||Quattro||

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|04|La soledad de las hortensias

Portorosso, Italia, febrero de 2010

Los peores días del año para la familia Paguro habían llegado. La soledad y la tristeza invadían con fuerza a la pequeña familia; llenando todo su hogar no solo de soledad, si no de rosas. Más y más rosas llegaban a la residencia en forma de tributo para la familia. Verlas sin falta todos los años, comenzaban a enfermarlo al igual que a su abuela y tío. Esos días nunca hablaban los tres, era su pequeña tradición; su abuela se encerraba en su oficina y no saldría hasta el día siguiente mientras que su tío Ugo fumaba en soledad en el jardín trasero cuidando de los perros de la familia. Dejándolo siempre solo en aquel infierno desde que tenía seis años. Odiaba con todo el alma cuando llegaban esos días que lo hacían recordar que estaba absolutamente solo.

Pero ese año no fue como los demás. Desayunando tranquilamente en la cocina de la residencia, escucho uno pasos a sus espalda que no le tomo importancia ante la idea que era los empleados trayendo aún más rosas.

–Joven Paguro –escuchó el acento francés de la empleada llamándolo.

Por respeto Luca dejó de comer. Tomando una servilleta para limpiar sus labios y voltear hacia ella. Quedándose completamente sorprendido al encontrarse con el chico que le gustaba parado al lado de la delgada y alta pelinegra uniformada. Su rostro se enrojeció al ver su sonrisa nerviosa y sus manos ocultas en su espalda; haciendo obvio que escondía algo algo.

–Alberto, ¿Qué haces aquí? –musitó incrédulo, sintiendo su corazón latir con fuerza.

–Quería visitarte –respondió algo avergonzado y alzando sus hombros.

Estaba enamorado de Alberto desde hace unas semanas, pero jamás se atrevía a decírselo por miedo de ser rechazado o imaginarse cosas que no son. Ambos pertenecían a diferentes clases, pero el pecoso siempre terminaba haciéndolo feliz con sus locuras o las aventuras que tenían.

–¿Lo conoce, joven Paguro? –habló de nuevo la empleada con cordialidad, sacando a su joven jefe de su trance.

Luca se sobresaltó e intento mantener su compostura, tratando de ocultar sus sentimientos como siempre.

–Sí, es mi amigo, Colette.

"Amigo" aquella palabra lo incomodaba, pero tenía que aceptarla. Desconocía la sexualidad de Alberto, siendo que se comportaba de la misma manera con todos, lo que hacía más difícil tener el valor para declararse. La empleada ante la respuesta solo asintió y dio media vuelta para seguir con su deberes dejando a ambos jóvenes en la lujosa cocina.

Nervioso Scorfano se acercó a Luca para sacar de su escondite una corona de hortensias moradas y lilas; desconcertando por completo a Paguro. Él lo miro confundido y Alberto rio apenado, desviando su mirada a otro punto de la habitación que no sea su amigo. Ambos tenían un ligero rubor adornando sus mejillas y sin darse cuenta que sus corazones latían de forma rápida y sincronizada.

–¿Hortensias?

–Sé que estos días son tristes para ti –murmuró colocando con suma delicadeza la corona en los risos castaños oscuros del menor.

Sonrojado y sin saber cómo reaccionar solo miro a su crush con un intenso brillo en su mirada. Alberto se quedó embobado unos segundos, adoraba el rostro del menor. Alberto se enteró de los días oscuros de los Paguro y aunque el menor no lo exprese, sabía que aún le afectaba la muerte de sus padres.

–Me dijiste que siempre envían rosas estos días para tu abuela –susurró con la mirada concentrada en que la corona no estuviera chueca–. Así que pensé que tu también necesitabas flores –finalizó dando un paso hacia atrás sonriendo ante la imagen del menor con aquellas hermosas flores abundantes.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora