Capitulo 25

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La tensión se podía cortar con un cuchillo. Ambos bandos estaban muy atentos a los movimientos de cada uno, salvo Silvestre, estaba relajado, tranquilo, como si lo tuviera todo bajo control. Adam todavía no sabia que su hija se encontraba entre ellos ya que estaba oculta tras Maciel y Rafael junto con su amiga.

- ¡¿A que coño habéis venido?!- furioso dio unos cortos pasos en dirección a los Canes.

- Esperaba que lo supieras- respondió con tranquilidad- Hemos estado sufriendo varios ataques, no se, quizás sepas algo al respecto.

Tras decir eso Adam esbozó una sonrisa y bajo el arma de a poco, después miro a todos y cada uno de ellos de una manera indescriptible, ¿satisfacción? quizás. Lucía estaba sorprendida por el estado de animo que estaba mostrando su padre.

- Vaya, me sorprende. El cazador esta siendo cazado, eh- soltó una risa- Os vendría bien, asi os sirve de escarmiento y sentís lo que nosotros hemos estado sintiendo durante años.

- Asique admites que has sido tu- soltó Silvestre en un tono seco.

- ¿Yo?- suelta un suspiro y después le dedica una sonrisa a Silvestre- Me encantaría ser yo, pero no. Quizás tienes mas enemigos de los que te imaginas Silvestre- al decir su nombre lo dijo casi escupiendo, Lucía que lo estaba viendo no podía reconocer a su padre.

- Si los tengo no es porque los haya querido apropósito, a lo mejor hay alguien detrás de todo esto que los está poniendo en mi contra- sus ojos estaban demasiado fijos en los de Adam, como si le estuviera desafiando con la mirada.

- No te confundas, los enemigos se ganan haciendo cosas que uno no debe de hacer, no te buscan.

- Si, eso debe de serte familiar.

La pecosa no pudo soportar mas todo lo que estaba pasando, por lo que decidió intervenir. Con todas sus fuerzas empujo a Maciel y Rafael pasando por en medio de los dos, ambos se sorprendieron pero Maciel fue el que reacciono mas rápido y la cogió del brazo impidiendo que siguiese avanzando mas de la cuenta, pero eso lo la detuvo para dar un grito diciendo:

- ¡Ya basta!- todos los presentes se quedaron pasmados, sobre todo su padre el cual no sabia que ella se encontraba entre ellos.

- Lucía...- dijo su padre en un susurro por la sorpresa, con los ojos abiertos como platos sin poder creerse que su hija volviera a estar frente a el, pero su expresión cambio a una llena de rabia, por la impotencia de no hacer nada al respecto.

- Por que no paráis con esto de una vez, lleváis años asi, ¿no estáis cansado?, lo único que nos rodea en la muerte, esta presente en todos lados, no..- una voz fuerte la interrumpió, Lucía se quedó pasmada al ver que se trataba de su padre.

- Esto no parara hasta que uno de los dos muera, y espero que seas tu Silvestre. Te lo mereces, por hacer lo que hiciste y por haber hecho lo que has hecho con mi hija- su vista bajo hacia la pecosa.

- Papá, por favor, tu no eres asi- suplicó.

- Lo siento cariño, pero esto tiene que ser asi. Míralos, son unos monstruos y no puedo permitir ver a mi hija entre ellos.

- Debe de haber otra solución- las lagrimas empezaban a recorrer la cara de Lucía.

- No la hay...

- Siento interrumpir esta polémica padre e hija, pero tu padre tiene razón. Esto lleva muchos años enquistado y la única solución para esto es la muerte. O que la verdad salga a la luz, pero eso a tu padre no le convendría, es mas, en su día lo intente, pero lo único que conseguí fue esto que ves ahora- las palabras que Silvestre dirigió a la pecosa la dejaron extrañada, no entendía hasta donde pretendía llegar.

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