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Hanna.

Llego a mi departamento para tomar una ducha, son apenas las seis de la tarde, Bertram quedó de pasar por mí a las nueve así que tengo tiempo para arreglarme y verme decente.

En un principio no quería pero Yelena me convenció de que tenía que seguir con mi vida.

Siendo sincera cada vez que la recuerdo siento culpa pues pude hacer más para persuadirla. Detengo las lágrimas que amenazan con invadir mi rostro y sigo preparándome para mi cita.

...

Me estoy terminando de maquillar cuando escucho que tocan y salgo de mi habitación para abrir.

Me decidí por un vestido rojo y no uso mucho maquillaje, me gusta que verme lo más natural posible.

Abro la puerta y me encuentro un chico alto de piel blanca y cabello rubio rizado sosteniendo un ramo de rosas.

— ¡Hola! Son muy lindas gracias.— le digo con una sonrisa tomando las flores y lo invito a pasar.

— Ninguna flor se compara en belleza a tí.—

— No es cierto, no dijiste éso ¿O sí?.— comienzo a reír pues siendo sincera es lo más cliché que me han dicho.

— Lo sé fué muy cursi de mi parte, es que bueno hace mucho que no salgo con alguien, para ser exactos desde la secundaria.—

— ¡No!.— digo sorprendida. — ¿Enserio desde la secundaria?.— pregunto y asiente.

— Así es, ¿Lo dudas?.—

— Es que te miro y de verdad no lo creo, debí conocerte en la secundaria.—

— Ah no, es mejor así, cuando estaba en la secundaria estaba gordo, tuve una relación pero fracasó por mis inseguridades, así que me dediqué a bajar de peso y tonificar mi cuerpo y ahora soy lo que ves.— me cuenta y sigo sorprendida.

— Vaya que será una larga noche.— le digo tomando mis llaves y caminando a la salida del departamento.

— Ya lo creo, sonríe y le devuelvo la sonrisa.—

Dí la gran idea de caminar hasta el restaurante que no está muy lejos de mi departamento.

— Cuéntame algo sobre tí.— me pide y decido usar la historia a medias de mi vida.

— Cuando era pequeña mataron a mi familia enfrente de mí, carajo sólo era una niña, quedé con traumas, una familia estadounidense me adoptó, un año después, yo estaba en un albergue y ésa familia vivía ahí en México, luego decidieron regresar a su antiguo hogar, California y ahí pasé la gran parte de mi vida, hace poco me gradué de la universidad y me vine a vivir a Nueva York y ahora trabajo en Bishop Security, soy amante del béisbol por mis padres,  tanto mi padre biológico cómo mi padre adoptivo eran amantes del béisbol.— lo último no lo saqué de la nada, mi padre era fiel al béisbol, nuestro equipo siempre ha sido los Dodgers de los Ángeles.

— Lamento mucho éso, ¿Y tú madre adoptiva?.— se disculpa y me pregunta mientras corta un trozo de carne.

— Con ella casi no tengo contacto, al principio me adoraba cuando era niña, y con el paso del tiempo dejó de hacerlo, no digo que me odie pero no le caigo bien. ¿Y que hay de tus padres?.— termino de contar sobre mi "madre adoptiva" y pregunto por sus padres.

— Las amo cómo no tienes idea, ellas están en Alemania, yo vine a buscar oportunidades aquí, vienen a visitarme siempre que pueden.
Al principio tenía a mi padre pero después se volvió un alcohólico y se atrevió a golpear a mi mamá, ella no tardó mucho en decidir dejarlo, aquí viene lo interesante, mi madre y yo fuimos recibidos por una gran amiga de ella yo como todo un niño pues no me dí cuenta de lo que sucedía en realidad, hasta que las ví besarse, no me sentía enojado, al contrario, ver a mamá Annelise contenta me hizo sentir genial, mi mamá Erika también es genial, sin duda alguna hizo una buena elección, después me aventaron una explicación de dos horas sobre sexualidad y ése tipo de cosas, pero me daba igual ya, ver a la mujer que me dió la vida feliz me hacía más que contento.—

Siempre serás tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora