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Descuit amb conseqüències.

THIAGO

Saltarse las medidas en casa no era fácil. Nada se abría sin la aprobación de las personas que custodiaban nuestra seguridad. Ni siquiera la correspondencia que llegaba para el personal de servicio se podía abrir sin su autorización. Marco era de confianza, trabajaba como chófer de mi abuelo desde antes de mudarnos a A Coruña. No entendí por qué se había saltado el protocolo habitual de dejarla en la cocina y eso me puso en alerta. Caminé hasta la caseta de la entrada de la casa y abrí la puerta sin avisar. Allí estaban Félix y David, los vigilantes de turno.

—Chicos —ambos se giraron asombrados y se levantaron—. Ha llegado una carta esta mañana y me ha dicho Marco que la habéis revisado. —Los dos se miraron sorprendidos.

—No sé qué carta es esa, —habló Félix con semblante desencajado.

—Sí, la que sacó Marco del buzón, —añadió David despreocupado—. Yo la revisé y no tiene nada. Me dijo que te la entregaba él. —Le extendí el sobre con temor. Y sus palabras me preocuparon más. Sabía de quién era.

—Es de mi padre.

—¿Cómo lo sabes? —Preguntó David desconfiando.

—Porque es su letra.

—No debiste coger la carta, Thiago —comentó Félix con preocupación.

—Llama a la Nacional —pidió David a Félix.

—Me acabas de decir que la habías revisado, —miré a David alarmado.

—Y lo hice.

—No, no llaméis a nadie. Necesito que reviséis la carta nuevamente. —Exigí pidiendo que me la devolvieran.

—Sabes que no podemos hacer eso. Estáis bajo protección. Cualquier cosa que llegue de tu padre tienen que revisarlo ellos.

—Me importa muy poco la protección en este momento ¿No visteis que era anónima?

—Lo siento, Thiago. —Tragó saliva cogiendo la carta—. Te avisaremos en cuanto puedas leerla.

—¡La necesito ya! —Les advertí con enfado y salí de la caseta tirando la puerta.

Marqué el número de Marco buscando respuestas. No entendía el misterio de dejarla en mi habitación. El teléfono estaba fuera de servicio. Llamé a mi abuelo con temor de que algo malo le hubiera ocurrido.

—Dime, hijo.

—¿Iaio, estás bien?

—Sí, ¿dónde estás?

—En casa, ¿con quién estás? —Pregunté preocupado.

—Voy de camino a casa en taxi. ¿Por qué estás tan nervioso?

—Por nada, abuelo. Aquí hablamos.

......

Pasaron dos horas desde que había dejado la carta en la caseta. Mi abuelo había llegado y le conté lo sucedido. La Policía Nacional me entregó la carta después de revisar su contenido y mientras intentaban localizar a Marco, que no contestaba el móvil, para hacerle unas preguntas ya que él fue el que había encontrado la carta en el buzón. Sus cosas estaban en la habitación lo que nos indicaba que volvería. Como era su día libre quizás quería desconectar y no tenía ninguna relación con la carta de mi padre.

Mi padre fue breve y su amenaza volvía.

"Te lo advertí y no me hiciste caso. Cumpliré mi promesa".

 Cumpliré mi promesa"

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Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora