un lugar en donde podrás echar a volar tu imaginación;
junto a eddie munson,
o joseph quinn 🎲
- no acepto la copia ni la traducción de ninguna de las historias publicadas en este libro.
🏅#144 en 𝘴𝘵𝘳𝘢𝘯𝘨𝘦𝘳𝘵𝘩𝘪𝘯𝘨𝘴
🏅#110 en 𝘦𝘥𝘥𝘪𝘦𝘮�...
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La temperatura primaveral comenzó a caer estrepitosamente después de las once de la noche, por lo que Charlie dejó caer suavemente el escrito en sus piernas y levantó la mirada desde las viejas páginas de su copia de Matar a un Ruiseñor, para observar alrededor de la habitación.
Sus ojos buscaron por alguna ventana abierta en el remolque que estuviera provocando la piel de gallina en su cuerpo, pero no era el caso. Sus piernas reposaban cómodamente sobre el regazo de Eddie, quien mantenía la cabeza entre sus libros de Calabozos y Dragones, con los ideas fluyendo para su próxima campaña.
Charlie se reincorpora en el sofá, llamando automáticamente la atención de Eddie, quien asoma esos grandes ojos de cierva por la parte superior de su libro. La chica le da una pequeña sonrisa, dejando el libro donde antes descansaba su trasero para arrastrarse hacia el pelilargo, depositando un beso en su sien.
—Haré un poco de té. ¿Quieres algo?
Eddie frunce los labios, como si fingiera pensar. Charlie resopla divertida, despejando sus ojos del flequillo oscuro que caía sobre ellos.
—Una cerveza estaría bien, bebé.
La morena, satisfecha con su respuesta, se levanta completamente del sofá y siente un cariñoso apretón en la parte posterior de su muslo por Eddie, antes de dejarla ir. Sus pies descalzos se mueven a través de la caravana, llegando hacia la pequeña cocina y encendiendo la luz, la vieja bombilla tintineando los primeros segundos para luego estabilizarse.
Charlie se menea a través de la cocina, con la completa confianza y naturalidad que su relación con Eddie le había brindado. Ese acogedor remolque se había convertido en su hogar, pasando la mayoría de su tiempo ahí desde que con el pelilargo lo habían formalizado hace un año y un poco más. Sus brazos se estiran hasta la alacena mas cerca, la que Eddie había encargado en despejar de la loza anterior para ubicar las tazas en su lugar, solo para que estuvieran al alcance de Charlie; sabía lo adicta que era su novia a la bebida caliente, por lo que se preocupó de reacomodar varias cosas en los muebles de cocina donde no se le complicara ponerse en puntitas y luchar contra su estatura.
La infusión de canela escurriéndose dentro de la taza con agua hirviendo provoca un delicioso aroma que Charlie inhala con satisfacción, a la vez que tararea alegremente. Una vez que termina de limpiar el cristal empañado de sus lentes de lectura, vuelve a colocárselos en el puente de su nariz y saca una botella de cerveza del refrigerador, cerrando la puerta a sus espaldas y caminando otra vez en dirección a la sala.
