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Tienes un futuro prometedor.

CLOE

29 de junio de 2026.

Los consejos de Manu me habían acompañado durante todo este tiempo. Desde aquel día en el mirador, no había vuelto a saber más de Thiago. Se había hecho el silencio, un silencio que necesitaba para procesar todo lo que sentía y estaba por venir. Manu y Yezzy habían sido muy prudentes desde aquella noche de borrachera, y no volvieron a hacer mención a ninguna cosa relacionada con él. Dicen que el tiempo cura las heridas, pero la mía, por más que lo había intentado, no sanaba, no cicatrizaba y sentía que en lugar de mejorar, empeoraba y se abría cada día más; quizás porque no me perdonaba a mí misma que el rencor invadiera mi ser. Me di cuenta de que había sido una egoísta caprichosa que solo pensaba en mi propio sufrimiento sin detenerme a valorar lo que él había sufrido. Porque Thiago no mentía. Nunca lo hizo. Thiago era el ser más transparente que había conocido en mi vida y yo no tenía nada que perdonarle. No se había marchado no porque no me quisiera. Quizás me quería demasiado y por eso, al final, había tomado esa decisión. Él había actuado por instinto y era difícil ponerse en sus zapatos. Nos creemos jueces hablando fríamente sin empatizar con ese niño que tanto había sufrido siendo tan pequeño y que había vivido una vida llena de desgracia. Me había negado a verlo, a sentir su dolor y me había centrado en pensar exclusivamente en que yo era demasiado dependiente de él. Thiago me necesitaba, me lo había dicho muchas veces y yo no le había dado importancia. O quizás sí; pero ahora era yo la que tenía miedo de estrellarme. Y eso era difícil de controlar.

—¡Cloe Méndez Vila! —Gritos y aplausos vitoreaban mi mención sacándome de la nube en que me encontraba.

El Aula Magna de la Universidad Autónoma de Barcelona se vestía de gala para la graduación del Grado en Periodismo del curso 2022-2026. La gran pantalla del auditorio mostraba una fotografía mía junto a mi nombre y el anagrama de la universidad.

Me levanté del asiento con una emoción que no me cabía en el pecho. Mis padres, Andrés, mis cuatro abuelos, Yezzy y Manu fueron los familiares que asistieron al acto y aplaudían eufóricos desde sus asientos. Nunca te imaginas que este día llegue y que las metas que me había propuesto las iba alcanzando poco a poco.

Subí al estrado donde se encontraban los tres padrinos de la promoción. El escogido por mi grupo fue el catedrático Don Santiago Calvo que impartía la materia de Fotoperiodismo, un profesor muy cercano a los alumnos y al que le guardaba especial aprecio. Él fue el que me entregó el diploma y, al extenderme la mano para felicitarme, pronunció unas palabras que me inquietaron:

—Enhorabuena, Cloe. —Me dio un dos besos con afecto—. Tengo muy buenas noticias para ti. —No sabía qué responder; sonreí con nervios mientras nos hacían la foto con los tres padrinos. Me volví para dar paso a mis compañeros y Santiago insistió:— No te marches sin que hablemos.

—¡Por supuesto! —mis ojos se fueron hacia mi querido Yezzy, quien, inexplicablemente, me había dicho justo antes de entrar al acto que recibiría una buena noticia. Pensé que hacía sus teorías premonitorias para ponerme de los nervios e imaginé que, entre los familiares, estaría ese chico de ojos grises al que seguía sin poder olvidar. Y no, no acerté.

Tras finalizar la entrega de diplomas y las menciones especiales nos hicimos la foto familiar. Para mi felicidad habían venido todos al completo.

Llegaba el brindis con los compañeros con los que había pasado cuatro años de risas y buenos ratos. Empezaría esta nueva etapa que me inquietaba.

En principio mi idea era regresar a A Coruña junto a mis padres e intentar buscar trabajo allí. Era el momento de independizarme de mis amigos del alma que tanto me habían cuidado y tan bien me habían acogido todos estos años. ¡Ya tocaba dejarlos tranquilos! Ellos también necesitaban ser una pareja normal, caminar por su casa en pelotas sin que una niñata caprichosa les perturbe su vida de casados.

Mi padre siempre me había dicho que, cuando no supiera qué hacer con mi vida volviera al origen y quizás allí encontraría las respuestas. Así que en cuanto acabaran las celebraciones y las fiestas post graduación, regresaría a casa y comenzaría mi nueva vida.

Me acerqué al catedrático con una sensación extraña porque no sabía lo que me iba a decir.

—Don Santiago. —Esbocé una tímida sonrisa a la espera de sus palabras.

—Cloe, le he dado un ejemplar de tu libro a una amiga y me ha dicho que le gustaría reunirse contigo.

—Claro, ¡me encantaría! —Nunca hubiera imaginado lo que estaba por venir, ¡ni en mis mejores sueños!

Pensé que la amiga de Santiago quería que se lo dedicara, como me habían pedido varias personas desde la publicación. Había vendido muchos ejemplares, más de lo que yo tenía previsto. De hecho, Yezzy siempre me había vacilando con el registro diario del número de ventas, diciendo que algún día no muy lejano sería mi mánager. Teorías y deseos de un amigo entrañable que siempre quería lo mejor para mí.

Mis padres a mi lado sonreían con emoción mientras el catedrático me extendía su tarjeta.

—Se llama María Jesús Torres Guevara y es la directora de uno de los grupos editoriales más importantes de España. —Sonrió orgulloso y yo sentí una impresión tan grande que no sabía si reír o llorar—. Solo te diré que le ha encantado tu pluma. Así que no pierdas el tren. Tienes un futuro prometedor.

No podría explicar con palabras lo que sentí. Era un premio al esfuerzo, a la constancia, a las vivencias dolorosas por las que había transitado y nada hubiera sido posible sin todo eso que me había traído hasta aquí.

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora