82. Séptimo año: Visita a la antigua casa.

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Dos días después de la cena volví a mi antigua casa.

Me pasé estos dos días estudiando e investigando acerca de los trasladores. Sólo debía tomar un objeto de mi antigua casa, traerlo y hechizarlo.

—¿Ya estás lista?—preguntó papá al pasar por mi habitación.

—Si.—asentí colocándome la mochila que había extendido para meter varias cosas ahí.—¿Vienes, Scorp?—pregunté al estar en el pasillo.

—Claro.—asintió saliendo de su habitación.

—Su madre nos espera abajo.—dijo mientras caminábamos escaleras abajo para salir de la casa.—Sujétense.—ordenó una vez que estuvimos con mamá.

Papá y mamá tomaron sus brazos, Scorpius colocó su mano sobre el hombro de mamá, yo coloqué el mío sobre su brazo y extendí mi mano hacia Dinger. Segundos después sentí la sacudida, el mareo y las ganas de vomitar.

Al llegar estábamos fuera de la gran casa. Se veía abandonada, las fuentes con plantas crecidas, los arbustos crecidos, un par de ventanas rotas y la pintura desgastada.

—Dinger va a necesitar varias semanas.—dijo el elfo mientras miraba a su alrededor.

—Es gigante.—dijo Scorpius.

—Entremos.—dijo caminando hacia la entrada, la puerta estaba cerrada, pero con unos cuantos hechizos pude abrirla.

Estaba oscura por dentro, con polvo, telarañas, los muebles con telas encima y entraban pequeños rayos de sol por las ventanas rotas.

—Huele extraño.—hice una mueca e iluminé con mi varita.

—Es por el encierro y la humedad.—dijo mamá iluminando con su varita también.

—¿Podemos investigar?—preguntó Scorpius.

—Claro que si.—asentí.

Caminé observando toda la casa, todo seguía en su lugar. Caminé lentamente hacia la oficina de mi padre.

Estaba cerrada con varios hechizos y esa puerta jamás era cerrada con hechizos que no conociera.

—Papá.—lo llamé.

—¿Si?—se acercó a mi.

—La puerta tiene hechizos que no conozco ¿Puedes abrirla por mi?

—Claro, déjame ver.—sacó su varita e intentó con varios hechizos, intentó tantas veces que la cerradura lanzó un contra hechizo, quemándole la palma de su mano.—¡Auch!—dejó caer su varita al piso y apretó su mano.

—Papá.—Scorpius se acercó.

—¿Qué sucede?—mamá se acercó también.

—La puerta le lanzó un contra hechizo.—dije acercándome a ver la cerradura.

—Alhena no te acerques.—papá colocó su brazo por delante de mi.—Haré que alguien venga a ver eso, es peligroso.—asentí.

—¿Tu mano está bien?—pregunté y asintió.

—La curaré al llegar a casa.—asentí.

Nos separamos de nuevo, subí las escaleras y caminé por el pasillo hacia mi antigua habitación.

Todo estaba igual a cómo lo dejé.

Me acerqué a mi escritorio y observé las fotos, había una de mamá, una muy vieja que tenía con papá, tenía como ocho años y nos habíamos sacado esa foto en navidad. Tomé ambas fotos y las metí en mi mochila.

—¿Esta era tu habitación?—Scorpius apareció por la puerta.

—Si.—asentí con una sonrisa y entró a la habitación admirando el lugar.

—Es bonita.—se acercó a la ventana.

—Lo es.—me paré a su lado.—Tengo un par de cosas de quidditch en el sótano ¿Me acompañas?

—Vamos.—asintió y ambos bajamos hacia el sótano.

Lo primero que hice al llegar al sótano fue visualizar el mueble con velas.

—Es por aquí.—me acerqué a un baúl y al abrirlo estaban todas mis cosas de quidditch, botas viejas, mi primera escoba, camisetas de equipos, una snitch, y demás.—¿Podrías llevarla arriba?—le lancé un hechizo para que ya no tenga peso y Scorp pueda llevarla sin problemas.

—Claro.—tomó el baúl con facilidad y lo llevó hacia arriba.

Una vez que estuve sola me acerqué al mueble de las velas. Había muchísimas. Las saqué rápidamente y corrí el mueble de lugar con ayuda de mi varita.

Había una puerta detrás, y para mi sorpresa estaba sin hechizos ni cerradura. Abrí la puerta y me encontré con una pequeña habitación a oscuras.

Un pensadero estaba dentro. Era grande e irradiaba una gran luz celeste, casi blanca.

—¡Alhena!—escuché a mamá llamarme.

—Ya voy.—cerré la puerta y subí nuevamente.

—Debemos irnos, ya anochece.—me dijo una vez que estuve arriba.

—Claro, vamos.—asentí.

Caminé detrás de ellos y antes de salir tomé rápidamente un jarrón de la entrada, guardándolo en mi mochila con rapidez.

-o-

—¡Iré a limpiar mi escoba!—avisé antes de salir de la casa con el jarrón, mi varita y mi escoba.

Caminé por el jardín de la casa, llegando hacia una parte detrás de la mansión, junto a un árbol dónde sabía que no podrían verme.

Dejé el jarrón sobre el césped y murmuré un portus mientras lo apuntaba con mi varita. El jarrón comenzó a temblar por unos segundos y luego de dar un par de vueltas, de quedó quieto.

—Joven ama.—me sobresalté al escuchar a Dinger detrás de mi.—¿Qué hace aquí?

—Limpiaba mi escoba.—mentí y el elfo asintió.

—La cena está lista.

Estrellas (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora