||Diciassette||

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|17|Las coincidencias no existen

Pesadamente comenzó abrir sus ojos a causa del timbre de la entrada, intentó levantarse, pero se detuvo al sentir un peso sobre su pecho. Cuando lentamente su vista se fue aclarando una sonrisa soñolienta apareció en sus delgados labios al ver aquel cuerpecito recostado sobre él. Leo entre sueño lo abrazaba con cariño al igual que a su peluche del pato Donald. Con suavidad movió sus rizos oscuros de su frente mientras los recuerdos de la noche anterior; donde el pequeño con pena le pidió dormir con él, ya que le temía dormir solo en su nueva habitación. Obviamente no le negó.

Miro a su hacia su mesita de noche; extrañándose al ver las 5:15 de la madrugada reflejado en el reloj digital. Ni en sueños eran sus amigos, ellos no se levantarían tan temprano para joder. Creyendo que se trataría del cartero, dejó salir un pesado suspiro para después mover con sumo cuidado al niño en medio de la cama. Lo arropó de nuevo y besó su mejilla, obteniendo una queja suave en medio de su sueño.

Descalzo y en completo silencio salió de la habitación principal, bajando rápidamente las escaleras para encontrarse con Giuseppe mirando atentamente la puerta, esperando el momento de ver al cartero y atacar; como siempre. Puso su pie delante de su mastín para impedir a que se lanzara al mensajero. Lo que no espero al abrir la puerta fue encontrarse con el semblante de desconcierto de Alberto; quien al verlo con una "pijama" poco convencional –que se trataba de una camisa gigante verde olivo con el poster de la película E.T.; le quedaba tan grande que ocultaba su bóxer– solo desvió la mirada a otro lado para que no notara su sonrojo mientras sostenía nervioso el portabebés en su mano derecha.

–Creí que estarías levantado a estas horas –confesó en un murmullo.

Al darse cuenta de su vestimenta, un fuerte carmesí invadió su rostro y tomó del perchero de su lado uno de los abrigos colgado y lo amarró en su cintura. Pueda que sea algo inocente, pero los dos sabían que una de las partes que más le gustaban a Scorfano de su cuerpo era sus piernas –en especial sus muslos–. Avergonzado lo miro de reojo, percatándose de primera aquel par de ojeras marcadas bajo sus ojos verdes.

–Creí que tú dormías.

Scorfano sobresalto un poco al escucharlo, percatándose a lo que se refería. Nervioso soltó una risa y alzo el portabebés.

–Ella tuvo malestares en la noche y no podía dormir hasta que ella lo hiciera.

Paguro se asomó para ver el interior, quedándose sin palabras al ver aquellas par de gemas rosadas mirándolo con curiosidad. La bebé arropada entre las sábanas blancas con adornos de flores, mantenía el chupete rosa en su boca mientras ladeaba la cabeza al verlo. El café y el rosado mantuvieron se encontraron, la pequeña levanto su mano mientras gimoteaba dulcemente. Luca acercó la suya también para acariciar su regordeta mejilla. No obstante ella lo sorprendió al tomar su dedo con su manita. Alberto apreció el brillo que reflejaba la mirada de su prometido.

–Tiene ojos rosados –expresó en un susurro sin pensarlo. Era la primera vez que veía los ojos de la pequeña, jamás se imaginó que poseyera ese color tan particular.

–Realmente son violetas, pero por la luz se ven rosados. El pediatra dijo que no causaba ningún mal simplemente se trataba de una mutación llamada...

–Síndrome de Alejandría –lo interrumpió de manera brusca antes de alejarse de la bebé. Suspiró desanimado al ver la cara de desconcierto de su acompañante y desviando la mirada a su costado añadió–; mi abuela y mi madre sufren...o al menos sufrían de ese síndrome, pero creí que normalmente aparecían al sexto mes de nacido.

–También le asombro al pediatra; dice que lo más probable se aclaren o escurezcan con el tiempo. También me dio un montón de medicamentos para que tenga el peso adecuado para su edad. Parece recién nacida a pesar que ya va para el cuarto mes.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora