Draco Malfoy

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Desde que dejé la escuela, incluso unos dos años antes de hacerlo, estaba arrepentido del camino que elegí para mi vida.

En el momento en el que sostuve a Scorpius en mis brazos por primera vez, supe que debía protegerlo de todo, y estaba decidido a hacer todo lo posible para que no crezca convirtiéndose en lo mismo que yo.

Al principio fue algo difícil, especialmente viviendo con mis padres y me costó muchísimo hacerlos entender que Astoria y yo queríamos una vida distinta para Scorp.

Le tuve rencor a mi padre por mucho tiempo, haber sido criado de la forma en la que fui, cuando me hice adulto y sostuve a mi hijo en brazos. me hizo darme cuenta que no querría una vida así para mi bebé. No quería convertirme en mi padre. Con el paso del tiempo, mientras Scorpius vivía sus primeros meses de vida, vi a mi padre convertirse en mejor persona. Era un hombre nuevo, como si aquella persona con la que había vivido desde que nací jamás hubiese existido. Era diferente con su nieto, no cuestionó nuestra forma de crianza una vez que vio los frutos de esta, sus ojos brillaban al ver a Scorpius gatear hacia el, lo malcriaba demasiado y siempre le dió lo mejor que pudo.

Mi padre era mejor abuelo de lo que pudo ser de padre.

Nos acompañó en el largo proceso de encontrar una forma de que Astoria pudiera embarazarse nuevamente sin poner en riesgo su vida, y cuando creímos que jamás podríamos tener otro hijo, el nos acompañó en el proceso de adopción. Consoló nuestro sufrimiento los primeros años cuando el ministerio no nos permitía adoptar por nuestro pasado como mortífagos, y se culpó mucho a si mismo por eso.

Con la llegada de la nueva ministra vinieron nuevas leyes y pudimos continuar con la búsqueda de un nuevo niño. No nos importaba si era niño, niña, grande, pequeño, hijo de muggles o un squib. En el fondo sabíamos que había alguien que esperaba por una familia. Cuando tuve que ir a ver un niño en un hogar de niños magos huérfanos, me entristecí demasiado al saber que era viruela de dragón y que era muy probable que aquel niño no pudiera superarla, pero más triste me puso saber que si algo llegara a pasarle, nadie lo extrañaría ni lo recordaría, nadie más que aquella mujer que cuidaba de ellos.

Recuerdo que al llegar a aquel lugar quise llevármelos a todos, darles una mejor vida, pero al ver una niña algo alejada de los demás, con los rizos desordenados, limpiando el jardín y que solía espiarme por las escaleras cada vez que llegaba, supe que ella era la indicada. Cuando pedimos información sobre ella y nos dijeron que era una hija de un ex mortífago, quise ir a buscarla ese mismo día y darle la niñez que merecía, una niñez llena de amor y felicidad.

Fue una gran sorpresa saber que era hija de Colin Avery, siempre pensé que si el no había muerto en la guerra, habría huido muy lejos de aquí, pero no, estaba en Londres y había tenido una hija con otra mortífaga. Su madre biológica había muerto y su padre había sido asesinado a manos de su propio elfo.

Cada vez que la visitábamos podía sentir esa conexión, aquella misma conexión que sentí la primera vez que tomé a Scorpius en mis brazos. Sabíamos que ella era la indicada.

Cuando lo hablemos con Scorpius, dijo que la había visto en la escuela, que jugaba quidditch en el equipo de Gryffindor, tenía un par de amigos en su casa, los hijos de Luna Lovegood eran sus amigos, el hijo de un trabajador del ministerio y una hija de muggles, y que la gente decía que salía con el hijo mayor de Harry Potter, pero que también la molestaban mucho en la escuela y la llamaban hija de mortífagos.

Uno de los mejores momentos de mi vida y que jamás olvidaré fue cuando la adoptamos, cuando llegó a casa y mi padre la observó con esos ojos de amor. No había pasado ni un minuto de que había llegado a nuestra casa y ya nos había hechizado a cada uno de nosotros.

Conectó muy rápido con nosotros, como si estuviésemos destinados como familia. Mi madre la adoraba y le encantó la idea de tener una nieta desde el momento en el que se lo dijimos, Astoria la amaba como si fuese suya, Scorpius conectó a la perfección con ella e incluso cuando los veía juntos sentía que ellos se querían de una manera en la que nunca podría explicar, para ellos eran hermanos sin importar nada más. Mi padre la amó desde que la vio, siempre decía que sus nietos eran su mayor tesoro y siempre hablaba de ellos con todo el mundo.

Yo la amé y la amaré siempre. Ser padre es algo que me cambió la vida y saber que alegré sus últimos años de vida era el mayor de mis orgullosos. Ella era un orgullo para mi, era una gran jugadora de quidditch, una gran hermana, amiga, compañera, hija y nieta.

El poco tiempo que tuvimos juntos jamás serán suficientes, la extraño cada día y cada día me levanto y paso por su habitación esperando verla ahí con su escoba en mano y pidiendo que juguemos quidditch juntos.

Aún recuerdo su rostro aquel día, cada vez que cierro mis ojos, la veo sufriendo en el césped, con la cara y el cuerpo lastimados, llorando de dolor y con ese horrible marca en su ante brazo. Siempre odié mi marca y me prometí a mi mismo que mis hijos jamás pasarían por lo mismo y que sus ante brazos jamás serían marcados. No pude cumplir mi promesa y eso me atormenta cada día.

Extrañaría a mi hija toda mi vida, el vacío que ella dejó en mi jamás podría ser llenado y el dolor jamás se irá. 

Ahora, en su honor, fui a una tienda de tatuajes muggles y aquella horrible marca de calavera negra con cortes, ahora había sido tapada con flores, corazones y colores que Alhena y Scorpius dibujaron sobre mi piel para taparla.

De alguna manera sentía que así podría llevarla en mi piel por el resto de mi vida, y al mirar el nuevo tatuaje, miraría a mi hija, quien fue la niña que alegró mis días, la niña que amaré por siempre la niña cuya vida fue arrebatada de la peor manera, la niña a la que le brindé amor y felicidad pero que no pude salvar.

Mi niña, Alhena.

Estrellas (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora