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Resiliencia.

CLOE

10 de octubre de 2022.

Tras catorce días en coma y unas intensas sesiones de rehabilitación aprendí a vivir de nuevo en mi cuerpo. Salí del CHUAC un mes después del accidente. Continué con la rehabilitación diariamente en el hospital de día. En dos meses volví a caminar y a comer sola, a pensar sin miedos, a comunicarme sin llorar..., en fin, a regular mis emociones que se habían destruido completamente, esas funciones básicas que me ayudaron a tener una vida nueva. Una oportunidad. La parte motora no me preocupó, conocía mi cuerpo y sabía que volvería a ser la misma Cloe. Esa no me costó tanto. La parte emocional era la que trabajaba sin descanso porque esa sí me quitaba el sueño. Fueron muchas horas de terapia, de discusiones con mis padres, de gritos con quien no se lo merecía. Al final me recuperaba de un terrible accidente en el que, en ocasiones mi mente egoísta llegó a pensar que quizás tendría que haber perdido la vida ese día. Fui una cobarde al optar por esa salida rápida, sin considerar el dolor tan grande que sentía mi familia. Todos estaban volcados en mi recuperación. Mis abuelos compaginaban sus horarios con los de mis padres para cuidar a mi hermano y en ocasiones me acompañaban a la rehabilitación. Esos pensamientos los borré porque ellos no se lo merecían. Habían sufrido mucho con mi accidente. Necesitaba demostrarles que iba a seguir luchando por ser una persona de bien a pesar de los tropiezos que me ponía la vida.

Me matriculé para estudiar el Grado de Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona en la segunda asignación, porque con el accidente no pude hacerlo en la primera. Los primeros tres meses, debido a mi condición física, me permitieron hacerlo online. Escogí esa ciudad tras muchas discusiones con mi familia. Ellos me suplicaban que estuviera más cerca de casa, que cursara la carrera como había sido mi idea inicial en la Universidad de Santiago, pero como la nota media  me daba para varias opciones, tomé la decisión en un arrebato, cuando Yezzy y Manu consolidaron lo que habían planificado durante meses. Ellos se mudaron a la Ciudad Condal a principios de septiembre. Compartieron piso. Yezzy se matriculó en la Escuela Superior de Arte Dramático para hacer el Grado de su carrera soñada con especialización en Dirección Escénica y Dramaturgia. Manu no tenía claro qué quería estudiar, mientras tanto, buscaría trabajo. Tenía tanto talento que a la semana de instalarse consiguió un puesto como coreógrafo en la Escuela Superior de Danza.

Mi plan, en cambio era estudiar aquí en Galicia. Thiago se matricularía en Economía en la misma universidad. Y estaríamos relativamente juntos como lo habíamos planificado. Yo iría a una residencia y él alquilaría un piso.  El desgraciado accidente no solo me arrebató nuestros planes sino que me cambió la vida radicalmente.

Había perdido a Thiago y el único amigo verdadero que me quedaba era Yezzy. Necesitaba estar cerca de él. Cuando mis padres accedieron a que estudiara en Barcelona, Yezzy les ofreció para su tranquilidad, y obviamente para la mía, que me fuera a vivir con él y con Manu. Y eso haré en cuanto esté totalmente recuperada.

De Thiago no supe nada más desde aquella carta. Era como si la Tierra se lo hubiera tragado. Los primeros dos meses fueron muy duros. Desde que me habían dado el alta hospitalaria, llegaba a casa después de la rehabilitación y me encerraba en mi habitación a llorar durante horas. Abría su Instagram buscando respuesta o alguna noticia. Nada. Su perfil estaba intacto con sus tres fotos antiguas. Solo un mísero detalle me confirmaba que se olvidaba de mí: borró las historias destacadas juntos. Eso hizo que pasara página en cierta manera. Poco a poco con su silencio mi corazón se recomponía.

Mi vida tenía que continuar porque nadie se muere de amor. «Muy madura contándote todo esto pero qué jodido se me hacía el día a día sin saber nada de él».

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora