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Releyendo el pasado.

CLOE

Cada minuto que pasaba mi ansiedad aumentaba, y mis nervios se intensificaban pensando en ese reencuentro que tanto anhelaba. No me podía creer que hubieran pasado casi cuatro años desde aquel accidente. Cuatro años en los que había crecido como persona y en los que había sufrido como una desgraciada por un amor no correspondido. Me tenía que armar de valor para no dejarme llevar por esos ojos grises que me enamoraron en el instituto, porque, aunque las ganas a veces me hacían perder el norte, la razón tenía que primar.

Salí del portal con la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo y el pulso se me aceleró con solo mirarlo. Esa estampa que me transportaba al pasado: apoyado en su coche y con la mirada fija en el móvil; apenas pude observar su perfecto atuendo porque únicamente buscaba sus ojos. Solo con elevar la vista con semblante serio hacía que mis diosas se volvieran locas. Caminé temblando hacia él como la primera vez que salimos juntos y, aunque mi paso era firme, mis piernas temblaban como una auténtica gelatina.

Me detuve frente. Ninguno de los dos sabía qué hacer. Guardó el móvil en el bolsillo trasero y bajó los brazos, esperando mi reacción. Lo notaba nervioso y como Yezzy me había recomendado, dejé mi orgullo de lado y me acerqué invadiendo su espacio vital. Rodeé su torso y lo abracé apoyando mi cabeza en su hombro. Su olor era el mismo y sentir sus manos correspondiéndome con fuerza era un sueño hecho realidad. Nos quedamos así unos segundos. Ninguno de los dos se quería separar. Sin soltarnos del abrazo susurré:

—¿Cómo estás?

Me separó y me miró con tristeza.

—Contigo siempre estoy bien. —Su sonrisa ladeada me hacía ser una funambulista caminando por esa fina cuerda que, en cualquier momento, me haría caer al vacío.

—Siento lo que estás pasando, —le dije.

—Bueno... —suspiró soltando todo el aire—. Ahora ya puedo estar tranquilo.

—Me alegro...

No sabía qué hacer y, por su reacción, imaginé que para él tampoco sería fácil hablar de todo este tiempo. Sentí vibrar mi móvil y contesté.

—Hola, papá.

—Cariño, ¿cómo estás?

Hablaba casi a diario con mis padres.

—Bien, papá. Mamá y Andrés, ¿cómo están?

—Bien, hija, muy felices por ti. Ayer estabas preciosa. ¿Qué tal te sentiste?

—¡Fue genial!¡ Se conectó muchísima gente! Sabes que cuando se juntan Yezzy, Manu y Dylan, ¡no hay quién los pare! ¡No sé cuántos libros se vendieron! ¡Fue alucinante!

—Te vi feliz hija y estamos muy orgullosos de ti, cielo. ¡Conseguirás todo lo que te propongas! —Miré a Thiago, que me observaba con reservas.

—Gracias, papá. Ayer pedí las copias para la familia y, en cuanto me lleguen, las mando para los abuelos y para los tíos.  

—¡Nada de eso! Utilízalas para promocionar. Ya hemos pedido nuestros ejemplares y cuando vayamos a la graduación nos los firmarás.

—Uff, ¡aún no me lo creo!

—¿Por qué? ¡Si escribes de maravilla!

—No sé si gustará...

—Lo importante es que te guste a ti, cariño.

Tantas reflexiones plasmadas, mis heridas abiertas a un público que juzgaría mis pensamientos. Y tenía miedo...

—Ya lo sé...

—Bueno, hija, en poco más de dos meses y nos vemos.

—Sí, ¿vais a venir todos?

—¡Nadie se quiere perder tu graduación!

Me emocionaba pensar que reuniría a toda mi familia.

—¡Cuento los días...! —No quería alargar nuestra conversación—. Papá, me están esperando.

—¿Y quién es el afortunado? —Sabía que empezaría con su interrogatorio particular.

—¿Por qué crees que es un chico? ¡A lo mejor es una amiga!

—Te conozco y tanta prisa por colgar es porque es alguien que te interesa...

—Es un viejo amigo —sonreí mirando a Thiago. Él estaba inmóvil con los brazos cruzados.

—¡No me digas que es Erik! —Soltó una risa burlona.

Mi padre no era el mejor haciendo cábalas.

—No, no es Erik, y tampoco te voy a decir de quién se trata.

—¿Lo conozco?

—Puede ser, quizás hasta mejor que yo.

Mi respiración se entrecortaba observando su rostro con detalle. Esbozó una pequeña sonrisa con complicidad sabiendo el cariño especial que mi familia le tenía.

Habían pasado los años y su aspecto había mejorado considerablemente. Estaba guapísimo, con sus facciones más duras. Seguía teniendo esa mirada arrolladora y cautivadora que enamoraba a cualquiera.

—Pues entonces, pásatelo bien.

—No te he dicho su nombre, —repliqué sabiendo que mi padre era adivino o yo le había dado demasiadas pistas.

—No me hace falta. Salúdalo de mi parte.

—Sí, papá no te preocupes. Besos a todos. Os quiero.

Colgué y guardé el móvil en el bolso. Thiago no hablaba, solo mostraba su preciosa sonrisa.

—Nos vamos... —dije con seguridad.

Asintió, abriendo la puerta del coche e invitándome con un gesto a subir. Y eso hice con los nervios en mi estómago y la incertidumbre en mis huesos.

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora