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Malo será.

CLOE

23 de junio de 2022.

Abrí los ojos con dificultad y lo único que veía era una habitación blanca con una tele aérea encima de mi cama. Oía música y reconocí la voz de Olivia Rodrigo. En la pantalla se reproducía el vídeo de All I want. No sabía dónde estaba ni qué hacía allí. Me molestaba la cabeza, un dolor intenso con punzadas que sentía como clavos en la frente. Moví la mano derecha y tenía puesta una vía con dos tubitos conectados que iban a unas bolsas con medicamentos. Me moví en la cama como pude y sentí el cuerpo entumecido. Me dolía todo. Tenía puesto oxígeno porque notaba el aire frío en las fosas nasales; intenté quitármelo sin lograrlo porque no tenía fuerzas. Miré hacia los enormes ventanales de la habitación y un discreto ramo con tulipanes de varios colores junto a un pequeño oso de peluche decoraba el rincón. Junto a mi mano encontré una cabeza con rizos rubios apoyada en mi cama. Y aunque Yezzy siempre me provocaba mucha ternura verlo dormido a mi lado, traté de recordar pero no sabía por qué estaba allí. Me zafé suavemente de la mano de mi mejor amigo. Estaba profundamente dormido, no se podía mover. Observé lo que me rodeaba. Las sábanas y mi bata, ambas identificadas con las letras del Sergas. Respiraba con angustia, mi corazón se aceleraba sabiendo que estaba en un hospital en Galicia y la sábana que me cubría el cuerpo me desvelaba en cuál, el logo del CHUAC me aclaraba que estaba en el hospital donde trabajaban mis padres. Alcé con torpeza la mano e intenté tocar mi cuello al sentirlo rígido. Tenía puesto un collarín cervical que me impedía moverme con facilidad. ¿Qué hacía en el hospital? Rebusqué en mi cama hasta que di con el botón para llamar al puesto de las enfermeras. Lo apreté y a los pocos minutos sonó bruscamente la puerta. Mi amigo saltó de la cama y una enfermera apareció por la puerta.

—¡Cloe! —gritó Yezzy, al tiempo que se llevaba las manos a la cabeza y se le saltaron las lágrimas. Me cogió la mano y me acarició con ternura. Esbozó un puchero y una gran sonrisa con sus bonitos ojos azules empañados en lágrimas— ¡Por fin, mi niña!

La enfermera, ataviada con un carrito, se movió con rapidez. Le pidió a Yezzy que saliera, este me dio un beso con emoción y me hizo un gesto que no logré entender. ¿Qué estaba pasando? A los pocos segundos entró otra enfermera y un hombre con bata blanca, lo reconocí como médico cuando se posicionó al lado de la cama y observé el recuadro rojo en el bolsillo de la solapa que lo identificaba como Dr. Manuel Rodríguez Pérez. Unidad de Neurología.

Me empezó a hacer un reconocimiento y mi vista se emborronó.

—Mi madre —logré decir con una voz tan suave que no sé si me entendieron porque no me miraron.

Una de las enfermeras estaba en un ir y venir de aparatos y cables conectándolos a mi cuerpo en lo que creo era un electrocardiograma. La otra enfermera me tomó la tensión y el médico me auscultó y me miró.

—Hola Cloe, soy el doctor Rodríguez, ¿cómo te encuentras?

—Me duele la cabeza. —Intenté alzar la mano, pero seguía sin fuerzas.

—Es normal, has estado muchos días sedada —me alumbró con una linterna— necesito que sigas con la vista la luz —me pidió con seriedad. Hice el intento pero no me centré.

—Veo mal.

—Tranquila, te pondrás bien.

Siguieron con el reconocimiento un tiempo mientras el médico iba dando las indicaciones a las enfermeras. Una de ellas tomaba nota, la otra se movía por la habitación como ratón en laboratorio poniendo la medicación en el aparato digital que tenía al lado de la cama.

—¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde están mis padres? —Susurré porque la garganta la tenía seca y la voz apenas me salía.

—Tuviste un accidente. Has estado varios días en coma.

En ese momento se abrió la puerta y sentí que entraba alguien con suavidad. Mis lágrimas empezaron a salir cuando vi a mis padres a los pies de la cama.

—Antía, Xosé —el médico se dirigió a ellos— os dije que todo iba a ir bien. Esta chica es muy fuerte—. Una leve sonrisa del médico en un rostro superserio era, cuanto menos llamativo.

Las caras de angustia y de cansancio de mis padres junto a sus lágrimas me revelaban que estaba grave.

—Le llevarán ahora a hacer un TAC y seguiremos monitorizando. Luego volveremos a hablar. —Se separó de la cama y le tocó con cariño el hombro a mi padre que lloraba con emoción. Al verlos con sus respectivos uniformes entendía que estaban de turno.

—Hija, ¿cómo te encuentras?

Mi madre me abrazó con sumo cuidado y mi padre me cogió de la mano con ternura. Me esforzaba en intentar recordar pero me topaba con un gran muro blanco en mi mente.

—No recuerdo nada.

—Es normal que no recuerdes las últimas cosas que han ocurrido, hija. Tuviste un golpe muy fuerte. Llevas casi dos semanas en coma.

—¿Qué ha pasado?

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora