||Ventidue||

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|22|Un buen prometido falso

Aquella suave y tranquila melodía de Nothing resonada de su teléfono manteniendo aún más tranquila a bebé acostada en su carriola mientras jugaba con sus piecitos –intentándolo meterlo en su boca mientras soltaba pequeños balbuceos– en lo que su padre se dedicaba a cocinar con una expresión pacífica. El cariño con el que preparaba aquel almuerzo alto en hierro para Luca. Hoy era el día en que el menor volvería al trabajo después de tanto descanso que lo mantenía inquieto y desesperado. No es que no le gustara pasar tiempo con sus hijos, pero él era un tipo de persona perfeccionista, que no le gusta dejar sus proyectos a un lado. Paso casi todo el tiempo libre de su descanso arreglando aún más la habitación de Leo, añadiendo una esquina para Mina. Armando, pintando y decorando los muebles para su bebé. Y aun así terminaba aburrido.

Esa madrugada padre e hija se dirigieron hacia la casa de los abuelos de Guido; la cual había heredado una vez que fallecieron y que no tardaron en limpiar como también darle todo el mantenimiento necesario para que su pobre y gorda hermana no tenga que subir y bajar los cuatro malditos pisos de su edificio. Ayudo en todo lo que pudo, quería que ella se siguiera quedando todo el tiempo necesario de lugar de verla una vez cada cierto número de meses.

Siguió cortando las almendras para hacer una salsa para las albóndigas. Luca necesitaba mucha carne roja. Disfrutaba aquella tranquilidad de esa madrugada, hoy era el día en que llevarían a los niños al trabajo disfrazados. Había quedado con Luca que él llevaría a Mina mientras se encargaba de Leo y su disfraz. Nadie debía saber que ambos tenían hijos con el otro. Lo entendía, el trabajo era otro ambiente al cual no se querían arriesgar a malos entendidos. En lo que revisaba las albóndigas en la cacerola logro escuchar el fuerte y tortuoso quejido de Giulietta acercándose a él, la pobre al sufrir fatiga y cansancio por su condición la tenía muerta con un embarazo de casi seis meses de trillizas.

Buongiorno, dormigliona –saludó con un tono de burla.

Ella gruñó en lo que –con demasiada dificultad– tomaba asiento en una de las sillas del pequeño comedor. El mayor le acerco a ella y le entrego un vaso con jugo recién hecho de naranja junto a un huevo escalfado, su medicamento y pan tostado. Giulia se lo agradeció en un tono adormilado.

–¿Qué estás haciendo?–preguntó extrañada antes de meter sus pastillas a la boca y pasarla con el jugo.

–Estoy haciendo un almuerzo para Luca –respondió con simpleza mientras seguía preparando la salsa.

–No crees que ya estas llevando demasiado lejos este matrimonio falso. No es necesario que hagas eso.

–Lo sé, pero él está haciendo todo lo posible para los trámites legales de Mina y simplemente quería hacerle algo a él.

Giulietta rodeó la mirada con asco.

–¿Y cuándo hablaras con Luca? –le reclamó con seriedad. Su hermana y su prometido tenían pendiente hablar, pero siempre buscaban una excusa para evitarse.

Obtuvo un quejido como respuesta y tomó una servilleta para limpiar sus labios.

–Estábamos ocupados, además no tengo idea de cómo iniciar una conversación con él que no sea insultos; nos hemos cruzado tantas veces desde niños y solo era cuando nuestras escuelas competían. Paguro siempre llegaba a las finales junto conmigo. Y debo admitir que si me pasaba con el pobre chico que parecía menor a lo que era su edad.

–Luca no es muy sociable; según sé no tenía amigos en su infancia, así que entiendo su odio hacia ti –comentó tranquilo mientras bebía un sorbo a su taza de café y apagaba la llama de la estufa–. Eres muy competitiva y más si tu orgullo esta en juego.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora