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Paranoia o traición.

THIAGO

20 de enero de 2026.

Despedimos a David por no haber cumplido con su trabajo. Tal vez se había confiado o, sencillamente, no le había dado importancia, poniendo así en riesgo nuestra seguridad. A mi iaio le costaba mucho dejar de creer en las personas, era extremadamente considerado y en ocasiones ingenuo, dando muchas oportunidades; en este caso fue radical por las consecuencias que podría haber acarreado su descuido. Marco regresó con normalidad, y las preguntas no se hicieron esperar tanto por mi parte como por la de mi abuelo. Lo negó todo e intentó justificarse; pero no nos convencía. La policía también habló con él y no habían podido comprobar ningún vínculo con mi padre. Era extremadamente astuto y a mí nadie me sacaría de la cabeza que ellos tenían alguna relación. Recogió sus cosas, el finiquito por ser despedido, y tuve unas palabras.

—Creo que la has jodido bien, Marco —aparecí delante de él, antes de que saliera por la puerta de atrás.

—No sé a qué te refieres —arrastraba con una mano la maleta y con la otra sujetaba una caja—. Lo que te dije es cierto, no tengo nada que ver con tu padre.

—Tú eres el único ajeno a mi familia que conocía todos mis movimientos —me detuve cortándole el paso—. Me preguntaste por Cloe muchas veces, pensé que lo hacías por la confianza que te había dado, veo que me equivoqué.

—No me vas a creer, eres un paranoico que desconfía de todo el mundo. Déjame pasar, tu abuelo ya me ha despedido, puedes estar tranquilo.

—Todo este tiempo sabías que no me había acercado a Cloe, hasta anoche. Tú abriste la puerta, Marco —recriminé con dudas pero ya no me daba confianza—. ¿Cuánto te pagó Leonardo? —alzaba la voz sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo.

—No me ha pagado nadie —aseguró intentando esquivar mi mirada.

—¡No mientas! —grité aumentando considerablemente mi tono.

Entraron mi abuelo y los vigilantes cuando nos oyeron discutir.

—Thiago, no vale la pena —habló mi iaio cogiéndome por el brazo y juro que por él me detuve.

Habíamos esparcido las cenizas de mi abuela el día anterior y mi iaio estaba tremendamente afectado por su pérdida. Toda la vida juntos. Una vida de éxitos y terribles desgracias que habían vivido cogidos de la mano, apoyándose el uno al otro. Él era tremendamente sensible y me tocaba sacarlo de la más profunda depresión. Debía ser fuerte y no empeorar la situación; en otras circunstancias no me hubiera importado partirle la cara porque sentía que no era sincero. Tenía arrepentimiento en la mirada y eso hablaba por él. Si de algo me habían servido las terapias psicológicas durante toda mi vida había sido para aprender a indagar en el comportamiento humano y en sus acciones, y Marco daba claras muestras de que ocultaba algo.

—No sé qué tipo de relación tienes con él pero te juro que lo averiguaré. Revisad todo. —Pedí a los guardias que, antes de que abandonara la casa, registraran cada lugar que había pisado—. Félix, cambia todos los sistemas de seguridad. Y dobla la vigilancia—. Me acerqué y le amenacé directamente—: Escúchame bien Marco, te quiero muy lejos de aquí y te juro que si a Cloe le pasara algo, lo lamentarás el resto de tu vida.

Estábamos a escasos centímetros. Yo resoplaba de ira, él bajó la mirada con temor. No me gustaba amenazar a nadie, me había llevado al límite.

—Si tienes algo que decir, ahora es el momento. —Hablé con decisión apartándome de él; era la última oportunidad que le daba para que fuera sincero.

No abrió la boca y bajó la mirada. Caminó hasta el Uber que había pedido y salió de casa dejándome con la incertidumbre en el cuerpo.

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora