45- Viejo asqueroso

27 3 0
                                    

Mary
_______

Mis manos duelen por tirar tanto de las cadenas y ni siquiera puedo descansar algo, aunque no es necesario porque estoy más saludable que nunca.

¿Qué me dió esta gente que me curó de manera impresionante? Me siento súper fuerte y con ganas de patear a todo el mundo.

—¿Que qué te dimos? — Elizabeth se gira hacia mí y suelta a reír—. Sangre de los reyes. Tu poder y el de ellos es igual, tu sangre es compatible.

—Cállate, no te lo pregunté estúpida —gruño y ella hace una mueca de lástima.

—Lo siento, amiguis, siento que no sepas controlar tu mente.

—Vete a la mierda.

—A la mierda te irás tú... oh, amor —Elizabeth dice y frunzo mi ceño cuando veo a Mario entrar al salón.

¿Amor?

¿No que es la hija de la Mafia?

Veo al viejo acercarse a ella y tomar su mentón, luego comienza a besarla asquerosamente.

¡Qué asco!

¿Cómo mierda hacen eso? Son amantes los pendejos.

—¿No quieres un besito también? —Mario me pregunta—. Mira que nos lo podemos dar de a tres y hasta jugar un ratito.

—Juega con tu propia cola, maldito.

—Si se me pega la gana vamos hacia allí.

—No te atreverías —niego con mi cabeza.

—Pues soporta esto, niñita —me guiña un ojo y comienza a desvestir a la otra maldita.

No mandes, estos dos van a darse frente a mí. Si no muero encerrada moriré de asco.

Miro hacia el suelo y trato de concentrarme en otra cosa para no escuchar los asquerosos sonidos de los marranos estos.

¡Agh!

¿Tanto tengo que soportar?

—Mario —una voz casi audible se escucha y miro hacia la entrada del salón.

Es una mujer, una hermosa. Cabello negro, rostro perfecto, cuerpo más que perfecto, ojos azules con aros casi ni visibles... Ella es perfecta.

¿Acaso es la mujer de Mario?

—Jasmine —el hombre deja de hacer lo que hacía y comienza a vestirse rápidamente mientras Elizabeth, como la cochina que es no hace ni el mínimo esfuerzo en tomar su ropa—. Yo no... Jasmine no quería.

—No te puede escuchar, Mario —Elizabeth le dice y este le da una mala mirada.

La mujer de marcha corriendo y Mario golpea la mesa.

—Tranquilo amor, ahora sigamos con lo nuestro —la chica abre sus piernas mientras muerde su labio inferior. Mario resopla y le lanza la ropa.

—Quítate las ganas tú sola.

—¿Qué sucede? ¿Acaso prefieres a la sorda?

—Ella es mi esposa, tú sólo eres mi amante, que no se te olvide. A ella la amo, por tí siento nada.

—Ok, entonces vete detrás detrás de ella —señala la puerta y él ni lo duda—. Maldito.

—¿Duele? —le pregunto sonriendo y ella comienza a reír, luego se gira hacia mí abriendo sus piernas.

—Lo que me duele es esto, ¿me ayudarías?

—Eres una marrana.

—Pues si no quieres ayudarme ok, soporta como me toco frente a ti.

Zoosemiótica✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora