𝐑𝐎𝐂𝐊𝐒𝐓𝐀𝐑, 𝐨𝐧𝐞 𝐬𝐡𝐨𝐭𝐬 | 𝐞𝐝𝐝𝐢𝐞 𝐦𝐮𝐧𝐬𝐨𝐧 & 𝐣𝐨𝐞 𝐪.

10: 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐭𝐮 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞

RESUMEN: Durante el receso de primavera, Eddie le ha hecho algo horrible al que, se supone, es el amor de su vida.

primera parte

━━TU SABES LO MUCHO QUE ODIO LAS MULTITUDES, CASS. Lo sabes a la perfección, nena —. Eddie se queja en mi dirección mientras está sentado en el sofá de su sala. Su guitarra estaba apoyada en una de sus piernas entretanto que rasgaba acordes al azar en sus cuerdas, sin molestarse en mirarme a la cara, demasiado concentrado en ajustar las clavijas del instrumento.

Rodeo los ojos mentalmente al percibir que esto era una discusión completamente perdida.

— Es un maldito baile, Eddie. Se supone que es lo que los novios hacen — le manifiesto con molestia ante tanta negación de su parte, sintiendo como el tono de mi voz iba subiendo por la frustración. Resopla en su lugar y sube su mirada hacia mi, observándome con ojos cansados: — No pretendo que compartas con todo el mundo, solo quiero que estés ahí conmigo — intento por última vez convencerlo de que vaya al baile de primavera junto a mi, a pesar de las millones de excusas que me ha inventado a lo largo de esta discusión.

Sin embargo, todo lo que obtengo es un sepulcral silencio.

Espero unos segundos a que conteste algo, pero no lo hace. Suspiro en derrota y comienzo a sentir como mis ojos pican por las inminentes lágrimas que se estaban acumulando. No era la primera vez que se negaba completamente a hacer algo que me importara, o simplemente por que me agradara la idea; creo que si dependiera de él, me mantendría aquí en su remolque por el resto de los días.

— Bien — suelto bruscamente, cansada de su maldito egoísmo. Tomo mis cosas que estaban reposando en el taburete de la encimera, completamente lista para tragarme las lágrimas y abandonar su caravana. Pero se levanta del sofá y se apresura a llegar a mi encuentro, tomando mi rostro entre sus manos para impedir que me moviera.

— No, Cass. No te vayas así — me pide en voz baja y apretada, observándome con ese par de ojos marrones en los que me he hundido desde hace tanto tiempo: — Perdóname, amor. Sé que soy un imbécil, solo... no te vayas de esta forma — murmura acariciando mis mejillas con sus pulgares.

Lo miro escéptica al escuchar que su única preocupación era de que no me enfadara con él y no poder ser un poco mas condescendiente consigo mismo. Quito sus manos de mi cara de un golpe y abro la puerta a mi costado, bajando rápidamente los pequeños escalones de metal de la entrada y aproximarme hasta mi automóvil para conducir hasta casa.

Me reprendo a mi misma cuando aún tengo esa sensación en el pecho de querer que saliera detrás de mi y me detuviera, que rodeara sus brazos alrededor de mi y besara mi rostro, disculpándose una y mil veces para después retorcernos entre las sábanas de su cama como reconciliación. Era un escenario mas que familiar ante mi, y detestaba la idea de lo mucho que aún deseaba que se repitiera en este momento.