40- Confesiones

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—Despierta, dormilona —sacuden mis brazos y abro mis ojos encontrándome con Félix que tiene una sonrisa de lado.

—Diablos —miro a mi alrededor y veo que estamos en el río aún. Y él Sol comienza a salir.

—Será mejor vestirse, ya la ropa está seca.

—Me duele todo el cuerpo —pongo mis manos en mi cabeza y cierro mis ojos, Félix ríe.

—¿Cómo no te va a doler? Tres horas...

—¡Cállate! —me siento y entrecierro mis ojos.

—Uy... mal humor, y eso que...

—Félix, por favor.

—Vale, vale. No voy a joderte, delicia. Pero ahora es necesario tomar un baño, vestirse e ir a desayunar con el grupo.

—Lo sé —asiento y me levanto para entrar al agua, la que ahora sí está fría.

El chico entra también y hace una mueca.

—Los gatos odiamos el agua fría.

—Eres humano ahora.

—Sí, pero igual.

—Prefiero el frío que calor —igual entro al agua, y es cierto que está fría.

Luego de una "ducha" salimos, nos vestimos y vamos hacia donde están los demás, los que al vernos se miran entre ellos y comienzan a disimular que no saben nada.

Félix se aleja de mí y se sienta junto a Lulú y Min, mientras que yo me quedo junto a Tomy, que sonríe cuando me mira.

Comienzo a desayunar y él se aclara la garganta.

—¿Qué sucedió, Mary?

—¿Qué sucedió de qué?

—Mary, por Dios, tú y Félix...

—Ah, eso, pues nada —al decir eso siento la mirada de Félix en mí.

—¿Y crees que somos tontos? Te conozco muy bien y sé cuando estás mintiendo.

—Ay Tomy, lo sé, pero si sabes qué sucedió para que hablar.

—Cierto, pero quería confirmar.

—Ok.

Cuando todos terminamos el desayuno recogemos las cosas y comenzamos a caminar de nuevo.

Según Fabiana ya estamos cada vez más cerca de la fortaleza de Mario. Las torres de la mansión se comienzan a ver y trago saliva. Los nervios han vuelto y las ganas de irme también.

Pero igual si algo malo sucede tengo ayuda, digo, eso espero.

Si no le llega pos ni modo.

No seas aguafiestas.

Mira quién habla.

Llegamos hasta un enorme portón, el cual es la entrada a la mansión de Mario. Fabiana observa el lugar detenidamente y suspira mirándonos a todos.

—Ahora debemos transformarnos en gatos para poder escalar el portón. Cuando estemos del otro lado, si no hay guardias seremos humanos y nos separaremos en grupos de a cinco. Cada uno sabe qué hacer, ahora, ¡A escalar! Y cuando esté todo listo nos reunimos en la torre principal. ¿Quedó claro? —pregunta y asentimos.

Cada uno comienza a transformarse en su animal y van directo al portón para escalarlo. No puedo negar que a mi me cuesta un poco de trabajo transformarme ya que los nervios me tienen tensa y me cuesta centrarme en lo que debo.

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