Capítulo 86

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Sentada sobre la cama, Vanesa comenzaba a desesperarse. Tom caminaba de un lado a otro con las manos en los bolsillos, buscando la mejor manera de darle la noticia a su amiga.

Ella ni siquiera sospechaba un poco sobre qué podría tratarse, pero por la actitud de Tom, supuso que no sería nada bueno. Él acababa de salir de clases y lo había visto muy estresado haciendo miles de trámites que ella no comprendía de qué se trataban.

Un mal presentimiento se alojó en la parte baja de su abdomen. Tom estaba mordiéndose los labios desesperadamente, y cuando la miró, tuvo la impresión de que sus ojos estaban humedecidos.

—¿Qué sucede?

—Yo, no sé cómo decirlo.

—Estás asustándome, Tom. Habla de una vez —Él se encogió un poco y luego dio tres pasos atrás, hasta que su espalda dio contra la puerta—. ¿Tom?

—¡Ya! Estoy intentando hablar, no es fácil.

—¿Qué cosa tan horrenda puede ser para que te pongas así? 

Cuando lo vio bajar la mirada y quedarse así, Vanesa comprendió lo realmente serio del asunto. Tom estaba muy afectado por eso, a punto de echarse a llorar ahí mismo... Hacía mucho tiempo Vanesa no lo había visto así de asustado e indefenso, él ya no le mostraba más sus lágrimas.

—¿Cómo puedo decirlo?

—¿Qué cosa, Tom?

—No quiero que me odies.

Vanesa se puso de pie y enseguida avanzó hasta el lado de él. Tom no se molestó en levantar la mirada, seguía manteniéndose afirmado y con los brazos colgando a cada lado de su cuerpo.

—¿Cómo voy a odiarte? Jamás podría. Estás preocupándome, ya no me hagas más esto y habla de una vez. —Él carraspeó un poco y no alzó la mirada hasta que Vanesa le hubo tomado los hombros. Estaba aterrado, y eso le hizo encoger el corazón—. Tom.

—Me voy —su voz sonó rota y casi en un susurro. Ella no supo comprender bien.

—¿Cómo? ¿Dónde? De qué estás hablando.

—Que me voy, dije que me voy.

Tom volvió a bajar la mirada cuando las manos de Vanesa se alejaron de sus hombros. Él iba a quejarse, necesitaba ese sustento, pero no se atrevió a pedirlo.

—¿Te vas? ¿Adónde?

—Yo... la próxima semana me marcho.

Vanesa suspiró, aún no tomándole el real peso a sus palabras. Tom debía explicarle bien, simplemente la había dejado más confundida.

—¿Por qué es tan horrible para ti? Dime adónde vas, por cuánto tiempo...

Cuando él volvió a mirarla, Vanesa entendió. Un nudo le apretó con fuerzas la garganta. Aún Tom no le había explicado nada, pero ya estaba asustada de oírlo. Los ojos de él volvieron a humedecerse y respiró hondamente para tranquilizarse.

—Me voy a Francia... estudiaré en París.

—¿Qué?

—¡Que me voy a París! —Él no sonrió, no estaba bromeando, no podía bromear con una cosa así—. Me voy dentro de muy poco y no voy a volver hasta que acabe mis estudios. No vamos a poder vernos más, Vanesa.

Tom no pudo moverse ni reaccionar para que el impacto de la mano de su amiga en su cara doliese menos. Su mejilla comenzó a arder segundos después, pero no se atrevió a tocarse, ni siquiera a mirarla.

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