Merder.
THIAGO
Abrí el portón y los vigilantes de la entrada me saludaron. Entré en casa con el cansancio en el cuerpo y con la angustia de pensar lo que me esperaría el lunes. Eran casi las once de la mañana, había un movimiento rutinario. Pedro, el jardinero, pasaba el cortacésped por los exteriores. Al verme, de lejos alzó la mano saludando. Entré por la puerta de la cocina para coger cualquier cosa para comer, y apareció Clara, una señora que llevaba trabajando para la familia desde que mi madre era soltera; la considerábamos de la casa como todos los que trabajaban para mis abuelos.
—Hola, niño. —Ella siempre me llamaba así. —¿Cómo te sientes? —Me dio un abrazo y le correspondí con cariño.
—Bien, Clara. Hoy estoy mejor. ¿Y el abuelo?
—Salió temprano para buscar unos documentos en la oficina. —Me extrañaba que no me hubiera llamado.
—¿Un sábado?
—Eso dijo, sí.
—¿Quién lo llevó, Marco?
—No sé quién, niño, porque Marco entró hace un rato por la puerta principal, —me giré y me asomé por los ventanales de la cocina al jardín para ver qué coches había en el aparcamiento techado y estaban todos. Me parecía raro que mi abuelo hubiera pedido un taxi aunque no era de extrañar porque mi iaio era muy respetuoso con el descanso del personal.
—¿Qué quieres comer? ¿Te preparo algo? —Clara me sacó de mis pensamientos.
—No, no te preocupes, ya cojo cualquier cosa.
—Nada de eso, que si no, no comes. Te preparo un croissant con jamón y queso a la plancha y un café. Y no hay discusión. —Levanté las manos en señal de rendición.
—No voy a discutir contigo —sonreí con agradecimiento.
Seguí mirando por la ventana en silencio mientras Clara me preparaba el desayuno. Pedro recorría todos los rincones dejando perfecta la finca ajardinada.
—Ayer te vi sonreír y me alegró. —Me regaló una sonrisa de comprensión.
Clara y Pedro habían vivido en nuestra casa desde siempre, me conocían desde que nací. Y habían vivido con nosotros nuestra historia de familia desgraciada. Cuando nos mudamos a A Coruña ellos no estuvieron en casa porque la madre de Clara era muy mayor, estaba enferma y habían pedido quedarse en Barcelona para estar cerca de ella y cuidando la casa el tiempo que mis abuelos vivieron afuera.
—¿Qué dices?
—Te vi reír con tus amigos.
—Uyy, viejita, ¿tú no estabas durmiendo? —Me crucé de brazos y arqueé una ceja.
—Sí, pero os oí. Por cierto, esa chica es muy guapa. —No pude evitar sonreír.
—Entonces no solo nos oíste, sino que también nos viste —Clara reía con picardía.
—Os vi cenando desde la puerta y no quise molestar; luego volví para recoger y me dejasteis la cocina mejor de como yo la había dejado.
—Bueno, sabes cómo soy, me acostumbré a vivir solo y a tener todo bien. Ellos también me ayudaron.
—Hace tiempo que no te veía feliz, niño.
—Me alegraron la noche.
—A mí sí que me alegró ver cómo le sonreías a esa chica porque al Yezzy ya lo tengo muy visto. —Me extendió el plato y la taza de café.
Recordé el buen rollo de los tres en la cocina comiendo sushi. Desde que regresé a España, Yezzy y Manu venían con frecuencia a casa, sobre todo Yezzy que se escapaba de vez en cuando desde la universidad para visitar a mi abuela. Mis abuelos le estimaban muchísimo y decían que les recordaba a Leo por lo protector que era conmigo.
—Gracias, Clara. —Me senté en una silla alta de la barra de la cocina—. Han sido días duros. —Volvía el dolor y el recuerdo.
—Niño, la iaia debía descansar, ha sufrido mucho.
—Lo sé, lo sé. —Me apenaba recordar su última temporada, tremendamente dolorosa para ella, y triste de no poder hacer nada para nosotros. También su terrible historia con la muerte de su hija y su nieto, y mi crianza, que le dio muchas noches de desvelo preocupada por sacarme adelante.
—Tú eres un chico joven, exitoso, lleno de vida. Sé feliz, hijo. Te lo mereces.
—Lo intentaré, Clarita.
—Voy a seguir, niño, que si no, no termino. Sabes que me gusta hablar y tú tienes cara de no haber dormido nada, así que termina y vete a dormir. ¡Anda!
.....
Al acabar de comer fui hasta el despacho de mi abuelo para ver si había regresado, y nada. Cuando subía las escaleras vi que Marco las bajaba, me extrañó porque él no solía subir a la segunda planta. Esa zona tiene solo mi habitación, la biblioteca y una zona de ocio, y nadie que no fuera Clara o mi abuelo subían normalmente.
—Thiago —su cara de asombro me puso en alerta pensando en que algo ocurría.
—¿Qué ha pasado? —Pregunté alarmado subiendo las escaleras de dos en dos hasta llegar a su altura.
—Te estaba buscando.
—¿Y por qué no me has llamado?
—Ehh... —Fue una pausa inquietante, a la vez que ponía las manos en la cintura— Preferí subir a ver si estabas en tu habitación.
—No, salí ¿Por?
—No, por nada.
—¿Tú llevaste a mi abuelo a la oficina? —Pregunté para saber si él sabía algo.
—No, yo tenía la noche libre y volví hace un rato.
—¿Y mi abuelo no te llamó?
—No, no me ha llamado.
Le resté importancia. No podía estar dudando con todo lo que nos sucedía.
—Te dejé en tu cama una carta. Me la entregaron los vigilantes.
Toda la correspondencia que llegaba a casa pasaba por unas minuciosas medidas de seguridad para evitar cualquier actividad sospechosa en contra de la familia. Mi abuelo era un hombre muy importante y con muchos negocios; aunque estaba jubilado seguía de cerca los movimientos y las cuentas de sus empresas y tenía, por supuesto temor a cualquier amenaza para su familia. Era muy cuidadoso. A eso súmale al desgraciado de mi padre que aún preso era peligroso, porque su amenaza sí era real y lo demostró atropellando a Cloe, intentando cumplir lo que, cuando era un niño me advirtió.
—¿Y por qué no la dejaste en la caseta de los vigilantes?
—Me pareció urgente porque no trae remitente, a ver si es de Cloe. —Sonrió nervioso y no entendía sus gestos. Su expresión era esquiva.
—Gracias, Marco.
—Nada, Thiago, nos vemos.
Continué hacia mi habitación con la incertidumbre en el cuerpo. Abrí la puerta y en la cama había un sobre blanco con unas letras que conocía a la perfección. Se me heló el cuerpo y me quedé inmóvil sin saber qué hacer.
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Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).
RomanceTercera parte de la trilogía MDDA. (Completa). (Publicada en físico 15/09/22). SINOPSIS. Pasaron demasiados atardeceres y lloré mil lunas preguntándome el porqué. ¿Por qué me perdí de vivir estos años contigo? ¿Por qué me regalaste los mejores y p...