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Efímero.

THIAGO

10 de junio de 2022.

No sabría definir mis sentimientos en ese instante. Lloraba de dolor sintiendo la sensación de culpa en cada minúscula parte de mi ser. Llevábamos varias horas sobre unas duras sillas en esa fría sala del hospital. No me gustaba en absoluto la ira que se apoderaba de mí. Momentos de rabia que no podía controlar. A veces me planteaba cosas impensables. Todo había sido por mi culpa. La historia se repetía. Ese desgraciado me quitaba lo que más quería. Era a mí a quien tenía que haber arrollado, pero por mi culpa, por soltar su mano, no pude salvarla de semejante atropello que la causó tanto sufrimiento, con las consecuencias que tendría para su vida.

Tenerla entre mis brazos inmóvil, con sangre y amoratada era algo que no me perdonaría en la vida. Mi padre lo había logrado una vez más. Cogía mi vida y la destruía a su gusto, entregándome los despojos de sus actos.

Estaba en un estado de shock absoluto, mirando al suelo, a la espera de noticias. Mis manos sudaban, mi cuerpo temblaba de angustia con Yezzy a mi lado. Alicia, Manu y Enzo estaban de pie en la sala de espera. Los padres de Cloe estaban junto a su hija. Nos darían la información en cuanto supieran.

Apareció Xosé con la mirada perdida y sentí que me iba a derrumbar. Nos acercamos rápidamente a él.

—Cloe... —contuvo la respiración sopesando las palabras— Cloe tiene un traumatismo craneoencefálico. Le siguen haciendo pruebas. Tardará en recuperarse —comentó su padre con la voz rota—, pero se pondrá bien. Estoy seguro. —Se llenaron sus ojos de lágrimas mientras mi alma se resquebraja con cada palabra.

No sabía qué decir; por una parte me sentía aliviado, había opciones de recuperación y por otra, no podía dejar de autoflagelarme mentalmente, de declararme culpable. Me abrazó con fuerza y yo le correspondí soltando un llanto incontrolable que tenía dentro.

—Es mi culpa, lo siento, Xosé... Lo siento de verdad. Nunca podré perdonármelo. Ella no se lo merece y vosotros tampoco. —Mi voz se entrecortaba por el llanto. Estaba desesperado—. Sabía que tarde o temprano mi padre volvería y joder... lo siento mucho —apenas podía respirar con el nudo en el pecho; él me separó del abrazo mirándome con preocupación.

—Thiago, no ha sido culpa tuya —me cogió por los hombros obligándome a mirarle a la cara—. No puedes hacerte cargo de cosas que no son tu responsabilidad. Cloe te quiere mucho, hijo. Antía y yo sabemos que aquí el único culpable es ese hombre, no tú —sentenció.

Aunque todo lo que decían era cierto, no podía evitar el sentimiento de  culpa.

—Esperó todos estos años para cumplir su promesa. Y lo ha logrado. Sabía que debía alejarme de ella en cuanto salió de prisión y no lo hice —el nudo de mi pecho se comprimía y me costaba respirar—. No lo hice porque pensé que me dejaría en paz.

—Mi hija es muy fuerte y se recuperará —su voz de esperanza y su abrazo me consolaban, pero su inmensa empatía y comprensión me llevaron directo a la promesa que un día le hice a Cloe y que tomaría fuerza si ella salía de esta.

—Con permiso, —un hombre uniformado de policía acompañado de una mujer con el mismo atuendo reclamaba nuestra atención— les vamos a tomar declaración a los que estuvieron presentes en el accidente.

Todos asentimos y el hombre me miró directamente a mí.

—¿Quién es el hijo de Leonardo López? —preguntó la mujer, quizás por educación, porque ambos policías no me quitaban los inquisitivos ojos de encima.

—Por desgracia, soy yo.

—Por desgracia, soy yo

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Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora