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Solitud.

THIAGO

Sentirla tan cerca cuando la saludé me llevó al día que la conocí. Retadora y audaz, me sabía desestabilizar en segundos. Solo ella lo sabía hacer.

«Dejé de ser esa pequeña hace mucho tiempo».

Para mí no. No era sencillo verla junto a ese chico, con las miradas cómplices y los gestos de cariño que se transmitían. Por lo poco que me contó Yezzy el tipo la quería bien y eso me alegraba, por ella. Aunque los celos son jodidos y te visitan cuando sabes que la has perdido. Tenía que disimular para no quedarme fijo mirándola porque Mía en todo momento demandaba mi atención y, la verdad, no quería tener problemas.

Los padres de Cloe eran especiales, se acercaron a mí con el mismo cariño que nos profesamos aquellos días en el hospital. Y Andrés, que ya no era tan niño me abrazó con fuerza demostrando que no se había olvidado de mí.

Estaba nostálgico en esta fiesta llena de gente feliz. Mis amigos consolidaban su compromiso y yo cada día me sentía más solo. Tenía muchos colegas repartidos por el mundo, muchos de ellos acabarían el año que viene la carrera que habíamos cursado juntos hasta que me adelantaron. Al terminarla volverían a sus países. Y yo preparaba mi regreso, una vuelta que no le había dicho a nadie. Mi iaio en la graduación me pidió que al acabar la carrera, cursara el doctorado en España porque la salud de mi iaia empeoraba y quería que me encargara de sus negocios. Me veía preparado para hacerlo, no me pude negar y acepté volver. El doctorado lo estudiaría a distancia en el MIT, volvería a Barcelona, una ciudad a la que temía por muchas razones. Debía enfrentarme a mis propios demonios yo solo. Solo así podría seguir adelante.

Bailé con Mía unos minutos porque se torció un pie con los tacones y estaba enfadada porque le dolía. Era una chica extremadamente caprichosa y demandaba mi atención a cada segundo. En parte lo agradecí porque así dejaba de ver a Cloe con las sonrisitas cómplices con el modelo. Esa que me decía que la había perdido para siempre. Me ofrecí a buscarle otros zapatos de cambio porque no quería caminar y, cuando venía de vuelta con ellos en la mano, vi a Cloe subir las mismas escaleras por las que antes salió corriendo.

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora