22- Poder oscuro

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—Que jodido mareo —acaricio mi cabeza y Félix ríe.

—Tal vez estés embarazada de mí.

—¡Ha, ha! Qué gracioso chico del balcón, es sólo por el portal, siempre me da mareo.

—Ya te vas a acostumbrar —Lulú saca su lengua y da una vuelta.

—O tal vez nunca —Min sonríe.

—Sí lo haré, Min panda —entrecierro mis ojos.

—¿Min panda? Mira cara de verg...

—Ay no, por favor, se callan ahorita mismo —Tomy nos dice—. No estamos para discusiones, aquí se viene a practicar, no a actuar como niños pequeños.

—Ya oyeron al príncipe, así que siganme —Félix dice con un perro orgullo el siendo un gato y comienza a caminar.

¿Por qué a mí me toca tener este don?

Quisiera ser alguien normal y disfrutar de la preparatoria. Ya estoy al salir y ni veo a mis amigas.

—Te tocó, Mary, así que nada se puede hacer —Félix se detiene y me mira.

—¿Por qué no puedo controlar eso de que los otros escuchen lo que pienso? —si pudiera cruzaría mis patitas gatunas.

—Es algo que hoy aprenderás.

Continuamos caminando y llegamos a un templo chino, bueno, digo templo chino porque es igualito al de las pelis.

La puerta se abre y al otro lado aparece una gata anciana, saluda a Félix, Lulú, Tomy, Min y se aleja mirandome.

Ok... eso estuvo raro.

—Chica del don, al centro —Félix me dice y yo enarco una ceja.

—¿Chica del don? Tengo nombre, Félix.

—Chica del don, al centro —vuelve a repetir y Min me hace señas con su cabeza para que haga lo que él dice.

Asiento y me coloco en el centro. Félix se coloca delante de mí y veo que sus ojos se han vuelto negros.

Josú, magia negra.

Ay mi madre.

Trago saliva y de pronto todos comienzan a reír, principalmente Félix, que con su pata gatuna golpea el suelo como si hubiera hecho la mejor de las bromas.

—¡Dos bromas seguidas! —chillo—. No es justo, Félix.

—Primera regla, saber cuando algo es cierto —una voz anciana dice detrás de mí y me giro para encontrarme con la gata anciana del principio—. Regla número dos: no confiar en nadie, o sea, en ningún desconocido. Regla número tres, si sigues pensando que soy una anciana te lanzaré a las pirañas.

—¿Eh? —pregunto confusa.

—Escucho lo que piensas muchacha  y piensas que soy una anciana.

—Yo no...

—Mary, cariño, si apenas tengo cuarenta años —la gata... gata dice y yo frunzo mi ceño.

¿Cariño?

¿Cuarenta años?

No... Eso sí que no puede ser.

—¿Tú eres...? —no termino de preguntar y ella asiente.

—Soy Fabiana, querida.

—Ay Dios —de pronto me da mareo y Félix corre hacia mí y con su cuerpo gatuno me agarra.

Si las voces son iguales, ¿cómo no me di cuenta?

—Tranquila Mary.

—No puedo, ya esto es demasiado —niego con mi cabeza—. Resulta que mi vecina, la mujer que conozco desde que nací también pertenece al reino animal y tiene poderes y se transforma y...

Zoosemiótica✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora