9- Transformación

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Entro a la casa de mis abuelos y me siento junto a ellos en uno de los sillones. Tomy se quedó afuera hablando con no sé que animal.

—¿Y viste a la vaca? —abuelo me pregunta y asiento.

—Se lo que le pasa, por eso su actitud.

—¿Enserio? —abuela me mira sorprendida y sonrío.

—Me di cuenta de que si la llaman Cleotilde reacciona mal, luego de intentar con varios nombres ella no hizo ninguna reacción mala, o sea que la tienen que llamar Margarita.

—¿Qué? ¿Todo era por un simple nombre? Dios mío —abuelo niega con su cabeza y abuela ríe.

—Los animales son inteligentes.

—Muy inteligentes, por cierto Mary, ya te compré el pasaje de regreso a tu casa, a las dos tienes que estar lista —abuelo sonríe triste.

—Ay no estés así, yo vendré más seguido, además mis primas vienen la próxima semana, no estarán solos —los abrazo a los dos.

—Sí, lo sabemos pero tú eres especial Mary —abuela besa mis mejillas y sonrío.

—Eso lo sé, soy muy especial —les guiño un ojo y ellos ríen.

                         ✵✵✵

—¡Llegué! —digo al entrar a mi casa.

Voy al comedor y en el refrigerador hay una nota.

Fuimos a la casa de un paciente, llegaremos a eso de las diez, espero que duermas bien cariño.

Te amamos.

Mis padres y sus trabajos.

—¿Qué dice la nota? —Tomy me pregunta.

—Mis padres están en la casa de un paciente y van a llegar tarde.

—Vale, iré a ver a Lulú entonces.

—Está bien, yo voy a tomar una ducha —le digo y él sale del comedor.

Subo a mi cuarto, la luz está apagada, la enciendo y... Pego un grito y la mochila que traía en mis manos se cae.

—¿Tan feo soy? —el chico del balcón se levanta de mi cama y yo suspiro en alivio.

—No, solo pensé que era un ladrón u otra cosa...

—Ah, eso.

—¿Qué haces aquí? Me dijiste que no te ibas a acercar más —le pregunto con una ceja enarcada.

—Dije que no iba a tener más ningún tipo de acercamiento, lo sé, pero... no te veía hace días y era extraño —frunce su ceño.

—Cerré las ventanas y la puerta del balcón y fui a la casa de mis abuelos.

—Ah, ya, vale.

Camino hasta mi clóset y busco alguna pijama y una toalla.

—¿Te vas a duchar? —me pregunta.

—Pues si.

—¿Conmigo aquí dentro?

—Pues no, tú te vas chico del balcón.

—¿Me estás expulsando? —se acerca a mi.

—Me tengo que duchar.

—Son las cinco de la tarde.

—Tengo calor, por Dios —lo miro y él sonríe de lado.

—Quítate la ropa.

—No lo haré frente a ti.

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