Capítulo 85

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Tom tocó la puerta de la habitación de Vanesa, estaba temblando. Ella no le contestó durante los primeros veinte segundos, luego escuchó unas fuertes y lentas pisadas acercarse. Debía estar tranquilo, confiar en que las cosas no saldrían tan mal.

Cuando Vanesa abrió la puerta media adormilada, se le revolvió el estómago. Ella lo miró seriamente, como si ya estuviese odiándolo.

—Hola.

—Me despertaste, idiota.

—Vale, si quieres me voy.

Tom se sintió culpable cuando vio cómo Vanesa abría bien sus ojos y negaba. Era innegable que ella lo quería, quizás más de lo que él se merecía. No había sido nunca un buen amigo con ella, especialmente desde que se había enterado de lo que su amiga sentía por él.

Había algo que le estaba obligando a desistir de esa idea de irse, pero sabía que luego podría arrepentirse, se lamentaría toda su vida el haberse quedado cuando lo único que había deseado era lo que ya había conseguido. Se iría y no habría nada ni nadie que pudiese impedirlo, solamente esperaba que Vanesa pudiese comprenderlo. Tenía miedo de marcharse con el vacío que ella podría dejarle, y aunque estaba la posibilidad, no había vuelta atrás.

—Es domingo, ¿qué haces aquí?

—Necesitaba hablar contigo.

Vanesa asintió y se hizo a un lado para dejarlo entrar. Estaba todo completamente desordenado, pero él ya conocía ese lado de ella, así que ni siquiera se tomó la molestia de guardar la ropa interior sobre el escritorio. Tom era de los mismos.

—¿Cuándo sales de clases? —Él se sentó sobre la silla a ruedas del escritorio luego de sacar de encima un par de bolsos y cuadernos. Vanesa se había vuelto a acurrucar sobre la cama.

—El martes.

—¿El martes? ¿Tan pronto?

Todo había pasado demasiado rápido, todavía daba la impresión de que el año estaba recién comenzando, pero la verdad era que el tiempo juntos ya se había terminado. Tom solo iba a tener tiempo para despedirse de Vanesa antes de que el día llegase. Él todavía tenía que averiguar bien sobre cómo y dónde llegaría a parar una vez que saliera del país, no podía negar que le asustase, tenía miedo de enfrentarse completamente solo a un nuevo mundo, ni siquiera manejaba bien el idioma vecino, pero debía empezar por algo, luego podría acostumbrarse.

—Bueno, sí, es que hay muchas cosas que debemos hacer. Necesitamos tiempo, y supongo que prepararnos para lo que se viene.

—¿Estás nervioso? 

Vanesa miró a Tom fruncir sus labios antes de reacomodarse sobre la silla y suspirar. Él se veía extrañamente triste y melancólico, pero tenía miedo de preguntar qué le sucedía.  

—No sé, no ahora...

—¿Hay algo que no esté bien?

—¿Por qué? 

Vanesa pudo darse cuenta que había algo que a Tom estaba incomodándole. Lo vio bajar la mirada con calma y suspirar, estaba un poco ansioso, esperando que ella dijese algo.

—Porque te ves un tanto extraño. Si sucede algo, puedes decírmelo... ¿Es sobre eso que quieres hablarme?

—Sí... más o menos. 

La verdad era que Tom ya estaba arrepentido, Vanesa estaba un poco preocupada por él, eso se le notaba a metros, era como si incluso pudiese olerlo. Ella estaba preparándose internamente para lo que venía, iba a lanzarse sobre él con puños y garras y no importaba lo que sucediese después.

—Entonces... te escucho.

—Ah... todavía no, mejor hablemos de eso luego.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que sucede? Ya estás empezando a hacer que me ponga nerviosa.

—De verdad, ahora no, ¿sí?

Vanesa bufó, pero terminó asintiendo y dejando la boca cerrada, aunque por dentro estaba demasiado confundida.

Dejaría a Tom pensar un rato, no quería que luego él se arrepintiese de no hablarle, incluso la leve esperanza de que le fuese a pedir ser algo más la obligó a morderse la lengua. Hasta sus manos comenzaron a sudar... 

Si Tom la besaba tan solo una vez más, ella iba a ser la persona más feliz de la tierra.


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