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Nefelibata.

CLOE

Llegué a casa con una inmensa nostalgia por el reencuentro con Thiago. Cuando quieres infinitamente a una persona dejas aparcadas las diferencias y estás presente en esos momentos en los que te necesita.

Yezzy no me preguntó nada. Él sabía que había hecho lo correcto acercándome a su amigo. Nos conocía muy bien. Cuando lo vi tuve muchas emociones en fracciones de segundo. Fue muy triste encontrarlo destrozado, llorando como un niño pequeño cuando entré en su habitación; muy emotivo cuando nos abrazamos y lloramos sin querer soltarnos, y divertido cuando nos contamos brevemente nuestra vida. Era reconfortante ver que nos encontrábamos con el sentimiento intacto a pesar de todos estos años de distancia y desencuentros. Nuestras miradas conectadas y mis jodidas diosas invitándome a pecar cada vez que nuestras distancias se recortaban.  Saber que vivía a una hora escasa de mi casa, aunque, siguiera sin darme su teléfono, significaba: «no te hagas ilusiones, que no regresará por ti». Gracias, conciencia, por ser tan optimista. Enterarme de que no tenía pareja y que no mantenía contacto con la monumental pelirroja provocaba que mi cuerpo bombeara adrenalina solo con mirarlo. Ya no lo odiaba; quizás estaba madurando y las palabras sabias de mi padre, «el malo no es tan malo» se juntaban para pensar que algún día podríamos intentar ser amigos.

—¿Qué piensa esa cabeza loca? —Preguntaba Yezzy abriendo la puerta del piso.

—Nada, nene, gracias por preguntarme, —suspiré con las palabras arremolinadas en mi cabeza.

—Eso no es lo que estás pensando.

Me desesperaba lo listo que era. No me dio tiempo a responder porque nos encontramos de frente a Manu saliendo de la ducha con una toalla y se acercó para darle un beso a Yezzy.

—¿Cómo está el dúo peligroso?

—¿Nosotros peligrosos? —Pregunté con cara de falsa indignación—. ¡Si somos más buenos que el pan!

—¡Uff, yo no estoy muy seguro!

—Venimos de ver a Thiago. —La cara de sorpresa de Manu era para fotografiar y sabía que lanzaría una buena pregunta.

—¿Y tú qué te has fumado? —Me señaló. Yo me encogí de hombros reconociendo que tenía razón el bailarín.

—Se murió Àngels, ¿tú no miras el móvil? Te mandé un mensaje cuando nos fuimos, —replicó Yezzy.

—¡Joder, no lo vi! Le escribo ahora. La pobre estaba mal. —Se cogía la cabeza con sorpresa. Sabía que era una mala noticia— Llegué cansadísimo y me quedé dormido en el sofá. Me desperté hace veinte minutos porque tenía hambre.

—Pues mira, guapo, esto te lo mandó Thiago. —Le extendió un envase lleno de rolls—. Sabes que siempre ha sido una bestia pidiendo comida.

—¿Pero fuisteis a un funeral o a una fiesta?

—Manu, ¡coño! Tu humor negro es heavy, ¿no? —Le reñí por su risotada.

—Como traéis comida...

—Es largo de contar... —Le dio un abrazo y se fueron a la cocina.

—Chicos, me voy a dormir, estoy agotada. Necesitaba pensar y digerir este día.

—Que duermas bien, y con los achuchones que le diste al Thiago dormirás como una bendita.

—¡Yezzy! —Grité con enfado.

—¿Achuchaste a Thiago? —Manu insistía con risas.

—¡Que no! —contesté con cansancio—. Solo fui cordial. Nada más.

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora