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Limerencia.

CLOE

30 de junio de 2026.

Podría decirse que había sido el día más feliz de mi vida: reunir a toda mi familia, estar junto a mis mejores amigos, recibir la noticia de que a la directora de una gran editorial le hubiera gustado mi obra... ¡Todo eran buenas noticias!

—¡Sabía que lo conseguirías! —Dylan me abrazaba con emoción junto a Noa, que también se alegraba con la noticia.

La música de la discoteca retumbaba fuertemente en mi pecho. Luces multicolores cambiaban al ritmo de la voz de Bad Bunny. Pasaban los años y sus canciones seguían pegando en todos los sitios de ocio de la ciudad. Después de la comida con mi familia habíamos quedado con varios compañeros de promoción y, por supuesto, con mis inseparables amigos. Incluida Noa. La pareja fitness, como les habíamos apodado.

—¡Enhorabuena, Cloe! —Me dio dos besos que sentí muy sinceros. Había cumplido mi tarea pendiente con ella.

Un día los invitamos a casa a cenar y hablé distendidamente con Noa, otorgándole esa confianza que se merecía. Le dejé muy claro que Dylan había sido una persona muy importante en mi vida y que para mí siempre lo seguiría siendo; lo veía feliz y ella era quien le iluminaba su vida. A partir de ese momento nuestra relación fue cada día mejor.

—¡Gracias!, la verdad es que el día ha sido absolutamente maravilloso, —exclamé con emoción.

Sentí un abrazo por la espalda y me sobresalté al instante. Me encontré con ese rubio que había alegrado mis días y que pronto dejaría de ver a diario. Solo de pensarlo me embargaba la nostalgia.

—¿Quieres bailar conmigo?

—¿Quién no querría bailar contigo?

—Mi gallega favorita siempre responde con preguntas.

—Obvio, amor. Si no, no sería yo.

Me disculpé con Dylan y Noa y me fui con Yezzy al centro de la pista. Sonaba una canción antigua de Rosalía. "Despechá". Intentaba seguir los pasos de mi bailarín favorito. Se unió a nosotros Manu. Cuando los dos bailaban los demás teníamos que mirar. Pocas personas se movían como ellos y siempre era un espectáculo verlos. Para completar mi día una silueta muy conocida se cruzó en mi camino, dejándome perpleja. ¿Casualidad o destino?

Hablaba con un grupo de chicos, con una sonrisa inolvidable que, en esta ocasión no era para mí. Pensé que estaba alucinando, que mi grado de alcohol en sangre era elevado;  pero no, apenas había tomado una copa de cava en el acto de graduación y dos copas más de vino con la comida. Sentí un leve empujón y, al levantar la vista, me encontré con Mateo a mi lado. Lo ignoré por completo y seguí bailando, intentando fijar la vista, tratando de ver si era una alucinación o en realidad era Thiago. Mis diosas me gritaban: "¡es él, es él!", alterando por completo mis nervios y acelerando mi respiración. Entre las luces y la cantidad de gente que se acumulaba en la pista, no lo encontré. Pensé que mis deseos me estarían jugando una mala pasada. Mateo se acercó nuevamente y esta vez invadió mi espacio vital, fue directo a mi oído.

—Enhorabuena, guapa —Lancé una sonrisa de compromiso y me separé por instinto.

—Igualmente. —Le correspondí con educación.

—Quizás algún día podamos tomar algo.

Yo había herido a Mateo en su orgullo. Nunca me había llamado la atención. Él pensaba que todas las chicas de la promoción sucumbiríamos a sus encantos. ¡Y nada más lejos de la realidad! Creo que fui de las pocas que nunca quiso salir con él.

Mis días de adolescente. Sentir III (Publicada en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora