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Quérote.

CLOE

«No sé cómo empezar esta nota sin que dejes de leerla. Sé que te he hecho daño y te he fallado muchas veces, y es normal que no quieras saber de mí. Me arrepiento de cada lágrima que derramaste, de cada palabra mal dicha. Solo necesito una oportunidad para demostrarte que he cambiado».

Feliz cumple.

Te quiero.

Erik.

La única manera en estos tiempos digitales de llamar la atención era volviendo al papel tradicional y al boli para remover unos recuerdos. Eso, unido a mi soledad me llevaron a contestarle después de tanto tiempo. Atendí su llamada y conversamos como amigos. Fui breve para agradecerle su detalle el día de mi cumpleaños, el haberse preocupado por mí con varios mensajes. Quedamos en vernos un día. Ya le avisaría cuando me sintiera con ganas de hablar. Ese día no era. Mi corazón no quería celebrar, pero se lo debía a mi familia.

Sonó el timbre nuevamente y ya no esperaba nada. Podían ser mis abuelos o mis padres que habían salido con Andrés a buscar la tarta y las demás cosas para la noche. Bajé con desgana a abrir y la sorpresa tocó nuevamente a mi puerta. Otro enorme ramo tras la mirilla. Esta vez una risotada que me sonaba familiar dio un vuelco a mi corazón.

—Cloe ¡esto pesa la hostia!

Abrí acelerada con la emoción recorriendo mis venas. Un alocado Yezzy hacía acto de presencia. Hacía un mes que no le veía y, aunque hablaba todos los días con él por videollamada contándome su adaptación en su nueva vida, tenerle delante era mi mayor regalo. Salté a los brazos de mi amigo justo cuando apoyó el precioso ramo de tulipanes de todos los colores en el suelo. Conocía mis gustos. Me dio mil excusas que me tragué de que no podían venir. Que Manu tenía una sesión especial en el trabajo y que él estaba muy ocupado con la universidad. Lo de Manu era cierto y por eso mi querido amigo viajó solo. Nunca imaginé que vendría un par de días para estar conmigo.

Lloré de la emoción y le llené la cara de besos. Le agradecí que hubiera venido el día que tanto lo necesitaba. Él era muy importante para mí.

—¿Cómo está mi chica favorita del mundo? —Rodeaba mi cintura cogiéndome en brazos y su fresco olor a perfume bañaba mis sentidos. Su cabello ensortijado con las gafas de sol de diadema me recordaba a los momentos del instituto. ¡Tantos recuerdos que se juntaban en mi mente! No podían faltar mis lágrimas de alegría al tenerlo tan cerca.

—¿Cómo no me has avisado de que venías?

—¡Entonces no sería una sorpresa!

Lo abracé con fuerza, estaba feliz al tenerlo conmigo.

Me bajó y cogió las flores haciéndome entrega en las manos de un gigantesco ramo que no podía sujetar yo sola. Me ayudó a llevarlo hasta el salón y al pasar junto al ramo de Erik una sonrisa dibujó su rostro.

—A ver, anoche hablamos y no me contaste nada.

—¿El qué? —Sabía de sobra a qué se refería.

Con el morro indicó sutilmente el otro ramo.

—O es de tus padres, que sé que en la vida te regalarían rosas rojas, o te buscaste por Tinder en doce horas un maromo que te manda flores.

Me reí por sus palabras. Suspiré sonrojada y le conté mi breve conversación con Erik.

)))(((

—Y esa es la historia...

Resumí el divertido episodio del mensajero haciendo de celestino. Le enseñé la nota y le conté la llamada donde me pedía vernos.

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora