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Infinito.

CLOE

Entré en casa dispuesta a darme un baño caliente, comer un bocadillo y acostarme a dormir. Estaba matada después de una semana intensa de estudio y de estrés por el trabajo de grado y las prácticas externas que estaba haciendo en una radio digital, que me llevaba por el camino estrecho de la amargura.

Caminé a la cocina y Yezzy estaba sentado con la cabeza agachada. Un mal presentimiento me invadió en ese momento. Levantó la vista en cuanto me sintió y sus ojos tristes me indicaron que algo iba mal. Pensé en Manu y que hubieran tenido alguna discusión; que le pasaba algo a sus padres o a su abuela, que era muy mayor, y en ocasiones nos daba algún que otro susto.

—¿Qué ha pasado, Yezzy?

—Siéntate, cielo. —Esto me ponía la situación peor. Me cogió la mano y mi corazón se aceleró asustado.

—Cloe, necesito que me escuches.

—Me estás poniendo nerviosa.

—Thiago está en Barcelona. —Una corriente de calor me recorrió el cuerpo de pies a cabeza.

—Vale. —Mi corazón se salía por la boca.

Tenía que demostrarle que no me importaba aunque por dentro me estuviera muriendo. Tragué saliva y respiré profundo.

—Vive en España desde agosto.

—Vale, ¿y? —Sentía que perdía la fuerza. —Delante de Yezzy no podía disimular más. Mi cara de enfado era evidente—. Me alegro por él— me levanté de la silla con suavidad dispuesta a ir a mi habitación a llorar a escondidas una vez más. A pesar de la fuerza que quería demostrar, Thiago me seguía doliendo.

—Escúchame. —Sujetó mi brazo y desató mis lágrimas antes de lo que yo hubiera deseado.

—No quiero saber nada de él, Yezzy.

—Por favor, escúchame.

—No me interesa su maravillosa vida con la pelirroja.

—¿Qué dices?

—Lo que escuchas. Viven juntos, ella se lo dijo en aquella discusión en tu boda. «¿Me has traído hasta aquí a miles de kilómetros de nuestra casa para que presencie como me engañas con esta mujer?» —Reproduje con rabia sus palabras que no había olvidado.

—Thiago nunca ha vivido con ella ni con nadie.

—¡Claro! Y yo soy idiota y me lo creo.

—No te mentiría en eso —me miró con sinceridad y yo no sabía qué pensar.

—¿Y por qué nunca me lo dijiste?

—¿Acaso alguna vez me lo preguntaste? —Me hervía la sangre. Yezzy tenía razón, desde la boda no quise tocar nunca más el tema "Thiago"—. Es más, aquella misma noche ella cogió un Uber y nunca más se vieron.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque el propio Thiago me lo contó, ¡coño! —Levantaba las manos con desesperación.

—Vale, ¿eso es todo lo que me ibas a decir? —Intenté seguir mi camino, fue inútil. Yezzy cogió mi mano nuevamente y me detuvo en seco.

—No —me quedé inmóvil con los brazos cruzados esperando lo que me tenía que decir—. Necesito que me acompañes a verle.

—¿Yo? ¡Ni de coña! ¿Para qué? ¿Para que se ría en mi cara? No gracias, tengo dignidad. No me interesa nada de su vi... —No me dejó terminar la frase.

—Àngels murió esta mañana.

Mi corazón se detuvo en seco. No me lo esperaba. Me llevé las manos a la cabeza con absoluta sorpresa. Se arremolinaron en mi mente las imágenes de la entrañable iaia que vivía por y para su nieto, el referente como madre de Thiago. Cuando paseaban sus iaios y él cogidos de la mano por el paseo marítimo. En la playa. En sus dieciocho cumpleaños cuando le dimos la sorpresa y la abuela lloraba de emoción. No sabía qué hacer ni qué decir. Mis lágrimas caían solas desmontando lo que tanto llevaba ocultando. Lo seguía necesitando. Yezzy se levantó y me abrazó con cariño tratando de consolarme. Estaba devastada pensando en el dolor que sentiría él. Perdía nuevamente a un ser querido.

—¿Qué le pasó?

—Descansó, Cloe. Llevaba meses sufriendo en una cama con muchas enfermedades que se le juntaron. Por eso Thiago regresó en agosto y vive con ellos desde entonces. El doctorado lo continuó a distancia.

—¿Por qué no me dijiste nada?

—Él me lo pidió.

—Entonces no querrá verme.

—Eres la única que lo puede levantar. Martí me lo pidió. Y es por eso que te lo estoy pidiendo. Lleva días sin dormir, apenas quiere comer, esperando el desenlace que, finalmente, fue esta mañana.

Mi cuerpo intentaba procesar la situación imaginando su desesperación. Y aunque sintiera un profundo dolor por su distanciamiento y los años que me había ignorado era inevitable que me doliera su sufrimiento. Soy humana y sé que Àngels, no solo era su abuela. Era la única persona aparte de Martí, que le quedaba viva. Nada se sabía de la familia del padre porque con dos años lo habían abandonado en un orfanato y vivió toda la vida en centros de acogida hasta la mayoría de edad. Se había casado con la madre de Thiago con la que había vivido hasta que la mató. Por el lado de su madre ella era hija única. Así que Thiago, perdiendo a Àngels, solo tenía a su abuelo.

No me pude negar ir a verlo.

—Dame veinte minutos que me ducho y me cambio.

—Aquí te espero, cielo.


Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora