Capítulo 76

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—Vanesa —Tom se detuvo de golpe cuando se enfrentó a ella. Parecía estar aterrada, y no solo por que estuviesen de nuevo juntos, si no porque estaba en medio de todo el mundo y en peligro de ser encontrada huyendo de la escuela.

—Déjame salir.

—¿A dónde vas?

—Tom, van a verme, sal de mi camino. —Ella lo hizo a un lado y salió lo más rápido que sus piernas pudieron avanzar. Tom la siguió después. No iba a permitir que Vanesa se escapara así de una conversación la cual a él también le había estado aterrando comenzar.

Había intentado quedarse en casa, había intentando avanzar más lento por las calles y así poder hacer más tiempo, pero no iba a dejar que los nervios le ganaran así, no iba a dejar que por eso su amiga también se molestara más... aunque de todas formas ella se encontrase en su misma situación y los nervios llegasen a tal punto que había decidido escapar para así no tener que enfrentarlo.

—¡Vanesa!

—¡Me seguiste! —Se quejó ella sin dejar de avanzar. Aún estaba en terreno peligroso y cualquier persona podría verlos.

—¿En qué estabas pensando?

—En lo mismo que ahora. —Vanesa corrió un par de metros más allá, hasta que consiguió cruzar la calle y dirigirse hasta la pequeña plaza más adelante—. Acabas de correrte de clases, nadie te pidió que me siguieras.

—Estás comportándote como una verdadera cobarde. —Ella se detuvo de inmediato. Tom tenía razón.

—Está bien, no digo más... sígueme si quieres.

—No puedo creer que hagas esto así —ella no le contestó, simplemente dejó caer su bolso, seguido de eso, hacer lo mismo con su cuerpo.

El pasto estaba un poco humedecido, pero a Tom tampoco le importó y se dejó caer a su lado.

—Aquí aún pueden vernos.

—¿Y qué? —Tom se encogió de hombros. A esas alturas ya poco le importaba que alguien fuese verlos ahí. En tres meses, quizás hasta menos, le diría adiós a la escuela y a todos los imbéciles que ahí estaban.

—Nada.

Vanesa miró a su alrededor. Nadie estaba cerca de ellos en esos momentos y eso era lo que menos quería. No sabía qué cosa decirle, cómo iniciar su conversación. Tom estaba mudo, completamente en blanco. Casi peor que ella.

—¿De qué huyes?

—Ah, mira, Tom. De nada, no huyo de nada realmente.

—No mientas.

—¡No miento!

—¿Y por qué me gritas? —Vanesa se mordió la lengua.

Si Tom estaba nervioso, sabía disimularlo muy bien. Ella por su lado, estaba temblando como si estuviera congelándose de frío, él podía notarlo, pero aún así también estaba nervioso.

—Tom, mira... por lo que pasó, yo...

—Está bien, intento decirte lo mismo, pero no puedo hacerlo. Podemos dejarlo.

—¿Crees que es lo mejor? —Preguntó Vanesa calmándose un poco. Tom se encogió de hombros.

—Realmente no lo sé... no sé nada, pero quiero dejarlo así.

—También yo. —Tom bajó la mirada y apretó su mochila contra su cuerpo, sintiendo de pronto la humedad del pasto pasar a través de la tela de sus pantalones—. Oye.

—Qué.

—Realmente no sé qué decir ahora, odio ésta situación.

—Ya ni siquiera sé cómo poder arreglarlo... anoche estuve pensando mucho, y no he llegado a nada. Es... frustrante.

—¿Cosas como qué pensaste? —Tom pestañeó un par de veces, pero no dijo nada. Vanesa podía sentir sus nervios, el leve temblor de su mandíbula.

—Cosas…

—Tom.

—Estoy intentando ser claro, ¿vale?, pero si me presionas no podré. Necesito por un momento que te calles. —Vanesa abrió la boca para protestar, pero Tom la miró con reproche.

Tenía razón, lo mejor que ella podía hacer era cerrar la boca y dejarlo pensar. Tom intentaba decir algo, pero estaba constándole más de lo que lo había creído. Realmente quería huir. Así mismo como lo había intentado Vanesa.

—¡Ya! —Tom frunció el ceño—. Suficiente, Tom, esto es cada vez más estúpido y patético. ¿Cuál es el maldito problema? Yo ya te he dicho absolutamente todo lo que pienso, no sé si algo se me está escapando, de todas formas si es así no creo que sea nada realmente importante.

—¿Pero?

—¿Por qué siempre tiene que haber un pero? —él se encogió de hombros—. Mírame y escúchame.

—Estoy aquí…

Ella rodó los ojos y se acomodó de rodillas frente a Tom.

—Yo te quiero… tú… ¿tú me quieres?

—Por su puesto.

—Tú me gustas —Tom contuvo el aliento y miró nervioso a su alrededor. Vanesa le sostuvo el rostro con las manos en sus mejillas y lo obligó a mirarlo directamente—. ¿Yo te gusto?

Él asintió.

—Háblame, Tom.

—Sí, sí me gustas.

—Entonces, por favor, no vuelvas a alejarte ni un maldito centímetro de mí. Nunca más lo hagas… Lo que realmente odio es que hayas tomado distancia conmigo luego de todo lo que pasó.

—Está bien, lo siento.

—Sí, siéntelo, porque estoy molesta contigo por eso —Tom se encogió, ya no sabía qué cosa decirle, su mente estaba completamente en blanco.

—Yo… oye.

—Mírame —él así lo hizo.

—¿Qué?

—Te quiero —una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del rubio. Estaba un poco avergonzado y la mirada de Vanesa le hacía sentirse cohibido. Aún así, no se arrepentía de haberle seguido.

—También yo —Vanesa sintió las malditas mariposas otra vez, y cuando Tom le quitó las manos de sus propias mejillas para tomar las suyas y besarla con fuerzas, creyó que nunca podría sentir nada mejor que el calor de los labios de su amigo contra los suyos.

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