Capitulo 11

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Maciel estuvo a punto de besar a Lucía cuando unos golpes muy bruscos los interrumpieron. Maciel se separó de ella para dirigirse a la puerta principal donde se escuchaban esos golpes, la pecosa decidió ir tras el para ver de qué se trataba esa insistencia. Al abrir Maciel la puerta se encontró con Rafael, el cual estaba muy nervioso, ese estado de ánimo no era muy común en él.

—Maciel, tienes que venir tu padre te necesita— al decir eso, casi trabándose con su lengua, Maciel no se lo pensó y corrió tras el cerrando la puerta tras de sí dejando a la pecosa en la casa.

Lucía corrió hacia uno de los grandes ventanales de la casa, intrigada observo como Maciel desaparecía junto con Rafael entre las espesas ramas que rodeaban la casa. Lucía curiosa, quiso saber que era lo que estaba pasando, así que, se aproximó hacía una de las puertas del patio y con todas sus fuerzas las empujó hasta que estas cedieron. Una vez que Lucía estuvo fuera siguió la dirección en la que se habían ido, cuando se adentró entre los árboles anduvo un poco perdida sin saber por dónde ir hasta que escucho un barullo, esta lo siguió hasta ver a donde la llevaba. Cuando llego sus ojos se abrieron de par en par al ver lo que estaba pasando.

Oskar se encontraba en medio de un corro de Canes, llevaba uno de los machetes que ellos usaban, al fijarse bien se percató de que se estaba peleando con uno de ellos, pero no con uno cualquiera, sino con Silvestre, este se encontraba en perfectas condiciones aunque tenía algún que otro corte en el cuerpo por los ataques recibidos por Oskar, el cual a diferencia de su rival se encontraba en unas condiciones pésimas, con la ropa desgarrada y lleno de sangre por todas partes fruto de los continuos golpes estando atado en aquella casa y sometimientos. A pesar de eso tenía una buena condición física y su adiestramiento con policía le permitían tener todavía las fuerzas suficientes como para enfrentarse a uno de ellos.

Silvestre le observaba a lo lejos midiendo la distancia para poder anticipar su próximo ataque al igual que Oskar, se les veía cansados, pero ninguno desistiría. Oskar decide dar el primer paso, corre hacia Silvestre abalanzándose sobre él con el machete en alto dispuesto a ensartar con él a él Can que tenía delante, pero de un rápido movimiento Silvestre le detiene haciendo que este callera al suelo llenándose de hojas, se levanta con cierta pesadez y se vuelve contra el decidido a atacar de nuevo. No le da tiempo cuando Silvestre se abalanza sobre el clavando su machete en el hombro de Oskar, esta suelta un bramido que retumba en los oídos de la pecosa haciendo que se sobre salte, esta al ver tal atrocidad empieza a caminar lo más rápido que puede hacia dónde están, pero un fuerte brazo la detiene, alza la mirada y se da cuenta de que es Rafael. Lucía forcejea con el hasta que logra soltarse, sigue caminando hasta adentrarse en aquel circulo, al hacerlo se hace el silencio y un montón de ojos la observan, pero ella está centrada en el amigo de su padre el cual está sangrando de rodillas antes Silvestre.

— Oskar...— fueron las últimas palabras que pudo oír ya que la hoja afilada que sostenía Silvestre en sus manos rebanó el cuello de este haciendo que callera al suelo bocabajo. Al ver eso Lucía recorrió la poca distancia que había entre ellos, al estar ante él se dio la vuelta como pudo para ver su cara, al hacerlo unas lágrimas cayeron por sus mejillas.

— Iba a morir de todos modos— oyó decir a uno de los canes que estaban allí presentes, al escuchar eso las lágrimas de la pecosa cesaron y con un rápido movimiento cogió el machete que había estado en las manos de Oskar, al hacerlo se levantó con todas sus fuerzas empuñándole.

—¡Eres un asesino! — dijo apuntando a Silvestre con el arma— ¡Todos vosotros lo sois!, os merecéis todo lo que os ha pasado, tendríais que haber ardido esa noche— tras decir eso con toda su ira salió corriendo, alejándose de allí, era una oportunidad para escapar.

— Maciel se escapa— dijo Rafael frunciendo el ceño.

— Tranquilo, no llegara muy lejos, además está anocheciendo— al decir eso una sonrisa torcida cargada de malicia se dibujó en su cara al igual que la de Rafael.

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