Tres días después, Tom se veía acorralado entre los enormes cuerpos de sus detestables compañeros.
Georg era un verdadero escudo protector, pero él sabía bien que no podría depender todo el tiempo del castaño.
Georg no era de tener una asistencia perfecta, ni siquiera él mismo lo era, por lo que cada vez que su amigo desaparecía, Adam y sus detestables supuestos amigos iban a divertirse a su costa.
Tom bufó y avanzó por entre los cuerpos a su alrededor, recibiendo los fuertes empujones sin quejarse demasiado.
No era que estuviese sintiendo alguna especie de dolor o algo por el estilo, de hecho ellos muy pocas veces le golpeaban, pero eso no lo salvaba de burlas o fuertes empujones. Su orgullo siempre era el más herido.
—¿En dónde está tu amiguita ahora? —Adam lo detuvo ubicándose frente a él—. He estado pensando y no sería tan mala idea jugar con ella un ratito. Prometí que no se quedaría así lo del almuerzo—. Tom, por primera vez desde hacía un buen rato, alzó la vista y lo miró amenazante.
—No te metas con Vanesa.
—¿Si no qué? —No supo qué decirle.
Claramente, él tenía todas las de perder ahí, pero no iba a permitir que por su culpa su amiga saliera lastimada al haberlo defendido.
Juntó fuerzas y valor para devolverle un fuerte puñetazo en el rostro al grande y alto chico.
Tom nunca lo había golpeado antes, y no iba a negar que su mano comenzó a arder terriblemente, pero había valido la pena.
Apenas Adam alzó la mirada y enseñó su labio roto, Tom sintió su espalda chocar con fuerzas contra el muro de cerámica del baño.
Eso iba a ponerse feo.
…
—¡Ey, tú, pelirroja! —Vanesa observó al único chico de cabello negro que odiaba, aparte de Max, caminar a toda velocidad hacia ella.
Antes de poder si quiera decir una palabra, él lanzó contra su cuerpo el contenido tibio de un vaso que, seguramente, había sacado de la cocina de la escuela.
No sabía qué cosa había manchado su ropa, hasta que se limpió el rostro y despejó su vista.
Parecía una especie de desecho líquido, algo bastante asqueroso. Pero ni siquiera alcanzó a quejarse con Adam, puesto que se había marchado apenas la había ensuciado.
Ella se quedó estática junto a su amiga, quien observaba de un lado a otro sin poder entender bien qué había pasado.
—Mierda. —Vanesa buscó con la mirada algo con lo que poder limpiarse.
—¡¿Qué fue eso?! —Natalie chilló y deseó correr hasta Adam para golpearlo. No podía entender cómo su amiga no hacía absolutamente nada por lo sucedido.
—Ven, acompáñame al baño. —Vanesa avanzó por el pasillo, siendo consciente de las miradas aturdidas de todos sobre ella, incluyendo la de su amiga.
—¿Te quedas así, sin hacer nada? ¡Acaba de mancharte toda la ropa!
—Lo sé, Nat, no necesitas decírmelo. —La rubia se quejó porque también le había salpicado a su ropa algo de ese extraño líquido.
Una vez estuvieron fuera de los baños se detuvieron al volver a ver a Adam, quien parecía estar esperándolas.
—No vuelvas a acercarte a mí, maldito imbécil. —Vanesa lo enfrentó avanzando hasta donde él estaba.
Adam rió y acarició su labio roto con cuidado, soltando un quejido lleno de repulsión.
—¿Qué, alguien por fin ha sido lo suficientemente valiente como para romperte la boca? Esto es realmente maravilloso. —Pero la mirada que él tenía no la dejaba del todo tranquila—. ¿Qué?
—Sí, ¿y sabes quién ha sido el gran valiente? —Ambas amigas se miraron confundidas. Vanesa lo supo apenas volvió a observar al chico, y tragó saliva un par de veces.
No podía ser cierto.
¿Cómo? ¿Por qué?
Negó confundida.
—¿Estás bromeando? —Él se encogió de hombros.
—¿Crees que diría que Tom Kaulitz me ha golpeado por jugarte una broma? ¿Estás loca acaso? —Vanesa se puso rígida.
No sabía por qué, pero a pesar de todo, saberlo no le provocaba una buena sensación.
Natalie se acercó a ella igual de confundida. Ella podía comprender su miedo.
—¿Y Tom? —Vanesa se encogió de hombros al no saberlo y miró de frente al pelinegro, directamente a los ojos.
—¿En dónde está él ahora?
—¿Importa? Dime una cosa, bonita. ¿De verdad Tom te importa o quieres fingir ser una superheroína?
—Te pregunté en dónde Tom. —Vanesa dio un paso al frente y sintió la mano de su amiga tomarla del brazo.
No le importaba que Adam la doblara en tamaño, ni que fuera diez veces más fuerte que ella.
Lo mataría ahí, delante de quien estuviera cerca para presenciarlo… Si Adam se atrevía a lastimar a Tom, ella no dejaría ni una sola parte de su cuerpo ileso y se arrepentiría el resto de su asquerosa y miserable vida.
—Tu amigo ya debe estar hablando con los chicos. —Fue sarcástico.
Adam abrió la puerta del baño lo suficiente como para introducir su cabeza y observar.
Tom tenía resistencia, después de todo, y había recibido ya los bastantes golpes como para estar tirado dolorido en el suelo. Sin embargo, él seguía manteniéndose firme, y todos habían decidido que era suficiente si no querían que luego sus heridas los delataran. Su fea camiseta la habían hecho trisas con un par de tijeras y su delgado torso lastimado y pálido estaba al descubierto.
Era realmente muy delgado, y Adam no comprendió cómo, a pesar de todo, él se había podido defender bien.
Empapado de pies a cabeza, Tom se arrodilló en una esquina sin mirar a nadie, y antes de que Adam pudiese reincorporarse para enfrentar a las dos chicas que estaban del otro lado, el pequeño cuerpo de Vanesa embistió con fuerzas contra el suyo tirándolo al suelo.
No iba a negar que el golpe que se llevó contra el suelo fue enorme. En cambio, Vanesa se puso de pie enseguida, dispuesta a volver a golpearle.
Uno de sus tres amigos la detuvo, y él lo agradeció, porque no hubiese alcanzado ni siquiera a reaccionar para defenderse o moverse.
Vanesa se sacudió de un lado a otro, entre gritos histéricos y patadas, pero se dio cuenta que aquello no traería ningún resultado.
Era demasiado pequeña.
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Mi Nerd Favorito.
RomanceTom no era el típico chico popular de la escuela que tenía cientos de amigos y chicas rendidas a sus pies. Él tenía un algo que lo hacía especial y muy diferente a todos quienes lo rodeaban. Lo único malo era que eso simplemente Vanesa podía notarlo...