en medio de un temporal, ni hubiese compartido su cama contigo. 

Vanesa se sonrojó de inmediato. Michelle se rió.

 —¿Cómo sabes eso?

—Los oí anoche, cuando te pusiste histérica por un par de truenos. Además, en la mañana estabas en su cama.

—Qué vergüenza —Michelle encogió los hombros—. Entonces oíste lo que le dije cuando regresamos del baño.

—¿Qué? No, no, me dormí de inmediato. ¿Qué fue exactamente lo que sucedió?

—Yo le dije muchas cosas, creo que lo confundí incluso más. Pero no me atreví a contarle exactamente lo que siento. Nos besamos.

Michelle ladeó la cabeza y observó cómo Vanesa intentaba bajar el color de sus mejillas.

—¿Es por eso que ésta mañana a penas hablaron? Tom estaba muy nervioso 

Vanesa asintió. No esperaba que hubiese sido todo tan notorio, pero realmente no le importó que Michelle se hubiese dado cuenta. Solo quería que todo volviese a ser como siempre. Tom era su amigo.

Hasta las tres de la tarde, Tom no había visto a Vanesa. Estaba evitándola, sabía que no debía de hacerlo, que no era justo, pero no había podido evitarlo. No deseaba verla hasta poder aclarar un par de asuntos consigo mismo.

Aún no sabía claramente qué cosa era lo que debía entender. Pero de lo que sí estaba seguro, era que no pensaba permitir que la relación que tenía con ella se enfriara.

Hablarían, quisiera ella o no, dejarían claro algunas cosas y Tom le pediría que ésta no volviese a besarlo más. Si era necesario mentir diciendo que no le resultaba agradable, lo haría. No importaba.

Avanzó a paso lento y no esperó a tener que encontrarla tan pronto. Ella caminaba cabizbaja hacia él sin haberlo visto aún.

Tom comenzó a temblar, no sabía por qué se ponía tan nervioso en su presencia. Precisamente que eso sucediese era lo que quería evitar que sucediera, así que se detuvo y esperó a que ella llegase a su lado por sí sola. Vanesa no lo vio hasta que estuvo a un metro de él. En silencio, levantó la mirada e intentó sonreír, pero no pudo evitar mostrar su sonrojo. Tom no lo comprendió.

—¿Qué... qué haces? —Él se encogió de hombros y apretó contra su cuerpo el grueso polar que llevaba encima.

—Estaba caminando. Pensé que estabas en la piscina con Michelle.

—Ella fue a dormir un rato y no me gusta estar sola.

—Me... digo, ¿buscabas a alguien?

—No precisamente. —Tom sintió una pequeña decepción. Ella no quería hablarlo, había dicho muy en serio que olvidara lo que había sucedido. Pero él no quería hacerlo.

—Ah, ¿y ya almorzaste?

—No tengo hambre. —Tom tragó saliva. Hablarle estaba siendo mucho más incómodo y difícil de lo que había imaginado.

—Uh, bueno, yo ya iba a...

—Tom —ella lo interrumpió y el rubio alzó de inmediato la mirada. Vanesa apretó los labios y miró a su alrededor con nervios. ¡Detestaba esa situación!—. Ya basta, ¿vale? Todo esto me parece demasiado estúpido. Si algo te molesta, dímelo, si quieres golpearme, ¡golpéame! Está bien si se acaba esto de una vez por todas.

Golpearla no era precisamente lo que Tom deseaba hacer. Quizás si ella lo atacaba a él estaba mucho mejor. Un poco de dolor no le vendría nada de mal, tal vez así ya no estaría tan tenso y nervioso.

—Está bien. No puedo relajarme y... quiero hablarte.

—¿Hablarme?

—Sí, pero no sé cómo hacerlo. —Vanesa frunció el ceño. A ellos nunca les había costado decirse nada, le dolía que Tom se sintiese así—. Es que realmente siento que tú...

—Tom, no importa.

—Claro que importa, a mi me importa. Escúchame.

—Está bien, te escucho. Es que yo no quería que llegáramos a esto.

—Simplemente debemos dejar un par de cosas claras, nada más. 

Vanesa sintió cómo algo se oprimía dentro de su pecho. Sabía claramente lo que Tom iba a decirle y no quería oírlo, pero tampoco se atrevía a decirle que no hablara. Se sentía como encerrada en un pequeño cuarto oscuro, sin oxigeno.

—Tom, no, de verdad no es...

—Es necesario —él la interrumpió—. Para mí es muy necesario. Por lo menos, escúchame. Si no quieres hablarme, está bien, pero escúchame. —Vanesa asintió dolida. Se había acabado, no había nada más que decir. Ella no le diría nunca la verdad, Tom no comprendería.

Antes de que él pudiese abrir la boca, la presencia de una de las compañeras cercanas a Tom los interrumpió. Vanesa no la conocía mucho, pero si los había visto juntos muchas veces. La chica no le agradaba, tenía algo que no la convencía. Elisa miraba a Tom como ella lo hacía, y eso difinitivamente, ella no lo iba a permitir.

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