Capítulo 29

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Vanesa acomodó sus cosas sobre la mesa y se dejó caer sobre la silla.
Estaba cansada y aún no hacía absolutamente nada.

Natalie la observaba levenmente confundida porque, a pesar de todo había aprendido a conocerla muy bien, y sabía que debajo de esa expresión demacrada con la que estaba cargando, en el fondo estaba segura de que se sentía más feliz que nunca.

—¿Todo bien? —Le preguntó dudosa, y frunció el ceño cuando la pelirroja asintió sin mirarla—. Creo que definitivamente lo tuyo es estar en casa y dormir.

Vanesa estaba de acuerdo.  

No había nada mejor que poder descansar todo el tiempo que se le diera la gana. Hacer nada y solo estar echada sobre la cama con los ojos cerrados.

Ahora con más razón quería volver a casa, ya que los dos últimos días habían sido particularmente especiales, y en lo único en lo cual podía pensar era en Tom.

Simplemente esperaba que las vacaciones de tres semanas llegaran pronto para volver a encerrarse en su habitación.

Quedaba ya menos de un mes para eso, pero había estado revisando algunas notas y no estaban tan bien como ella hubiese querido.

Tom la había ayudado estudiando. Había subido mucho algunas calificaciones, pero con esa misma facilidad había bajado otras por descuidarlas.

Definitivamente ella no estaba hecha para eso.

Esperaba que el año acabara pronto. Solo le quedaría soportar otro más y podría ser libre. La universidad era algo que veía tan lejano y ajeno. Eso era para personas inteligentes como Tom, no para mediocres como ella.

Sí, estaba siendo muy dura consigo misma, pero era mejor tener las cosas claras de una vez por todas para no hacerse ilusiones, o a su familia.

No tenía el aburrido hábito de repasar materias, de hacer tareas o estudiar para las pruebas, ni siquiera para las más importantes. No le interesaba nada en concreto, y si nunca pasaba, eso la tenía sin cuidado.

Tom había sido una grandiosa ayuda, y era él el único medio de inspiración que Vanesa tenía.

De no ser por él, rápidamente se hubiese rendido con Historia y Matemáticas.

A su rubio amigo solo le quedaba medio año de clases y pronto sería libre. Estaba por cumplir diecisiete años, y aunque aún no fuese mayor de edad, sería exactamente lo mismo en alguien tan responsable e independiente como Tom.

Vanesa bufó.

—¿Qué?

—Nada.

—Te conozco. —Se encogió de hombros y sonrió tranquilamente, intentando no demostrar demasiado lo que sentía.

—Luego te cuento todo, ¿vale? —Natalie asintió de acuerdo y acomodó sus cosas al igual que su amiga, despejando su mesa para ubicar sobre ésta su cuaderno.

Vanesa observó atenta a su profesor cuando éste ingresó al salón y comenzó su clase. Absolutamente todo lo que decía, ya lo había oído de la boca de Tom, quien le había adelantado suficiente materia como para que ella pudiese utilizar las horas de Historia para dormir.

Aun así, ella prestó atención a todo lo que se habló, dejando cada concepto y palabra nueva grabada en su cabeza.

—A ti te está pasando algo. ¿Quieres contarme ahora?

—No, espera a salir, mientras desayunemos te digo… si es que Tom y Geo no llegan, claro.

—¿Es con ellos? ¿Qué sucedió?

—Es Tom, Nat. ¿Qué más puede ser a parte de él? Últimamente es… —Vanesa frunció el ceño, dándose cuenta de lo que estaba a punto de decir—. Es todo en lo que me preocupo.

Maldición, y era cierto.

Tom, definitivamente, había cambiado algo en ella, y no sabía bien qué cosa había sido.

—Tom esto, Tom esto otro… ¿Te has visto la cara en un espejo?

—Todos los días de mi fea existencia. ¿Debes estar recordándomelo siempre? Me basta con la cara que vi reflejada ésta mañana cuando entré al baño. —Natalie soltó una disimulada carcajada y palmeó la espalda de su amiga.

—No tienes la misma suerte que yo. Soy bella en cada momento de mi vida. Pero no te deprimas, no estás mal tampoco. —Vanesa la apartó con desagrado y volvió a concentrarse en las palabras del hombre de unos cuarenta y cinco años que tenía al frente.

Era todo realmente sencillo de comprender, y se preguntó cómo no lo había podido grabar en su cabeza antes.

Tom era increíble.

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