Lucia se encontraba conmocionada por lo que acababa de ocurrir, de no ser por Maciel ahora mismo no sabría que habrían hecho con ella. Se sentó en uno de los sillones que había en la sala con los ojos puestos en un punto fijo pero sin centrarse en nada, pensando en lo sucedido. Maciel estaba llamando por teléfono histérico, mientras que Rafael desapareció de la sala con la cabeza de aquel chico.
- Lucía, ¿estas bien?- dijo la voz áspera de Maciel, a la pecosa la recorrió una sensación por el cuerpo al oírle pronunciar su nombre, eso hizo que saliera de su trance.
- Eso creo- respondió ella haciendo que sus miradas coincidieran, en los ojos de Maciel había preocupación y cierto atisbo de ira, mientras que en los ojos de Lucía solo se podía apreciar terror y miedo.
- Tranquila, ya paso todo, limpiaremos esto- dijo pasando una de sus ásperas manos por las rodillas temblorosas de la pecosa- Hare que recojan todo esto y arreglen esa ventana. No pienso perderte de vista hasta que esto acabe.
- Maciel... ¿Qué es lo que a pasado aquí hijo?- dijo Silvestre al entrar en la habitación.
- Te lo explicaré todo, pero necesito voluntarios para que vigilen la casa- dijo Maciel incorporándose- Se trata de Tomas, fuimos a una discoteca y se encapricho de ella, a pesar de las advertencias no hizo caso y...bueno ya podrás intuir como acabo la cosa.
- Joder Maciel...¿No podías estarte quieto?- dijo pasándose las manos por su pelo canoso hasta revolverlo- Ya tenemos otros problemas de que preocuparnos y ahora esto.
- No te preocupes papá, yo me encargo de esto- dijo Maciel para tranquilizar a su padre.
- Eso espero, ahora mas que nunca tenemos que estar alerta- sin nada mas que decir Silvestre salió por la puerta dejando allí a su hijo y a la pecosa.
No pasaron ni tres horas cuando un equipo de cristaleros se encontraba en la habitación cambiando el gran cristal, no tardaron nada en hacerlo y según vinieron se fueron. Ya eran casi las ocho de la mañana, los tímidos rayos de sol comenzaron a salir de entre las montañas, penetrando en la espesa niebla de la noche haciendo que se disipara de a poco. Lucía se encontraba en el salón cubierta con una manta y a su lado se encontraba Kaiser, el cual estaba un poco magullado por el golpe que recibió por ese indeseable. Maciel por el contrario se encontraba detrás de ella en la cocina haciendo todo tipo de llamadas, su tono de voz estaba cargado de nerviosismo, aunque lo intentara disimular se hacia bastante notable.
- Toma, creo que te vendrá bien- dijo Maciel tendiendo un vaso lleno de un liquido amarillo humeante con un ligero olor a hierva buena.
- Gracias...- dijo la pecosa atrapándolo entre sus manos.
- ¿Estas mas tranquila?- la pregunto posicionándose enfrente de ella tomando asiento sobre la mesa pequeña de madera que había en medio del salón.
- Lo estaré cuando este segura de que no me va a pasar nada, aunque no las tengo todas conmigo- dijo rodeando los ojos. no quería mirarle a los ojos.
- Pues claro que si, no te va a pasar nada y mas estando conmigo, me asegurare de ello- respondió el alzando una mano y posándola en la mejilla de Lucía.
- Estaría mas tranquila si estuviera con mi familia, no hubiera ido a aquella fiesta ni te hubiera conocido, o mejor dijo, no te hubieras encaprichado de mi- dijo la pecosa con un ligero tono molesto- Ojala nada de esto hubiera pasado.
- Pero a pasado, y créeme, ahora mismo estas mas segura aquí que con tu familia, por muchos contactos que tenga tu padre y sea policía no significa que te vaya a proteger como lo haría yo- dijo aproximándose hacia la pecosa- Me voy a enfrentar a una de las mafias mas peligrosas de todo el norte caperucita, y créeme cuando te digo que matare a todo el que intente tocarte.
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Petricor
RomanceCuando la lluvia cae sobre el espeso bosque, todo ser vivo se esconde para no dejar rastro y dejar que el enemigo se abra paso entre los árboles destruyendo y masacrando. Canes, así es como les llaman los habitantes del pueblo. No sienten pena ni a...