Tras incesantes torturas, no consiguieron muchas respuestas, pero tampoco estaban dispuestos a dárselas por mas brutal que fuera la paliza. El primer hombre calló muerto de la silla tras los múltiples golpes recibidos por parte de Maciel, su cara se había desfigurado, estaba hinchada y sangraba por todas partes, y una gran fractura en el cráneo hizo que fuera su fin. Maciel ordeno que trajeran al siguiente. El Can se encontraba desquiciado, frenético, quería respuestas y estaba dispuesto a hacer lo que fuera. El cambio repentino de Maciel en su estado de animo había sido causado por los recientes ataques a los Canes en la zona, no iba a permitir que les hiciesen lo que les hicieron años atrás, estaba dispuesto a llevarse por delante a todo aquel que se interpusiera en su camino. Maciel no había estado tan fuera de si como cuando cumplió los diecinueve años, tuvo un desarrollo destructivo y la furia que sentía era tal que lo único que le calmaba era matando, la caza se convirtió en su prioridad, a partir de ahí no había Can que le superara. Pero ese no había sido el único indicio. Cuando era mas pequeño, apenas tenia cinco años, sus padres veían en el comportamientos psicópatas y asesinos. Estuvo varios años yendo a especialistas y con tratamientos, pero desde lo ocurrido esa noche todo se torció, lo único que mantenía a raya esos comportamientos era Lucía. Aunque Maciel no se lo hubiera admitido, asi era. El hecho de verla a través de las ventanas y corriendo por el bosque le daba tal satisfacción que se olvidaba por un momento sus propósitos.
- Hijo, yo creo que ya es suficiente- espetó Silvestre cogiéndole suavemente del brazo.
- ¡No! no es suficiente- bramó haciendo un corte en el pecho del segundo hombre, otro de los tantos que ya tenía por todo el cuerpo- Quiero averiguar como coger a ese hijo de puta y cargármele con mis propias manos. El hijo de puta que este haciendo esto lo pagara muy caro.
- Y asi será, pero no podremos averiguar nada si están muertos- Silvestre alzo las cejas y miro al hombre que se encontraba en el suelo y que apenas tenía fuerzas para sostenerse erguido.
- Déjame a mi Maciel- dijo Rafael apareciendo detrás de su padre aproximándose hacia el para quitarle el cuchillo de las manos a su amigo. Este con el ceño fruncido y de mala gana se lo tendió, soltó un sonoro suspiro y se dio la vuelta para sentarse en una silla.
Mientras en un extremo se podía observar una escena desgarradora, en la otra se observaba a las dos amigas, comiendo y riendo, hablando de cosas sin sentido.
- ¿Enserio quemaste una de sus cortinas?- dijo Lucía con lagrimas en los ojos de tanto reírse.
- Como te lo cueto, se puso desquiciado. Y ahora no deja que me acerque a la cocina por nada del mundo- respondió Elena.
- Veo que tu y Rafael os lo pasáis muy bien- al decir eso la pecosa agacho la mirada ocultando la risa forzada.
- Si bueno, los primeros días fueron un poco difíciles.
- ¿Y eso?
- Aunque te cueste creerlo, al principio tenia un poco de miedo- dijo un poco nerviosa.
- ¿Tu?, nerviosa por que un Can te haya secuestrado para estar con el- alzó las cejas incrédula- Guau, no me lo esperaba- prosiguió con un tono sarcástico.
- Vale si, ríete de mi, pero es la verdad- empujó ha la pecosa volviendo a mostrar una amplia sonrisa- ¿Y tu?, como van las cosas con Maciel. Rafael me a dicho que eres un poco difícil.
- Elena ya te lo dije, son peligrosos- aunque lo que la había dicho era cierto, Lucía se puso un poco roja al recordar lo de la noche anterior.
- ¿En serio me estas diciendo que no te pone ni un poquito?- hizo un gesto con la mano- Le has visto bien. Joder le da mil vueltas a cualquier chico de los que hayamos conocido.
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Petricor
RomanceCuando la lluvia cae sobre el espeso bosque, todo ser vivo se esconde para no dejar rastro y dejar que el enemigo se abra paso entre los árboles destruyendo y masacrando. Canes, así es como les llaman los habitantes del pueblo. No sienten pena ni a...