Astoria Malfoy

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Siempre supe que querría ser madre algún día, incluso desde muy pequeña. Pero lamentablemente, aquello que tanto anhelo, la vida o el destino decide quitármelo.

Conozco a Draco desde los once años, aunque oí de el a los diez porque fue amigo de mi hermana mayor durante la escuela, pero debo admitir que no me simpatizaba para nada. Siempre pensé que era un engreído y no toleraba ni siquiera verlo, mi hermana siempre me decía que una vez que lo conociera mi perspectiva sobre el cambiaría completamente, pero no le creí hasta una noche en la torre de astronomía, el estaba en sexto año y yo en quinto, fue durante los primeros meses de escuela luego de que se declarara la guerra. Recuerdo que había ido para observar estrellas para mi tarea de astronomía y el estaba ahí, de pie junto al borde y podía escucharlo llorar. No quiso decirme que le sucedía, incluso no me lo dijo por meses, pero fue esa noche en la que comprendí a mi hermana. El era diferente. Mis sentimientos por el comenzaron a fines de ese mismo año escolar, y no se lo dije por un tiempo, pero antes de las vacaciones de verano, a fin de curso, me confesé en el tren camino a la estación. El me correspondió y ahí fue nuestro primer beso.

Nos escribimos cartas todo el verano, pero no podíamos vernos porque el decía que estaba pasando por una situación familiar que no podía decirme. En cuanto volvimos a la escuela, la guerra había avanzado mucho y yo notaba una diferencia en el, pero jamás lo había cuestionado. Nos veíamos algunas noches cuando teníamos tiempos libres y salimos por unos meses, hasta que vi la marca en su brazo. Yo sabía que su padre era un mortífago, mi familia, a pesar de ser una de los sagrados 28 y se esperaba que demostremos nuestra lealtad al señor oscuro, mis padres se opusieron completamente a eso y constantemente debíamos escondernos de los mortífagos. Sentía que el me había traicionado y que yo estaba traicionando a mi familia al amarlo.

Había roto mi corazón.

Cuando la guerra pasó, mi hermana aún tenía contacto con el y siempre me contaba que todo lo que le había pasado había sido en contra de su voluntad y que se arrepentía cada día, pero no le creí.

No fue hasta que terminé la escuela que lo volví a ver, el y sus amigos habían venido a ver a mi hermana porque ella se había comprometido con Theodore Nott. Casi lloro frente a el al verlo. Fue el último en irse esa noche y conversamos por horas en el jardín, el me explicó todo y nuestra historia de amor volvió a florecer, aunque mis sentimientos hacia el jamás se habían ido.

Decidimos casarnos dos años después de aquella noche, y esa fue sin dudas una de las mejores noches de mi vida.

En aquel entonces mi hermana había tenido a su hijo, Ray Nott. El niño era precioso, se parecía muchísimo a su padre, Theo, pero siempre tuvo la personalidad de mi hermana. A mi me encantaba pasar tiempo con el y cuidarlo cada vez que sea necesario. Hasta el día de hoy miro a Ray y no puedo creer que aquel niño travieso ya es todo un hombre.

Tuve complicaciones para tener a mi hijo, incluso casi pierdo la vida. La maldición hacia las mujeres de mi familia se fue debilitando al pasar los años pero aún seguía ahí. Con ayuda de muchas pociones y medimagos, me embaracé de mi primer bebé, Scorpius.

Aquel fue el mejor día de mi vida. Jamás olvidaré lo que sentí al sostener a mi pequeño Scorpius en brazos por primera vez. Su piel pálida, su cabello rubio, sus ojos celestes, era hermoso. Desde el primer momento en el que lo vi supe que lo amaría toda la vida y me prometí a mi misma que haría lo que fuese para protegerlo.

No pude tener más hijos después de Scorpius, pero luego de muchos años de frustraciones, desesperación, miedo y estrés, una niña llegó a nuestras vidas para iluminarla aún más. Lo supe desde el primer momento en que la vi, sentí esa conexión y aquel cálido sentimiento en el pecho que sentí cuando sostuve a Scorpius por primera vez.

La amé desde el primer día en que la vi, amaba su carisma, su amor por el quidditch, el cariño hacia las personas que quería. La amaba y siempre lo haría.

—James vino ayer.—le dije a Draco mientras estábamos en la cocina.—Se quedó un par de horas.

—¿Cómo está el?—preguntó dejando su té de lado.

—Está devastado.—hice una mueca terminando mi té.—Estuvo con Scorpius un rato, habló conmigo y estuvo ahí por largas horas.—aún no había dicho la palabra 'tumba' en voz alta.

—Llegó el correo.—cambió de tema al ver una lechuza entrar por la ventana con cartas en la boca.

—¿Esperabas algo?—pregunté tomando las cartas y dándole galletas a la lechuza.

—No.—negó.—Tal vez Scorpius o mis padres.

Observé las cartas siete cartas y mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Son para Alhena.—abrí cada una de ellas, leyéndolas en voz alta. Eran de los equipos de quidditch.—Entró a todos.—una lágrima cayó por mi mejilla.

Había entrado a todos los equipos importantes de quidditch, sólo debía elegir uno.

Eso ya no sería posible. Su mayor sueño no sería posible.

Estrellas (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora