Con pesadez en los ojos y el cuerpo entumido Lucía se fue despertando poco a poco, se encontraba desubicada, miraba a su alrededor, observando la estancia que la rodeaba y en unos segundos la pecosa recordó lo que había sucedido, en ese entonces, con los nervios a flor de piel quiso moverse, pero no fue posible, Lucía se encontraba maniatada sobre un sillón que desprendía un olor a viejo y mohoso, se encontraba en una habitación en la que entraba un haz de luz que la dejaba ver un poco como era el habitáculo, las paredes eran de madera y el suelo de piedra, a su alrededor había varios muebles de madera desgastada lo cual indicaba que no se usaban hace tiempo, a parte del sillón en el que se encontraba también había un par mas del mismo estilo, en frente de ella también se encontraba una ventada por donde se colaban los rayos del sol indicando que ya había amanecido. Lucía, con la respiración agitada peleo contra las ataduras para poder soltarse y buscar una salida, pero fue imposible, lo único que consiguió fue hacerse daño en las muñecas hasta el punto de hacerse herida. Paso un tiempo en el que Lucía seguía con su intento de escapar hasta que una puerta la cual se situaba detrás de ella se abrió de par en par creando un estruendo que hizo que la pecosa saltara en su asiento.
- ¿Quién eres?- dijo temblando.
- Vaya, si se a despertado por fin- dijo una voz varonil y carrasposa.
Lucía no dijo palabra, se había quedado paralizada, oyó pasos pausados y fuertes hasta que el propietario de esa voz se puso delante de ella, era alto y delgado, aunque tenia una complexión fuerte, su vestimenta estaba algo sucia, unos vaqueros negros se ajustaban a sus piernas esveltas y una camisa de franela a su torso, la cara no se le veía, iba cubierta por una de esas marcaras, pero esta era distinta, la mascara era negra con detalles rojo y lo único que se podía apreciar era una barba canosa que salía detrás de esta.
- ¿Qué queréis?- soltó Lucía temerosa.
- Curiosidad- dijo en un tono seco- Uno de los nuestros te estuvo siguiendo, y por lo que me comento, tu ha el también- dijo poniéndose cómodo en uno de los sillones.
- Eso es mentira- al decir eso una carcajada salió de su boca, asustando a la pecosa.
- Niña, aquí la única mentirosa eres tu- Lucía se lleno de ira al escuchar esas palabras.
- No lo soy, no me importáis lo mas mínimo, lo único que me importa es proteger a mi familia de vosotros, los que masacráis a la gente sin ninguna razón- dijo Lucía con un tono de voz gélido y susurrante, casi lo dijo entre dientes.
- Nosotros no masacramos sin ninguna razón, vosotros sois demasiado ingenuos y os creéis las habladurías de los demás, lo que nosotros matamos son traidores, personas que en su pasado hicieron cosas terribles y tarde o temprano van pagando por sus errores- dijo sin un ápice de emoción en sus palabras.
Antes de que siguiera hablando la puerta se abrió y una voz familiar la invadió los oídos a la pecosa, seguido de estos unos pasos que se acercaban hasta donde estaban, Lucía lo único que vio fue un cuerpo musculado y alto enfundado en negro, este se acerco al que estaba sentado en el sillón y le dijo unas palabras a su oído para después este asentir. El que había llegado se dio la vuelta y Lucía pudo ver su mascara, se trataba de un lobo blanco, esta se quedo boquiabierta al verle. Calló en la cuenta de que las mascaras no eran las mismas si no que cada una era distinta, ya había visto tres y eran muy distintas unas de otras.
- ¿Te vas a portar bien?- se acerco el barbudo hacia ella, Lucía frunció el ceño sin saber que responder, sabía que si hacía algo que les molestase no dudarían en deshacerse de ella, entonces con temor asintió. Acto seguido le de la máscara blanca la levanto del sillón y la tapo los ojos con una venda, Lucía se puso muy nerviosa, pero intento mantener la calma.
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Petricor
RomanceCuando la lluvia cae sobre el espeso bosque, todo ser vivo se esconde para no dejar rastro y dejar que el enemigo se abra paso entre los árboles destruyendo y masacrando. Canes, así es como les llaman los habitantes del pueblo. No sienten pena ni a...