35- Mantra

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Volver a ir a la preparatoria luego de faltar por casi una semana es raro para mí.

Dejé a mis amigas sólo por defender el reino animal, prácticamente he dejado mi vida, lo he dejado todo.

No más libros, no más fiestas, no más salidas con mis amigas... Todo se ha acabado, y no ¡No quiero! Quería un final de curso feliz, pero ya veo que ni a la preparatoria puedo ir porque es mi obligación ir al reino animal.

Y ahora estoy llegando a la preparatoria, estoy caminando hacia ella.

Faltan dos semanas para que acabe, y en tres días comienzan los exámenes. Debo esforzarme el máximo y dejar por unos días mi otra vida.

—¡Tonta! —golpean mi hombro cuando entro a la preparatoria y giro mi rostro para encontrarme con Elena—. ¿Qué sucede contigo? Ni siquiera vienes, ya lo pregunté una vez pero lo vuelvo a hacer, ¿qué sucede? Por favor, necesito saber Mary. Eres mi amiga, confía en mí, cuéntame...

—No puedo, sólo... Déjame por favor, mi cabeza es un lío —le pido y vuelvo a caminar.

—No te dejaré, claro que no Mary —agarra mi mano—. Los amigos están en los buenos y malos momentos, y yo no me alejaré, jamás lo haré.

—Elena...

—Mary, no me digas que no. Habla conmigo, saca todo lo que tienes dentro.

La miro por unos segundos y asiento lentamente.

Necesito hablar con ella, necesito desahogarme, porque no puedo más. No puedo fingir estar bien cuando no es verdad.

—¿Puedes ir a mi casa? Hacemos pijamada y ahí te cuento —le digo y ella asiente sonríendo.

—¡Sí! Claro que sí, iré.

—Ok, allí te contaré, y lleva algo por si te desmayas.

—¿Mmm?

                               (....)

No puedo creer que esté a punto de contarle a Elena todo lo que está pasando, es que no... Enserio que no me lo creo.

¿Y si hago mal en contarlo?

Ay Dios, ¿qué hago?

No lo cuentes.

Ya para qué.

Aún hay tiempo, cuentale sobre Félix y más nada.

Es que creo que contarle sobre mi don me iba a hacer bien, es sacar lo que tengo dentro, desahogarme y... tal vez sentir paz.

O sólo arrepentirme y meter la pata.

—¡Ah! —golpeo la cama y la chica me mira.

—¿Mary, qué tienes?

—No es nada es... No sé si contarte, la verdad —miro mis manos y trago saliva—. Es que no sé si haré bien contandote esto porque podría meterme en un lío y tú vida cambiaría completamente porque sabrías un secreto...

—¿A quién mataste? —me pregunta aterrada y yo niego con mi cabeza.

—A nadie, claro que a nadie. Pero esto es bien difícil, porque cuando me pasó no me lo creí y sé que tú tampoco te vas a creer que...

—Elena, tú tampoco te vas a creer que Mary está enamorada de mí —Félix entra a mi habitación con su rostro serio y mirándome fijamente.

—¿Uhm? —la chica nos mira confundida.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto a Félix.

—¿Qué hago aquí? Te salvo el pellejo, porque casi la cagas, chica del don, casi cuentas toda la mierda.

—¿Casi la cago? Pero si me has dicho...

—Necesito que ella salga de aquí y nos deje hablar a solas —señala a Elena.

—Pues no, no va a salir, ella se queda aquí —cruzo mis brazos.

—Yo mejor salgo —Elena aprieta sus labios se da la vuelta para salir de la habitación, dejándome a solas con el señor estupideces.

—Idiota —le digo entre dientes.

—¿Idiota yo, Mary? No seas tonta niñita. Por poco le cuentas a una humana todo sobre la Zoosemiótica, ¿no?

—¿Y? Se lo cuento a quien quiera.

—¿Pero estás loca acaso? Esto sólo lo saben las personas que pertenecen al reino animal, lo cuentas a un humano y todo se va a la mierda. Los humanos dañan los animales a diario y no les importa lo que ellos sienten.

—¡No todos son así! Porque yo jamás antes de pertenecer a esta mierda dañé a un animal.

—Obvio que no porque en tu sangre ya estaba el don, pero los humanos son malos, hacen las cosas sin pensar en que a nosotros nos duele que nos griten, que nos peguen y que nos dejen sin cenar sólo porque rompimos cualquier cosa o porque hicimos nuestras necesidades dentro porque ellos ni una caja con arena compraron.

—Te fuiste del tema y no sé por qué —enarco una ceja.

—No me he ido, sigo en el tema, ¿pero es que no te das cuenta? Si los humanos llegaran a saber que exististimos nosotros nos tomarían como esclavos, nos explotarían sin importarles nada, esto es un secreto que cada uno de nosotros debe guardar, todo depende de nosotros, sino estaríamos en la mierda ya.

—Ahí ya estamos —resoplo.

—Tú casi nos llevas allí —camina hacia el balcón para irse.

—¿Cómo sabías qué iba a hablar de eso con Elena? —le pregunto y él rueda sus ojos.

—Me lo contó un pajarito, duh.

—Tenía que ser.

—Mañana sin falta en el reino animal, hay reunión —me señala.

—No puedo faltar a la preparatoria, lo siento.

—Ok, entonces será cuando termines la preparatoria.

—¡Idiota! —le chillo y él sólo ríe.

—Ya es mantra.

Mantra ni puta.

¡Agh!

Jodido e idiota Félix.

—¿Ya se fue? —Elena entra mirando a todos lados.

—Sí, tranquila, ya se fue.

—¿Entonces me cuentas o qué? ¿Por qué te dijo chica del don? —pestañea varias veces y asiento.

—Te contaré cuando sea necesario, tal vez el día esté cerca y lo sepas pronto.

—Me asustas, Mary —abre sus ojos como platos.

—No de qué asustarte, un día te llegará una carta, esa seré yo, y entonces sabrás que hacer en ese momento —sonrío y le doy un pequeño abrazo—. Ahora hablemos de Félix, tengo muuucho que contarte.

—De que tienes tienes —asiente elevando sus cejas.

Zoosemiótica✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora